Atención psicológica a personas con cáncer*

 

por 

Camilo E. Ramírez

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“La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara. A todos, al nacer, nos otorga una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano del otro lugar”

Susan Sontag, El cáncer y sus metáforas

 

El cáncer es una enfermedad que plantea en sí una paradoja: ser un exceso de vida que produce destrucción y –en algunos casos- desencadenar la muerte.

El tratamiento médico a pesar de estar diseñado para mejorar el estado de salud del paciente, no puede descartar del todo producir algún tipo de daño o malestar; la investigación en tratamientos oncológicos desarrollados a la fecha no ha logrado producir un procedimiento o fármaco que logre “atacar” exclusivamente las celular cancerígenas, manteniendo intactas aquellas que están saludables. Por lo que la valoración del médico especialista junto al paciente y su familia, a la hora de decidir emprender algún tipo de tratamiento, debe considerar los efectos adversos,  tanto de la enfermedad en sí, como del tratamiento, a fin de tomar una decisión bien informada.

La información clara y oportuna sobre el tipo de cáncer que se padece (características, evolución, esquema de tratamientos, pronóstico,  efectos, etc.) que es otorgada por fuentes confiables, como pueden ser  el médico tratante y la consulta de bibliográfica especializada, posibilita que el paciente y su familia tengan un referente a partir del cual contextualizar su enfermedad, es decir, poder imaginarla en su cotidianidad, asumiendo sus efectos, como de los esquemas de  tratamiento a emprender.

En el caso de la persona que padece el cáncer, dicha enfermedad es una experiencia –que como muchas en la vida- se presenta produciendo ciertos efectos (angustia, tristeza, ira, desconocimiento, desesperanza, retos…) en singular. El espacio y escucha psicológica puede posibilitar, de inicio, que la persona reconozca, evalué y analice los efectos que dicho padecimiento ha producido en su vida, a fin de poder lidiar con esa nueva condición en tres grandes áreas: el diagnóstico, la enfermedad en sí (tipo, expresión, fases) y los efectos en la vida diaria (cuerpo, afectividad, familia, actividades de la vida diaria, ocupaciones escolares, laborales, etc.).

Toda enfermedad trastoca no solo la estabilidad de un organismo, sino de una vida y subjetividad determinada. Las enfermedades son experiencias que ponen a prueba la fortaleza física, psíquica, económica y familiar; las relaciones de pareja y de amistad con las que se creía contar. Las formas en las que se recibe, asume y enfrenta la enfermedad padecida, dependen de los recursos físicos y psíquicos previos, pero también –y eh ahí la grandeza de los humanos- con los que a partir de la enfermedad se construyen. En ese sentido la enfermedad es una pérdida de referentes y estabilidad que puede producir, en el mejor de los casos- un nuevo orden más sensible. Experiencias diversas han mostrado que para muchas personas -por más extraño que parezca- solo en la enfermedad pudieron tener una experiencia de libertad, fortaleza…precisamente porque cada enfermedad pone a prueba algo, así como nos revela otras tantas cosas, modificando la  condición de fragilidad-fortaleza de la vida humana. 

 


 Citar este artículo:

Ramírez-Garza, C. (2012) Atención psicológica a personas con cáncer. Tu salud y punto. Vol. 63.


Enfermedad y psicoanálisis 

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Camilo E. Ramírez Garza

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"Hace tiempo que ya no me hago caso"

Grabriel García Márquez,

Al ser cuestionado sobre su estado ante el alzheimer que padecía. 

 

Cada enfermedad, cada malestar físico porta un efecto singular para cada uno. Las imágenes, ideas y suposiciones que cada quien va construyendo -paralelamente a la información médica de la que dispone-van dándole forma, de alguna manera, a esa nueva experiencia que rompe con una cierta seguridad y secuencia de vida (Ramírez-Garza, C, 2005 La imagen del cáncer en pacientes oncológicos: un análisis a través de la clínica psicoanalítica. Tesis de maestría. México: UANL, 2005)

En muchos casos, casi automáticamente, quien recibe un diagnóstico, asume una cierta identidad con el modelo o patrón cultural confeccionado para tal o cual enfermedad o padeci-miento. En ese sentido, la enfermedad funciona como una especie de nuevo-nombre para quien recibe un diagnóstico; desautorizar ese modelo imaginario que "cae" sobre sí, dandole forma-al-ser-con-la-enfermedad para poder inventar una forma singular de enfrentar y reinventar desde la propia singularidad, la forma de vivir dicha nueva condición, es una posibilidad de generar una postura responsable sobre nuestras decisiones, incluso sobre aquellas que pensaríamos no controlamos, como son las enfermedades. 

La resignación y la compasión son dos aspectos que participan en la facilitación de asunción de la persona de dicho modelos social "listo para llevar" (Forbes, Jorge Você sofre para não sofrer? Desautorizando o sofrimento prêt-à-porter. Barueri: Manole,2017) una especie de "fast-food" imaginario-psicológico con el cual las personas le dan sentido a la enfermedad padecida, diagnosticada: ante un diagnóstico la persona se ve desorientada sobre lo que le sucede, sobre qué es, qué implica lo que padece, experiencia que en muchos casos hace que aparezca la búsqueda de dicho modelo socialmente organizado (como se ve una perdona que padece tal o cual) como si se tratara de un disfraz, hecho es que es fortalecido por el reconocimiento social que el enfermo recibe, a través de la compasión, como amor comprensivo sobre lo que se sufre, instalándose con ello ganancias alternas de la enfermedad, finalmente se tiene un lugar en el amor del otro, además de la resignación como supuesto valor social de madurez, "solo un adulto responsable sabe aceptar el dolor que implica la vida, dejar ir" etc., etc. y demás estupideces que se dicen sin dirigirles el mejor cuestionamiento de su sentido y efectos en la vida. Gracias a esos dos elementos, la persona ahora nuevo sujeto: sujeto de la enfermedad, de la resignación y compasión, se ve en la necesidad de no abandonar esa posición de víctima que sufre a través de un modelo socialmente aceptado y reforzado, impidiéndosele incluso la mejoría, en más de un sentido.

