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El espejo del encierro

 

Camilo E. Ramírez

 

Lo que aprisiona, no solo son las cuatro paredes, las medidas de distanciamiento social a partir de la pandemia del Covid-19, del coronavirus, sino lo que cada uno atribuye a estar en su casa, al encierro, a SU encierro, único, singular e intransferible. ¿De qué esta confeccionado el encierro que cada uno porta consigo? ¿De qué está hecho eso que siempre acompaña de cerca, de manera íntima, y que ahora nos confronta de manera inédita? ¿Qué refleja el espejo del encierro?

Como lo mostró Freud, los “demonios” internos son “virus” aún más fuertes y resistentes, dimensiones internas extrañas. Conocerlos, interrogarlos, hacer algo diferente a partir de ellos, puede abrir la posibilidad de liberarse del propio encierro. Son asuntos pendientes ya de antaño, así como nuevos, generados a partir de la contingencia.

Una confrontación irreversible: cuando el tiempo se muestra diferente, se rompe la unidad y continuidad de lo que se creía daba consistencia a la realidad, nuestra realidad. Entonces se abre el tiempo para lo nuevo, para la invención.

El mundo no volverá a ser lo que era. Nosotros mismos no volveremos a ser como antes, solo que ahora quizás no sabemos completamente lo que seremos. Cómo se transformará el mundo, la política internacional, las medidas de salud pública, las economías, mundiales, nacionales, locales y familiares, a partir de la pandemia. La escuela y las empresas no volverán a ser las mismas, algo ha cambiado. Son tiempos de incertidumbre, por lo tanto, de cambio e invención; que requieren que cada uno asuma una participación singular más activa, ya que, de lo contrario, se caerá en la inercia de lo genérico, del contagio de masas y sus respuestas comunes (enojo, tristeza, desesperación, culpar a alguien más…) del lamento, la queja o la utopía que lanza al más allá todo, perdiendo el más acá, el presente, el instante.

Una lección fundamental del psicoanálisis es la de poder tomar noticia de lo extraño (de uno mismo, del otro, de la realidad) de lo contingente y sus sorpresas, sin considerarlos ni transformarlos en errores, en fallas o sufrimiento, sino al contrario, en motor de invención y amplificación deseante. Pues “Caminante no hay camino. Se hace camino al andar” (Antonio Machado) En ese sentido, quienes consigan mantenerse o pasarse al costado creativo, lograran, no solo sobreponerse mas rápido a las contrariedades, sino aprovecharlas en este contexto adverso, inventar luces en la oscuridad.  

La palabra, junto al gesto creativo, permite crear nuevas vías, no solo para resistir a los embates de los tiempos, sino para amplificar sus horizontes, creando lo imposible. Las pistas para ello se pueden tomar de los malestares y dificultades padecidos, incursionando en ellos a través de los intereses que cada uno tenga y genere, por ejemplo, partiendo de preguntas básicas: ¿Qué puedo inventar a partir de esto que vivo? ¿Cómo quiero responder a esto? ¿Cuál es el deseo que me anima?

Por otro lado, el tiempo actual está conociendo una fraternidad y solidaridad planetaria sin precedentes -podemos decir- así como a todos los niveles y contextos del tejido social, la desestimación de modelos y paradigmas que basaban su eficacia en la estandarización, la disciplina y la rigidez, para dar paso a modelos organizados en una adaptabilidad y flexibilidad permanentes, disminuyendo el peso y lentitud de las burocracias, posibilitando la discriminación, clara y eficaz, de lo fundamental y lo superfluo.

Se sabe que a lo largo y ancho del mundo las empresas, a partir del home office, están reportando una mayor eficiencia en el trabajo de sus colaboradores, así como muchas escuelas y maestros, se ven confrontados finalmente con la utilización de recursos electrónicos y a distancia, con la necesidad de desarrollar clases más fundamentales, dinámicas, claras y, por que no decirlo, divertidas, llevándonos a la imperiosa y siempre postergada labor de reinventar la escuela.

Aún no podemos advertir todos los efectos de estos cambios, pues como la investigación sobre la vacuna para el covid-19, estamos work in progress. 

 

  *Editorial publicada en el periódico El Porvenir (22/04/2020) sección editorial, pág. 2. 

