Miedo e indignación
Camilo E. Ramírez
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Uno de los grandes peligros que afrontan los manifestantes
es el de enamorarse de sí mismos
Slavoj Zizek
Cada día vemos erigirse nuevos objetos tanto de miedo como de indignación. Estas dos reacciones son –plantea Luc Ferry, filósofo francés- expresiones detestables de la democracia: por un lado el miedo, si bien una cierta dosis del mismo, puede ayudarnos a prever algún peligro, desencadenando una protección ante algo que consideramos amenazante, si alcanza cierta intensidad, puede paralizar al sujeto, al punto de “congelarlo” reducirlo, constreñirlo, volverlo egoísta, romper el lazo social con los demás, replegarse, vivir en la evitación de todo y de todos, con la promesa de que solo así se estará seguro, (“Primero mis dientes y luego mis parientes”) por otro lado, la indignación, como reacción moralista ante los demás, carente de toda ética propia, pues quien se indigna, curiosamente, solo lo hace ante el comportamiento del otro, su semejante…¡Pero que intendencia! ¡Qué escándalo! nunca ante sí mismo/a, para eso tiene montones de escusas y justificaciones. Por lo tanto, la queja del otro, el hueco, su falla, deviene –histéricamente, podríamos decir, psicoanalíticamente- en excusa de la propia, si yo no puedo/soy/tengo es solo como consecuencia de que el otro no me ha dado tal o cual cosa, su falla, su carencia es una forma de exculpar lo propio.
Miedo e indignación, dos formas infecundas de mover a la participación social en democracia, dos formas reaseguradoras del propio ego, del propio narcisismo, que sustenta su lógica bajo la premisa, “Me quejo, luego existo”, “Me quejo, luego soy perfecto/a”, “Me quejo, me indigno, luego soy bueno/a, perfecto/a”, “Tengo miedo, luego me repliego, me dominan”, como hacen cientos de críticos de arte al decir que algo es “malísimo”, pretenden, mediante el golpeteo, hacerse un lugar de importancia.
Dicha queja por la queja, la función de la queja, donde una vez que uno se ha quejado/temido se debe adecuar después todo (vida, cuerpo, etc.) para que coincida con lo que se ha estado diciendo, es el contexto necesario para promover el excesivo consumo (objeto-mercancía, objeto-voto) de ESO que se piensa logrará colmar las ansias desencadenadas tanto por el miedo como por la indignación. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en las dos figuras presidenciales, el caso de EUA, y el de México: presidentes que ostentan su función a través de la indignación y el “desliz” calculado y no calculado, justamente por saber explotar muy bien esas dos formas de lazo social: miedo e indignación, ya que se creará que son totalmente válidas y verdaderas, justamente por guardar una relación particular con el cuerpo, dándole identidad, consistencia y función.
A partir del miedo y la indignación + el uso de la tecnología, portar un celular con cámara fotográfica, su usuario se aproxima a la experiencia más inmediata, filmando todo cuanto le atemoriza y le indigna, creyendo quizás, que la sola acción producirá un cambio; quizás si quizás no, es una apuesta y nunca una garantía, pero lo que si puede saberse es que funcionará como un objeto más de indignación al estilo de “Me enfada” del Facebook, o el reclamo eterno al otro que frustra, que daña, que no hace lo que “debería” de hacer. Voces que, es por más que bien sabido, la misma autoridad promueve, sostiene y explota a fin de -hablen mal/hablen bien, pero hablen de mi- convertirse en el destinatario tanto del miedo como de la indignación. Así como un comediante va “tomándole el pulso” a su número preparado, ciertos políticos emplean y explotan esa dupla miedo/indignación a fin de volverse (volvidos) política-viral, traspasar y superar la política-administración. ¡Felices fiestas!…Falta como un día, no menos, como cinco para el 25 de dic.
Un extraño/conocido llama
Camilo E. Ramírez
“Quisiera, no obstante decirles de paso que no se me ha escapado
algo de inmensas dimensiones cómicas en este rodeo”[1]
Jacques Lacan
Gobiernos, cuando no pueden legitimarse, recurren al miedo, al terror: interno o externo, inventan enemigos aquí y allá, para poder constituirse como los salvadores. Lo mismo hacen los motivadores y supermanes busca víctimas que “salvar”, crean, como la clase política, la pobreza que se requiere explotar más adelante.
