El estrés y burn-out en el cuidador
Camilo E. Ramírez
El estrés y el burn-out son malestares producidos por una sobrecarga de actividades sostenida en el tiempo. Podríamos decir que son padecimientos que se presentan con una cierta gradualidad, con sus respectivas variantes de persona a persona y de contexto a contexto: al inicio, dicha sobrecarga emplea algunos de los recursos del sujeto (mentales, afectivos, materiales, etc.) y posteriormente puede quedar rebasado. Momento en el que a menudo se pueden presentar síntomas muy variados que afecten la capacidad para realizar las funciones diarias, así como el disfrutar y descansar; para dormir, incluso para concentrarse en alguna actividad, las personas refieren ya no solo sentirse cansadas, sino más allá del fastidio y el sin sentido de la actividad y su vida. Momento crucial donde se puede buscar la atención.
Dicho estrés y burn-out, cuando ya ha rebasado las capacidades del cuidador de una persona con una enfermedad crónico degenerativa, ya no se origina solo en la sobrecarga de trabajo, “En lo tupido” de las ocupaciones - como diría la sabiduría popular, sino en la noción de sentir/imaginar que no se puede "escapar", que por más descansos y distracciones que se tomen, no se experimenta una “liberación”, descanso y reparación plena, pues tarde temprano se terminará "cayendo" en la misma serie de actividades rutinarias entorno al cuidado del familiar o paciente. Contexto donde se genera, a menudo, en muchos cuidadores, una culpa excesiva al considerar a la muerte de la persona enferma que se cuida, como la única posible liberación de todas las actividades (¿! Pero cómo es posible que esté pensando todas estas cosas, si yo le quiero mucho?!) Ante la cual, como un castigo y compensación, se vuelven a sobrecargar de actividades en el cuidado al familiar y/o paciente (“¡Me lo merezco por andar pensando todas esas cosas malas!”) a fin de “lavar” las culpas, exceso de trabajo que una vez más vuelve a rebasarles en fuerzas y termina dejándolos “en la lona”.
La atención psicológica al cuidador de una persona con una enfermedad crónico-degenerativa
Parte del trabajo que realizamos con personas que se dedican a cuidar a un familiar que padece una enfermedad crónico-degenerativa o algún otro padecimiento de largo plazo, consiste en valorar a detalle los efectos que de dicha actividad ha tenido en su persona y vida, con qué redes de apoyo cuenta, qué malestares (estrés, burn-out, problemas familiares, económicos, de pareja etc.) se presentan en su día a día, a fin de poder atender y resolver más adecuadamente -lo que implique para cada persona y situación particular- dichos malestares. En ese sentido, se hace una valoración integral de la actividad del cuidador y sus efectos, a fin de que pueda realizar modificaciones y retomar algunos elementos de su vida, y no se quede reducido a cuidar a alguien.
Cuando no se realiza alguna de estas valoraciones o atenciones, ante la pérdida del ser querido o familiar, la persona que tenía ya varios años consagrados al cuidado exclusivo de su familiar, llegando a configurar su existencia solo en función del cuidado y atención del otro, al estilo de “Cuido, luego existo”, se queda en una especie de “flotando en la nada”, sin su referente principal, situación que le puede afectar para poder retomar “los hilos” de su vida. ¿Qué “murió” de mí durante el cuidado del otro o cuando éste murió? ¿Qué se va dejando y/o retomando en el día a día? ¿Cómo es que las familias se acomodan y se re-acomodan ante el cuidado de un familiar, que se puede o no, dejar cuidar? ¿De qué redes y recursos se dispone para poder realizar la propia existencia, a la par del cuidado del familiar, amigo/a o paciente? Son interrogantes que abren la perspectiva de análisis de la experiencia que se vive, a fin de poder reconocer sus malestares y posibilidades de solución. Ya que si la enfermedad, es una “nacionalidad” que tarde que temprano todos usaremos –como dijo Susan Sontag (“Las enfermedades y sus metáforas”) podemos adaptarnos y ser flexibles a los cambios que ella nos plantea, más que como falla imposible de resolver, como condición a asumir e integrar –en la medida de lo posible- a la existencia del día día.
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