 


 

 

 

 

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 La lógica del surfer

 

Camilo E. Ramírez

 

Tanto un país como una sociedad (un gobierno, una familia, una persona, una empresa…) se pueden conocer a través de las acciones tomadas ante una dificultad, una crisis, en dos sentidos: se ponen en funcionamiento los recursos con lo que ya se contaba y/o se pueden generar nuevas posibilidades y habilidades; se inventa y amplifica, no solo a pesar de la adversidad, sino precisamente, con y gracias a la adversidad misma.

En el ámbito médico se sabe que el estado preexistente o premórbido del paciente juega un papel importantísimo al momento de hacerle frente a una enfermedad, así como la inmunidad y mecanismos de compensación (generación de anticuerpos, diasquisis, plasticidad cerebral…) que se generan como efecto de una lesión, de un contagio, etc. Finalizando, estos últimos, en un sistema inmune más fortalecido.

Por otro lado, tanto una crisis, como un trauma, también pueden ocasionar angustia paralizante, pérdida de referentes, precisamente porque algo ha cambiado de manera abrupta. No encontrando aún formas creativas de respuesta, las personas tienen el riesgo de sucumbir ante las mismas reacciones limitadas ya conocidas: queja, culpar a alguien o a algo (Dios, el gobierno, los padres, la pareja, los hijos…) enojo, tristeza,  desesperación, el extremo del dramatismo que se siente perseguido por todas las calamidades con un eterno ¡¿Por qué a mí?!, como de la indiferencia de hacer como si nada sucediera; el activismo maniaco promovido por motivadores y demás gurús del deber ser (pensar, vestir, comer…) con su saturación de objetos (libros, series, cursos, videos, sonrisas forzadas…) como mecanismo acéfalo, que al buscar frenar la  propia tristeza y angustia,  la reitera y acrecienta; mientras otros viven a la espera de que sea el imposible retorno a un pasado (nostalgia) o el futuro (utopía) lo que nos traiga algo mejor (“¡Ya wey…año 2020!”) Una especie de fantasía infantil que aguarda a que simplemente un día todo esté bien, que el mal se aparte de lo bueno, que se acabe el año, que se vaya el presidente y un largo etcétera

¿Qué son las respuestas creativas? El acto y el gesto creativo suceden en un momento en el que se suspende lo que uno creía que era, digamos las imágenes que confirman cada yo que quien cree ser, para dar paso a lo inédito, a lo nuevo. Justamente la lógica del surfer, quien no se conforma con lo que considera han sido el mar y él mismo en el pasado, sino en lo que el presente, constantemente cambiante, por donde se desliza, le muestra; sin buscar un único punto de apoyo, fijo y estable, sino múltiples y flexibles, para poder explorar y disfrutar la ola. Como un psicoanálisis, que se “…dirige para que la persona esté lista para todas las circunstancias de su vida” (Jorge Forbes)

Hay que decir que dicho movimiento vertiginoso no está garantizado, implica asumir un riesgo permanente con la apuesta de una acción decidida, por puro gusto creativo -digamos- no sin miedo, sino articulando el miedo con el movimiento, como en el parkour, que empuja a construir el equilibrio en el movimiento para interactuar con la ciudad de otras formas. Similar a lo que los Tarahumaras dicen del correr, una caída controlada.

Si los “cielos e infiernos” están vacíos, tal constatación puede, en lugar de inventar el mundo que se desea ya en el presente, resucitar la nostalgia de las cadenas, del control de la prisión y la dictadura, reclamando una instauración de un orden de severo de mano dura, de dialogo unidireccional. ¿No es acaso lo que millones de humanos han elogiado de los presidentes de Rusia y Corea del Norte ante las acciones tomadas frente al Covid19?

La investigación científica y el desarrollo tecnológico, articulados con gobiernos e instituciones académicas que las fortalezcan tanto en presupuesto e infraestructura, junto a una sociedad civil responsable y solidaria, será finalmente lo que ayudará a resolver la avanzada de este virus nuevo, al que estamos intentando descifrar. Precisamente, respuestas, curiosas y creativas, abocadas en develar el enigma viral de estos tiempos, juntos a sus efectos económicos, sociales, afectivos y psicológicos. 