La reciente racha de llamadas en Monterrey y su área metropolitana, llamadas que fluctúan entre el fraude (donde quien llama, trabaja con la esperanza e ilusión de quien contesta: su teléfono ha sido elegido entre millones de usuarios, para recibir un premio que consiste en…solo debe de hacer un depósito para gastos de gestión a…¡Finalmente, gracias Dios mío!) y la extorsión (quien llama, trabaja con nuestro miedo: sabemos quién es usted, si no….entonces…) podríamos decir que operan de la misma manera que los comerciales, campañas políticas y estrategias de inversión: buscan tocar el cuerpo de manera singular, afectando la seguridad más básica, a fin de producir un efecto de consumo de ese objeto que se ofrece como la solución a contrarrestar los efectos del miedo. Como cuando alguien, en la actualidad, siglo XXI, olvida su teléfono celular en su casa o éste no tiene batería, su cuerpo, ese de carne y hueso, que es expandible y se organiza por las palabras y las imágenes, sufre los embates de la pérdida de potencia del gadget tecnológico.
¿Por qué siguen funcionando el miedo y el terror como estrategias, políticas, criminales y de mercado? Porque apuntan a un sin sentido, a un vacío de la experiencia humana: a partir de la no regulación instintiva de la vida humana, como la tienen las hormigas, por ejemplo, los humanos debemos crear referentes y organizadores, en base a imágenes y a palabras, que nos otorguen una cierta consistencia a esa invención llamada realidad (mitos, religión, conocimiento, artes, etc.) funcionan como una red de ideas que intentan ocultarnos un vacío fundamental, algo sin sentido ni saber, que nos trasciende y va imparablemente avanzando y que son esas cosas del orden de lo irreversible, como la creación e inventiva, el paso del tiempo y la muerte. De ahí que el miedo, se “cuelgue” de eso inefable de la experiencia humana, de eso imposible de descifrar, un núcleo duro, lo Real, le llamó el psicoanalista francés Jacques Lacan, a eso del orden de lo imposible de describir con imágenes y palabras, pero que no necesariamente está hecho producir miedo o terror, pues al ser algo indiferenciado, puede ser también una fuente inagotable de creatividad e invención, más allá de que las estrategias de gobiernos del miedo y del terror, desean llenarlo con calamidades y peligros inminentes donde curiosamente, ellos son los protectores.
Las estrategia del miedo y del terror, son siempre moralistas y no éticas, donde cada sujeto se implica y participa de sus decisiones. Lo moralista sostiene que el miedo y el terror son efecto de haber errado el camino de las buenas maneras, de los buenos comportamientos, nos pasa eso (gobiernos, naturaleza) – se declara- por las acciones equivocadas, por el pecado, eso que en la sociedades disciplinarias, ya habiendo dejado atrás la época medieval, se transformará en la perdida de virtud, normalidad y salud, para desembocar en el miedo a la pérdida de esa seguridad enlazada a la propiedad privada de los siglos XX, XXI (“SI votan por tal o cual candidato, perderán su casa y su coche, todo el esfuerzo que ha costado adquirirlos”) Al estilo de quien vende protección a comerciantes y al mismo tiempo se torna su azote, si dejan de pagar a cuota. Por ello, tanto gobiernos, como instituciones educativas –una vez que Dios ha muerto, como organizador de la existencia humana de las grandes colectividades, y los valores jerárquicos de la modernidad, disciplina, trabajo, prosperidad, seguir un solo patrón moralista- emplean el miedo y terror como estrategia de control, sea en su cuestión económica (“Se hará usted sujeto a una sanción económica si no…”) emocional-psicológica, biopolítica (“Posiblemente, si no emprende alguna estrategia, pueda afectar su autoestima o desarrollo psicológico…”, etc.) o criminal como efecto de desear buscar la justicia (“No denuncie, se tardan mucho, incluso, puede que eso haga que tengan sus datos, y ave que a veces policía y ladrones están coludidos, militares y narco, y luego si vayan directo por usted, mejor no diga nada, de gracias a Dios que solo fue algo material”) como formas de afectar los cuerpos y las mentes de los ciudadanos, promover el miedo y el silencio como una forma de no- participación, evitación, pero que “Salva el pellejo”.