La clínica psicoanalítica advierte de los efectos en el sujeto al asumir una imagen: quedar capturado y atrapado en ella, alienado. Las personas tienen rasgos más el sujeto no es el rasgo, podríamos decir, la persona padece una enfermedad más no es la enfermedad. Por más que le de una forma de expresión socialmente aceptada a su enfermedad, no hay ninguna  relación directa y unívoca entre la enfermedad padecida en el organismo y la forma de mostrarse, física, mental, postural, subjetivamente. De ahí la posibilidad de desautorizar esa forma de expresión y presentación de la enfermedad, dejando de "alimentarse" de la compasión y resignación, para reinventar y elegir una forma singular de soportar y atravesar eso que se vive.
 
 

El estrés y burn-out en el cuidador


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Camilo E. Ramírez

 

El estrés y el burn-out son malestares producidos por una sobrecarga de actividades sostenida en el tiempo. Podríamos decir que son padecimientos que se presentan con una cierta gradualidad, con sus respectivas variantes de persona a persona y de contexto a contexto: al inicio, dicha sobrecarga emplea algunos de los recursos del sujeto (mentales, afectivos, materiales, etc.) y posteriormente puede quedar rebasado. Momento en el que a menudo se pueden presentar síntomas muy variados que afecten la capacidad para realizar las funciones diarias, así como el disfrutar y descansar; para dormir, incluso para concentrarse en alguna actividad, las personas refieren ya no solo sentirse cansadas, sino más allá del fastidio y el sin sentido de la actividad y su vida. Momento crucial donde se puede buscar la atención.

Dicho estrés y burn-out, cuando ya ha rebasado las capacidades del cuidador de una persona con una enfermedad crónico degenerativa, ya no se origina solo en la sobrecarga de trabajo, “En lo tupido” de las ocupaciones - como diría la sabiduría popular, sino en la noción de sentir/imaginar que no se puede "escapar", que por más descansos y distracciones que se tomen, no se experimenta una “liberación”, descanso y reparación plena, pues tarde temprano se terminará "cayendo" en la misma serie de actividades rutinarias entorno al cuidado del familiar o paciente. Contexto donde se genera, a menudo, en muchos cuidadores, una culpa excesiva al considerar a la muerte de la persona enferma que se cuida, como la única posible liberación de todas las actividades (¿! Pero cómo es posible que esté pensando todas estas cosas, si yo le quiero mucho?!) Ante la cual, como un castigo y compensación, se vuelven a sobrecargar de actividades en el cuidado al familiar y/o paciente (“¡Me lo merezco por andar pensando todas esas cosas malas!”) a fin de “lavar” las culpas, exceso de trabajo que una vez más vuelve a rebasarles en fuerzas y termina dejándolos “en la lona”.

La atención psicológica al cuidador de una persona con una enfermedad crónico-degenerativa

Parte del trabajo que realizamos con personas que se dedican a cuidar a un familiar que padece una enfermedad crónico-degenerativa o algún otro padecimiento de largo plazo, consiste en valorar a detalle los efectos que de dicha actividad ha tenido en su persona y vida, con qué redes de apoyo cuenta, qué malestares (estrés, burn-out, problemas familiares, económicos, de pareja etc.) se presentan en su día a día, a fin de poder atender y resolver más adecuadamente -lo que implique para cada persona y situación particular- dichos malestares. En ese sentido, se hace una valoración integral de la actividad del cuidador y sus efectos, a fin de que pueda realizar modificaciones y retomar algunos elementos de su vida, y no se quede reducido a cuidar a alguien.

Cuando no se realiza alguna de estas valoraciones o atenciones, ante la pérdida del ser querido o familiar, la persona que tenía ya varios años consagrados al cuidado exclusivo de su familiar, llegando a configurar su existencia solo en función del cuidado y atención del otro, al estilo de “Cuido, luego existo”, se queda en una especie de “flotando en la nada”, sin su referente principal, situación que le puede afectar para poder retomar “los hilos” de su vida. ¿Qué “murió” de mí durante el cuidado  del otro o cuando éste murió? ¿Qué se va dejando y/o retomando en el día a día? ¿Cómo es que las familias se acomodan y se re-acomodan ante el cuidado de un familiar, que se puede o no, dejar cuidar? ¿De qué redes y recursos se dispone para poder realizar la propia existencia, a la par del cuidado del familiar, amigo/a o paciente? Son interrogantes que abren la perspectiva de análisis de la experiencia que se vive, a fin de poder reconocer sus malestares y posibilidades de solución. Ya que si la enfermedad, es una “nacionalidad” que tarde que temprano todos usaremos –como dijo Susan Sontag (“Las enfermedades y sus metáforas”) podemos adaptarnos y ser flexibles a los cambios que ella nos plantea, más que como falla imposible de resolver, como condición a asumir e integrar –en la medida de lo posible- a la existencia del día día. 

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