 

 *Editorial publicada originariamente en el periódico El Porvenir (15/04/2020) sección editorial, pág. 2. 


 

 

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El poder generativo del trauma*

 

 

Camilo E. Ramírez

 

 

El psicoanálisis se dirige para que la persona esté lista

para todas las circunstancias 

Jorge Forbes

 

 

 

Un trauma acontece cuando se rompe súbitamente la continuidad de la existencia en algún punto espacio temporal, poniendo en jaque los referentes que dan consistencia al estilo de vida, la identidad de una persona, de un grupo, de una familia, de toda una sociedad o, como estamos experimentando en estos tiempos, de todo el planeta.

No hay formas de prever ni anticipar tal suceso traumático, es un golpe tajante, duro e irreversible. Un evento traumático divide para quien lo sufre la historia en un antes y un después. El rostro del tiempo, del mundo, ¡de nuestro mundo! cambia para siempre, no pudiendo ser más como era antes. Lo traumático es tal para quien lo vive, por su relación subjetiva, de ahí que no sea una experiencia clasificable, general, la misma para todos; lo traumático y la angustia que se genera, siempre guardan una relación íntima con la verdad de quien lo padece.

Precisamente por su experiencia vertiginosa, un trauma puede generar angustia en quienes lo padecen, sentirse extraviados, reaccionar desesperadamente: acciones para atrás, hacía un tiempo que se pensaba era mejor (“Todo pasado fue mejor”) con  sus propuestas de volver a los valores de antaño, a cuando éramos felices y no lo sabíamos; posición que encarna una nostalgia  por lo rígido, el sueño de la dictadura -inclusive; así como aplazar el presente enviándolo a un más allá, a un futuro que se antoja más esperanzador, la posición utópica, que, para hacerle frente a lo traumático del presente, pretende suturar su herida con el aumento del sueño-despierto-utópico y su pensamiento mágico, esperanzador. Hay que tener en cuenta, que una experiencia traumática, produce angustia en sentido doble: tanto por lo que se pierde de sí mismo y de eso considerado como “la realidad” que se creía segura, como por el hecho de tener que elegir o inventar una posición nueva, por confrontarse ante la libertad que porta cada vida.  

Lo peligroso de ambas posiciones (nostalgia y utopía) además de que renuncian a responder a un presente, siempre nuevo y diferente, sea por quedarse embelesada en el pasado o por una fuga en la esperanza, es que encajan muy bien en lo políticamente correcto, en las formas de pensar de las mayorías. El humano rechaza la vida cuando asume dichas posiciones, renuncia a vivir aquí y ahora, creyendo que con ello, se estaría más protegido.

Ante lo traumático y la discontinuidad que tiene la vida (sus encuentros y desencuentros, sus sorpresas y cambios de dirección) no existe hilo que logre suturar esa herida, por lo que tenemos que reconocerla e integrarla en nuestra existencia, vivir precisamente abandonando la ida de que un día, sea en el pasado o en el futuro, estaremos mejor, porque no, no será así. No, al menos si seguimos sosteniendo que ese “estar mejor” es un determinado punto, algo como un destino, a donde se llega un día, como quien escala un cerro y llega al punto más alto, y al llegar ahí, entonces ya estaremos bien, siempre y cuando nada de la realidad traumática, tóxica -como se dice en esto tiempos-, no nos tumbe de nuestro sueño (“Ando chido no me toquen”, “¿A dónde ibas a viajar que el coronavirus te jodió los planes?”) sino más bien, una experiencia, un recorrido, un pasaje sin fin, sin tregua, que es más bien una postura ante la existencia, más que algo que se consigue de una sola vez.

Un evento traumático golpea los referentes y organizadores (imágenes, palabras, números, secuencias, rutinas…) con los que contábamos, estos ya no nos sirven más para orientarnos completamente, se vuelve parciales, limitados, líquidos -diría Sygmunt Bauman, o incluso más allá, se evaporan. Ante ello, podemos inventar nuevos referentes, nuevos organizadores, unos más diversos y flexibles. En ello radica la fuerza generativa del trauma: habiendo tirado al sujeto de una determinada posición, que se pensaba única, uniforme y estable, se puede inventar algo que responda -como se decía al principio- para todas las circunstancias. Eternizar un presente siempre cambiante, generando respuestas creativas cada vez, en la lógica del surfista, que se adapta y responde a un medio siempre variable. 