Revertir cada uno de esos efectos, implicará un posicionamiento personal y singular de cada persona, pues no se puede prescribir ni imponer enfrentar o resolver los miedos, se caería en otro tipo de dictadura emocional, que muchos psicólogos, psiquiatras y hasta algunos psicoanalistas, explotan (“¡Vamos, enfrente y resuelva sus traumas emocionales y psicológicos, para que entonces sea capaz de….!” Como promoción-explotación emocional) Por su parte, el posicionamiento e invención de cada quien, a partir de eso desconocido e innombrable en sí mismo/a, nuestra insustituible singularidad, como pivote creativo inagotable, ya que, así como el gusto, el miedo también se rompe en géneros, y la solución que puede servir para unos, puede no servir para otros, es indispensable inventar formas singulares de lidiar, desangustiarse y superar eso que se ve, que se oye o que se lee en diarios, televisiones y redes sociales, creando nuevos objetos y formas de relación.
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(Foto: Artwork Alien, 1979)*
[1] Lacan, J. Le Séminaire de Jacques Lacan, Livre XI Les quatre principes fundamentaux de la psychoanalyse, 1964. Seuil, París, 1973.
*https://outnow.ch/Movies/1979/Alien/Bilder/064
Del insulto y del halago
Camilo E. Ramírez
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El insulto, como el halago, poseen la misma estructura: son dirigidos a la imagen ideal de sí mismo, el cuerpo es tocado por esas palabras de manera especial y son sumamente moralistas; sea haciendo aparecer la noción de un defecto o falta que no debería estar ahí o exaltando una virtud; se juega en ellos una dupla reconocimiento/no reconocimiento, ser/no ser. Aceptar una cosa u otra implica quedar capturado (identificado) a una imagen moral-exterior a sí mismo: “Tú eres/debes ser eso” que se replica en “Yo debo/ser eso”.
Imágenes, hechos, palabras
Camilo E. Ramírez
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Imágenes, hechos palabras, tres elementos que participan en cada experiencia. Mientras que las imágenes e imaginación otorgan a la realidad una cierta sensación de consistencia, al tiempo que la van creando, manufacturando, al estilo de un comercial, las palabras (conceptos, teorías, etc.) permiten el pasaje al hecho y tiempo narrado, con sus ritmos de exposición y argumentación; en caso de que las imágenes se tomen como único referente, EL referente, “la verdadera realidad” (Sartori, G. Homo Videns) las palabras permiten salir a otra dimensión, quitarle lo definitivo y categórico de las aplastantes imágenes, ello no implica que se hagan usos y abusos, como cuando se quiere hablar dictando y pontificando todo, otorgando a las palabras una halo fundamental como se cree que poseen las imágenes. Por su parte, los hechos, son ese Real que se escapa a toda forma de imaginación y narrativa, es un núcleo duro de procesar, pero el más importante elemento singular y creativo, que sacude la supuesta primacía de las imágenes, mostrando igualmente los límites, huecos e imposibilidad estructural de poder decirlo todo con palabras. Sin embargo, éstas últimas pueden mostrar lo imposible en un juego del entre decir, como lo es la tecnología, la ciencia (y no el cientificismo) la poesía y el humor, pues reconociendo eso Real imposible de asir, se dan la tarea de mostrarlo, justamente, a través de la fragilidad y huecos que tiene la palabra, a través del entre decir, del arte del incompleto.
