Enfermedad y psicoanálisis
Camilo E. Ramírez Garza
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"Hace tiempo que ya no me hago caso"
Grabriel García Márquez,
Al ser cuestionado sobre su estado ante el alzheimer que padecía.
Cada enfermedad, cada malestar físico porta un efecto singular para cada uno. Las imágenes, ideas y suposiciones que cada quien va construyendo -paralelamente a la información médica de la que dispone-van dándole forma, de alguna manera, a esa nueva experiencia que rompe con una cierta seguridad y secuencia de vida (Ramírez-Garza, C, 2005 La imagen del cáncer en pacientes oncológicos: un análisis a través de la clínica psicoanalítica. Tesis de maestría. México: UANL, 2005)
En muchos casos, casi automáticamente, quien recibe un diagnóstico, asume una cierta identidad con el modelo o patrón cultural confeccionado para tal o cual enfermedad o padeci-miento. En ese sentido, la enfermedad funciona como una especie de nuevo-nombre para quien recibe un diagnóstico; desautorizar ese modelo imaginario que "cae" sobre sí, dandole forma-al-ser-con-la-enfermedad para poder inventar una forma singular de enfrentar y reinventar desde la propia singularidad, la forma de vivir dicha nueva condición, es una posibilidad de generar una postura responsable sobre nuestras decisiones, incluso sobre aquellas que pensaríamos no controlamos, como son las enfermedades.
La resignación y la compasión son dos aspectos que participan en la facilitación de asunción de la persona de dicho modelos social "listo para llevar" (Forbes, Jorge Você sofre para não sofrer? Desautorizando o sofrimento prêt-à-porter. Barueri: Manole,2017) una especie de "fast-food" imaginario-psicológico con el cual las personas le dan sentido a la enfermedad padecida, diagnosticada: ante un diagnóstico la persona se ve desorientada sobre lo que le sucede, sobre qué es, qué implica lo que padece, experiencia que en muchos casos hace que aparezca la búsqueda de dicho modelo socialmente organizado (como se ve una perdona que padece tal o cual) como si se tratara de un disfraz, hecho es que es fortalecido por el reconocimiento social que el enfermo recibe, a través de la compasión, como amor comprensivo sobre lo que se sufre, instalándose con ello ganancias alternas de la enfermedad, finalmente se tiene un lugar en el amor del otro, además de la resignación como supuesto valor social de madurez, "solo un adulto responsable sabe aceptar el dolor que implica la vida, dejar ir" etc., etc. y demás estupideces que se dicen sin dirigirles el mejor cuestionamiento de su sentido y efectos en la vida. Gracias a esos dos elementos, la persona ahora nuevo sujeto: sujeto de la enfermedad, de la resignación y compasión, se ve en la necesidad de no abandonar esa posición de víctima que sufre a través de un modelo socialmente aceptado y reforzado, impidiéndosele incluso la mejoría, en más de un sentido.