Es la fuerza generativa del trauma: introducir un corte en el tiempo o podríamos decir, introducir el tiempo mismo, uno nuevo; ofreciendo la posibilidad de recomenzar, de reiniciar. Lo traumático va dejando no solo destrucción a su paso, (destrucción de referentes y organizadores ya no operantes; diferenciar de manera más simple y clara, lo superfluo, lo innecesario) sino la posibilidad de un comienzo a través de una paradoja: reintroducirle vida a la vida a través de una “muerte” o fin de algo, de un cambio. 

 

*Editorial publicada originariamente en el periódico El Porvenir (01/042020) sección editorial, pág. 2. 

 


 

 

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Casa en expansión

  

Camilo E. Ramírez

 

El universo en una cáscara de nuez

Stephen Hawking

 

 

Para los que se quedaron en casa, sin importar su tamaño o diseño, esta se amplificó, diversificándose. Se improvisaron nuevos espacios y atmosferas: por la mañana la sala se convirtió en un gimnasio y clase de pilates, desmontables; los pasillos y corredores, devinieron pistas para correr o patinar, para hacer caminata recreativa al caer la tarde, los más osados usaron las escaleras para escalar montañas y practicar senderismo; el comedor, despacho y sala de juntas, el fin de semana puesto de tacos o un restaurante recién montado; al medio día, para echar un taco, rápidamente volvió a su estado original; la sala de tele, set de transmisión para reuniones en línea y grabación de videos, alternándose con alguna sesión de yoga, cibercafé y video juegos; las habitaciones, cabinas telefónicas, consultorio médico y sesión con el psicoanalista; la cocina, no obstante ser la misma cocina de siempre, durante la mañana y parte de la tarde, fungió como lugar de encuentros breves, espacio de tránsito para un bocadillo, un tentempié, tomar agua, café o cualquier cosa, en medio de la jornada. Los baños, además de seguir funcionando para lo que son, se convirtieron para muchos -sobre todo para los padres con hijos pequeños- en espacios personales donde encontrar un poco de paz, verdaderos bunkers para tomar un respiro, lejos del bullicio del mundo de afuera; patios, porches, cocheras, terrazas y balcones, cualquier lugar con vista hacia afuera, simplemente un oasis en el desierto, la única locación, por ahora, considerada “el mundo exterior” que amplifica el horizonte, un lugar para inventar algo (“¿Y si hacemos algo el fin de semana?”) juegan con ingenuidad cómplice, quienes saben que esto durará más tiempo, pero aun así, le apuestan a la actuación de cara y tono sorpresivos, que logra por momentos dar algo de espontaneidad. “Al mal tiempo, buena cara” reza el dicho.  

El teléfono y la internet, así como la televisión, los videojuegos y el Netflix, junto a los periódicos electrónicos, los libros y la música, funcionan como verdaderas ventanas, puentes y canales para ir – al menos virtualmente- a alguna parte, en estos tiempos de pandemia. ¡Junto a los profesionales de la salud, oda a los ingenieros en telecomunicaciones, a los programadores, diseñadores, músicos, directores de cine y escritores!

Quien ya se encuentra fastidiado, harto o angustiado, no logrará conectarse a nada, pasará de una cosa a otra sin encontrar un lugar ¡su lugar! será presa fácil del mal humor, la queja, el lamento y la tristeza. A ellos les recomendamos no presionarse por tener que estar bien, ser productivo y activo, aprovechar el tiempo y todas esas carreras desesperadas que promueven los motivadores y libros de autoayuda. Sino más bien, hacer un alto para saborear la nada, la discontinuidad, la pérdida y ver si por algún lado emerge el descanso tan ansiado, quizá hasta algo de interés… Puede ser un cierto sendero, más no es obligatorio ni está garantizado, depende de la apuesta de cada uno.

