Lo ingobernable: fuente de invención
Camilo E. Ramírez
El miedo es seguro, el entusiasmo, un riesgo
Jorge Forbes
La vida y la muerte son el orden de lo ingobernable. Habitamos entre dos imposibles: no pedir nacer y no poder hacer nada -hasta el nuevo aviso tecnológico- para un día no morir.
La vida humana puede ser vista como la respuesta permanente a los eventos contingentes, sorpresivos y problemáticos, que se nos van presentando, lo que generamos e inventamos a partir de ellos; las formas, creativas y variadas, de hacer algo inédito con lo que nos hicieron, con lo que nos sucede.
La vida humana posee muchos rostros de lo ingobernable, es decir, experiencias y cosas que no podemos prever, ni controlar del todo, pues siempre algo se escapa a su control, dominio y entendimiento: el latido del corazón, interactuar con lo desconocido, las sorpresas, las contingencias, enamorarnos, la pasión, el interés, la creatividad, la plasticidad cerebral, las paradojas de la naturaleza, los microorganismos, las bacterias, los virus… No es que el riesgo aparezca ahora, siempre está presente. El riesgo y la incertidumbre es el contexto permanente de la vida para los humanos; convivir con lo incompleto, con lo que escapa al control e inventar soluciones.
El humano se renueva, reinventa y amplifica una y otra vez, somos solucionadores de problemas y dificultades. Construimos en el silencio y en la quietud, también en el caos, el dolor y el sufrimiento; es en lo incierto que inventamos el futuro. Y hoy estamos viviendo tiempos de transformación, de cambio de paradigmas, colectivos y globales, de estilos de vida, política, economía, de atención a la salud…que podemos, por momentos, pensar el mundo, ese tan distante, tan lejano, muy cercano, interconectado, tan globalmente local.
Las recomendaciones básicas de higiene ya tienen varios siglos, son baratas y simples, y tienen que ver más con principios elementales de higiene y educación que se han ido perdiendo...sin embargo, el miedo, su contagio social y explotación, política y comercial, gusta de aparatosas y escandalosas medidas, eleva rating en medios, seguidores y tránsito en páginas web – de ahí el consumo excesivo y compras de pánico- en un intento por contrarrestar la angustia, vía el gasto de dinero en productos tan aparentemente opuestos y extraños, pero con un vin-culo, como lo son el papel higiénico, armas y municiones, estos últimos en algunas ciudades de EUA. Solo que la angustia, a diferencia del miedo, al no tener un objeto específico (información, imagen, compra…) que la calme, que la haga desparecer, al pretender frenarla o extinguirla por esa vía, se corre el riesgo de amplifica, como intentar apagar el fuego con gasolina.
Quienes imperiosamente buscan estar seguros vía el binomio miedo-consumo, quizás ignoran que se han transformado a sí mismos en Sísifos que al tiempo que acumulan, cargan pesados objetos/actividades antiestrés, anti-miedo, anti-angustia, que no solo no conseguirán tranquilizarlos y entretenerlos, sino angustiados, hartarlos y aburrirlos aún más, saturarlos de objetos. Pues recordemos que el superyó postmoderno -como técnicamente se le menciona en psicoanálisis- ya no es solo aquella instancia juez moral terrible, aquella conciencia imposible de satisfacer, sino algo que ordena además un imperativo moral-afectivo: “Tener que ser feliz”, “Estar saludables”, “Estar divertidos”, “Estar libres de estrés”, gracias a lo cual, momentos como el que vivimos, estresarán y atemorizarían aún más, al no poder realizar dichas ordenes, derivadas de “No solo tienes que hacerlo, te tiene que gustar hacerlo” Ante ello, ¿Cómo responder? ¿Qué podemos hacer?
Lo más sencillo, no solo suele ser lo más elegante y verdadero, sino lo más fundamental. Ante lo incierto, lo nuevo o difícil de la existencia, tenemos dos grandes formas de responder: de manera común, mediante las respuestas que ya conocemos o la invención de respuestas creativas. Las respuestas comunes son el enojo, la queja, echarle la culpa a alguien (a los padres, a los maestros, al gobierno, a la pareja, los infectados…en fin, al otro) creer que si no fuera por ellos, el mundo, nuestro mundo, sería maravilloso; la queja convierte al quejoso en un perfecto moralista, implacable juez de los demás; quejarse da la sensación de mantener la propia perfección (el narcisismo) intacta, el mal, el infierno, son los otros, a los cuales hay que evitar, solo que al ver de cerca, siempre detrás de un perfecto moralista hay un perfecto perverso.
La tristeza -esa rabia vuelta hacia sí mismo- y el fatalismo, son otras de las respuestas comunes; quien encarna tales posiciones, tiene la certeza de portar un saber mayor, por el hecho de estar sufriendo en carne propia o haciendo sufrir a los demás, como lo es el fatalista que considera que al aumentar la gravedad y el sadismo (con el otro, por supuesto) aumenta el grado de verdad en lo que dice; gusta dar noticias terribles y de impacto, se alimenta en producir miedo y terror en los demás, mismo que precisamente no puede asumir en sí mismo/a, mientras que quien encarna la tristeza como posición permanente, tiene la ilusión que declarando los males padecidos, asumiendo una culpa permanente, logrará calmar o confundir a los dioses de lo ingobernable, pues “ya ha pagado la cuota”, creando una especie de inmunidad ante el riesgo de vivir.
Por otro lado, las respuestas creativas se posicionan ante el mundo, como algo maravilloso y nuevo, no como una amenaza constante, se inscriben y surgen en el corazón mismo de la vida humana: al no estar determinados biológicamente, podemos inventar ideas, estrategias… (¡Vacunas! ¡Medicamentos!) adaptarnos creativamente, innovando mediante nuevos conocimientos, tecnologías y sistemas, siempre variados e inéditos; siendo diferentes de persona a persona, basados en la posición de la multiplicidad y no de la igualdad o uniformidad; partiendo de lo incompleto, de la diferencia, de la singularidad, no como falla o error, sino como detalle y tesoro, creativo, económico y de solución. Esto, en el día a día de este contexto global-localmente compartido del Covid-19, sería inventar de manera creativa el cómo vivir, convivir (trabajar, jugar, aprender, comprar…) la vida, no solo no sucumbiendo ante el canto de las sirenas de las respuestas comunes, sino explorando e inventando nuevas formas de vida y convivencia. ¿No es acaso eso de lo que se ha tratado la vida humana desde su origen en este planeta?
*Editorial publicada originalmente en el periódico El Porvenir (18.03.2020) página 2.