Como lo mostró Freud, en los sueños que soñamos mientras dormimos, se presenta una polifonía de momentos, lugares de múltiple figurabilidad y significación, además de coexistir los opuestos (“Estaba en casa, pero no se veía como mi casa, pero yo sabía que era mi casa”. “En mi sueño era yo el que veía pero al mismo tiempo estaba viendo desde lejos, como un narrador, al tiempo que me sentía  siendo visto por alguien, pero al verme al espejo no me reconocí, no me veía como yo, sino como…”); pudiendo confeccionarse diversas narrativas a través de las imágenes que logramos recordar ya despiertos, del sentido y significado inconsciente a través de lo que, para la conciencia, pudiera parecer algo sin sentido, pero que a través de la asociación libre del soñante (decir todo lo que se venga a la mente, todas las ocurrencias, sin oponer ningún tipo de censura, por más ilógico o vergonzoso que parezcan) puede descubrirse la verdad, el sentido y significado, de nuestros sueños.

De la misma forma, la casa – ese espacio aparentemente tan cotidiano y conocido - el cual ya dispone de un plano, diseño y decoración específicos, en esto tiempos de reclusión voluntaria, debido a la pandemia del Covid-19, que sorprendió al mundo, ha adquirido una polifonía de usos y atmósferas, convirtiéndose en una casa en expansión, justo como sucede en nuestros sueños.

La creatividad e imaginación han inventado usos inéditos de los espacios y tiempos, práctica que, hasta hace poco, solo era conocida por algunos testimonios de astronautas, prisioneros de guerra, trabajadores de plataformas petroleras, deportistas de lo imposible: nadadores de aguas abiertas, corredores de ultra distancia y alpinistas.

Las casas en tiempo del coronavirus se han expandido. Mostrándonos una característica básica de la existencia humana: que lo nuevo que logra satisfacernos, no es necesariamente algo opuesto a lo viejo, a lo ya conocido, que estaría en otro lugar, en un nuevo objeto, sino un pliegue interno de lo mismo, una amplificación del objeto ya conocido, un uso inédito del mismo, hasta ese momento desconocido (de sí mismo, del otro, de la casa, de la vida) que siempre había estado presente -incluso como potencialidad- sin ser notado. Su lógica implica hacer con los elementos que se tienen a la mano, por eso mueve al a invención y creatividad; pue no responde a un “Pienso luego existo”, sino “Hago, luego…”. Que más allá o más acá de los lugares, desplazamientos y circuitos que recorremos en el día a día y que ahora se pudieran extrañar, existe algo que se realiza, es potente y generador, inclusive estando en el mismo espacio -que al mismo tiempo es uno ya conocido y otro diferente, in crescendo. Algo que lograron captar de manera genial, tanto Lars von Trier en su película Dogville (Dinamarca, 2003), Julian Schnabel en Le Scaphandre et le papillon (Francia, EUA, 2007) como Harold Ramis en Groundhog Day (EUA, 1993). 

 

*Editorial publicada originariamente en el periódico El Porvenir (08/042020) sección editorial, pág. 2. 

 


 

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¡Estamos en guerra! ¡Hagamos lo imposible!*

 

Camilo E. Ramírez 

 

 

¿No es acaso esta la tremenda lección del Covid-19, que nadie se salva solo?;

mi salvación no depende solo de mis actos, sino de aquellos del Otro

Massimo Recalcati

 

 

¡Estamos en guerra! Solo que el enemigo a vencer no es algo visible, bien localizado, alguien a quien podemos ver a kilómetros de distancia, desde la torre de vigilancia de nuestro castillo amurallado, sino un virus, algo invisible, microscópico. Ello puede, tanto elevar el estado de alarma y angustia paralizante, como contagiar la negligente negación de la gravedad, pensar que, porque no se ve, no existe. Dos extremos igualmente peligrosos. Ante este escenario, ¿Cómo recuperar la calma? – nos preguntan.

Definitivamente, así como en el ámbito de la biología, los organismos que sobreviven son los más adaptados a las condiciones nuevas y cambiantes, en el contexto humano, existencial y psicológico, las personas que respondan creativamente, que logran construir intereses, de los más variados y diversos, como una forma de vivir en estos tiempos, son quienes no solo lograrán surfear las mejores olas de un mar embravecido y adverso, sino inclusive, lograr lo imposible, disfrutar del recorrido, apropiándose de manera, singular y responsable, de sus respuestas. “¡Que no cunda el pánico!” -como decía el Chapulín Colorado, sino que cunda, la responsabilidad, la curiosidad, el interés, la pasión, la invención…En este sentido, no se trata tanto de recuperar la calma, sino de abrazar el ritmo del movimiento vertiginoso a nuestro favor, crear algo a partir de ello; justo, como no lo enseñan desde hace ya mucho tiempo, los deportes extremos y la música electrónica.

Las recomendaciones de las autoridades son claras: lavarse las manos frecuentemente, no tocarse la cara, ni frotarse los ojos, desinfectar superficies, toser atravesando el codo, mantener una sana distancia, evitar aglomeraciones, salir lo mínimo indispensable, en lo preferente -quien así lo pueda, su estilo de vida y trabajo, se lo permita- no salir de casa, cancelar las salidas de esparcimiento, las vueltas que se puedan postergar, para con ello evitar un contagio vertiginoso, exponencial; consultar al médico especialista en caso de síntomas respiratorios, aislamiento en caso de contagio de Covid-19.

Son tiempos que hacen emerger una tensión que pone en juego el valor cívico en cada uno de nosotros, el bien colectivo que se construye desde la singularidad: la posibilidad del cuidado de sí mismo y del próximo más cercano, así como del semejante, lejano y desconocido, reduciendo la interacción social, quedándonos en casa, se confrontan con el deseo más inmediato, íntimo y egoísta -muy el tono de nuestros tiempos- de querer hacer lo que se pegue la gana, como si nada pasara, con un halo de narcisismo con su pensamiento mágico “¡A mí no me pasará nada!” .... ¡Verdaderos peligros ambulantes! ¿Renuncio a realizar lo que yo quiero para salvar al otro? ¿Niego todo lazo social, todo vínculo, incluso a un nivel más elemental, a nivel biológico?

La pandemia del coronavirus pone en jaque, no solo a nosotros como organismos biológicos, sino a gobiernos, políticas públicas, sector salud, economías, empresas, parejas y familias. No solo de ahora -de la vida en tiempos del coronavirus- sino a cada momento. La pandemia del coronavirus pone al descubierto asuntos, estilos y problemáticas, postergadas, pendientes, en lo mundial, nacional, local, familiar e individual.

Sobre las reacciones, los comportamientos de estos tiempos pandémicos que dificultan aún más las cosas: ¿No son acaso los desabastos, el aprovechar la tragedia, lo mismo que hemos visto reflejado desde siempre en el síntoma de la vialidad regiomontana, cada uno manejando como le plazca, sin importar el otro? ¿De la música estridente del vecino, que hace como si viviera aislado cual ermitaño? ¿Del junior, drogado y alcoholizado, que mata con su auto a un transeúnte y sale libre pagando una cuantiosa suma de dinero? ¿De empresas preocupadísimas más por sus ganancias y pérdidas, que por sus trabajadores y clientes? ¿Primero mis dientes y luego mis parientes? Entre muchos otros detestables rasgos del Monterrey way of life.

Si algo nos enseña y recuerda la pandemia del Covid-19 de manera contundente, vulnerando la salud y las formas de afrontamiento, es que nadie vive y se cura aislado de los demás, sino en comunidad, en interacción con el semejante; que la función de partidos políticos y gobiernos no es simplemente la de acaparar el poder y los recursos para su grupo exclusivo, que su verdadera vocación es el servicio y no el servirse. Ya que, en esta experiencia compartida globalmente, queda más que claro, que mis acciones repercuten, invariablemente, en el otro, en el colectivo más amplio, traspasando fronteras. 

Lo que el coronavirus nos enseña -entre muchas cosas, si lo tomamos también como figura- es algo que hemos estado intentando transmitir desde hace ya mucho tiempo, como lo planteó Freud en su ensayo Psicología de las masas y análisis del yo, que lo individual es al mismo tiempo, social y viceversa: que los retos y problemáticas de una sociedad, de un país, como lo son, la reactivación económica, la educación, la violencia social y familiar, la violencia hacia las mujeres, el secuestro y la extorsión, la trata de personas, la pornografía infantil, la pobreza extrema, la migración forzada… son “virus” que, de igual forma, se tienen que atender en todos los niveles y frentes, justamente como está sucediendo con el Covid-19. 

 


* Artículo publicado originalmente en el periódico El Porvenir (25.03.2020) sección editorial, p. 2.