En ese sentido, podemos plantear, que los abordajes humanos (educación, política, ciencia, conocimiento, arte, derecho, religión, etc.) se pueden ubicar dependiendo de la predominancia a una cosa u otra: si son aproximaciones a la experiencia humana, a través de generar imágenes (esquemas, estructuras, figuras, suposiciones) cerradas para obturar y ver el mundo, sea a través de palabras (conceptos, teorías, etc.) para narrar/crear/transformar las imágenes, saliendo de su imposibilidad y destino, o formas de hacer ahí con lo incompleto (lo Real) no como falta-error, sino como falta-posibilidad de movimiento, de invención. Dos sucesos:
Un maestro observa a su alumno hacer algo que considera no adecuado, de acuerdo al reglamento de la escuela, en base a lo que dicta el momento, es decir, no está realizando la tarea que se le ha asignado hacer, por lo tanto, infiere que está ante una conducta disruptiva según la norma[1], le llama la atención y la conducta retorna al canino considerado como normal.[2] En un par de horas se vuelve a repetir, y así a lo largo de toda la semana. Al final de la semana, el viernes, el maestro considera que su estudiante posee un problema de conducta y un problema con la autoridad, habla con la coordinadora académica, así como con el personal psicológico de la escuela, en grupo, deciden dar una notificación a los padres del estudiante para tener una junta con ellos. Llega el día de la junta, reunidos el maestro, la coordinadora y la psicóloga escolar, comentan sobre lo que ha sucedido a través de una narración (palabras) donde van apareciendo conceptos psicológicos (imágenes) aderezados con la interpretación particular de quienes ahí están, sin explicitar a que se refieren, todos asumen –sea por ignorancia o por pena de no exponer la propia carencia de entendimiento- que todos saben a qué se refieren dichos conceptos; lo mismo se habla de “bajo control de impulsos”, como de “conducta negativista desafiante”, “ausencia de límites” y “necesidad de normas”, hasta de algunos posibles “rasgos de psicopatía”, “depresión”, “ansiedad”, etc. del cuidado que se debe tener en casa, del compromiso que los padres tienen que hacer con la escuela para que su hijo continúe en el plantel, por supuesto todo esto, en el contexto –se aclara- de una genuina preocupación por la detección, el bienestar y el desarrollo del estudiante y su familia. Situaciones como ésta son el pan de cada día en escuelas, colegios, secundarias, preparatorias y hasta universidades. ¿Qué podemos decir al respecto?
Por un lado tenemos ya lo que sucede, la descripción, así como la visión del reglamento, como marco normativo de derechos y obligaciones, pero ello no resuelve la cuestión, como tampoco plantear que si el estudiante hace eso ahora, qué se esperará de él cuando sea adulto, cuando esté al frente de una familia o de una empresa, dichos que cargan de temor, culpa, supuestas profecías, prejuicios, condimentados de supuesta objetividad psicológica e incluso en ocasiones psiquiátrica, usados para argumentar y sostener una decisión actual. Uno de los posibles efectos es que se haga todo eso y no vuelva a ocurrir lo que estaba aconteciendo, hecho que les daría la idea (post-tratamiento) de que estaban en lo correcto, corregimos, volvimos al buen “redil” al alumno, después, la justificación moralista: nuestros métodos, aunque no seguramente no son los mejores, quizás estamos bien o mal, son efectivos –se dirá en defensa- pero damos buenos resultados y en un mundo como el de hoy, en una institución con tanta gente, es importante hacer siempre…… y demás bla bla bla. Sin embargo sigue sin saberse, ¿qué sucede? Solo hay un bombardeo de imágenes y palabras, improntas que se adhieren a algo y a alguien, que tiene que cambiar.
Por otro lado, si tomamos la experiencia como algo vaciado de sentido, como algo Real, donde lo que ocurre no es visto como un hecho del contexto moral-figuras de autoridad-reglamento (una falta de respeto al maestro y los valores de la escuela) o un signo de claro trastorno psicológico, sino como algo sin sentido, algo del orden de lo Real,[3] que por la forma de presentación, su contexto singular de ocurrencia, porta un elemento singular de la persona. Ello requeriría que el docente y la escuela, se des-localicen en ese lazo social donde se colocan en el rol de agentes que sólo prohíben y regañan, figuras que viven atadas al reclamo, estilo berrinche, ¡Respeten mi autoridad! que ya dijimos, producen paradójicamente, aquello que están buscando evitar, promueven “eso” que están regañando, esos asuntos que se hablan en las juntas, que se escriben en los reportes, que hace perder mucho tiempo, esfuerzo y de paso recursos económicos. Ya que, por más increíble que parezca, es más costoso en todos los aspectos, operar con modelos teóricos-técnicos-psico-educativos en masa, en base a una estrategia y teoría aplicada, que la atención a la singularidad de cada persona, de cada estudiante, a eso que se porta, que no tiene nombre ni nunca tendrá, que no puede conocerse a través de una reducción en una categoría, tabla o cifra, sino a través de poder conocer el sentido y función de eso que ocurre de manera individual, persona por persona, contexto a contexto.
En una empresa, un gerente, desde hace tiempo, emprende acciones únicas para realizar la operación de su departamento, con unos excelentes resultados. Hecho que es señalado por algunos como desviación de las estrategias y protocolos ya establecidos desde hace varios años. A pesar de los beneficios, ello es denunciado por algunos como “juego sucio”, “posible fraude a las políticas de la empresa”, también se destaca “pensar por su cuenta”, “saltarse la autoridad”, etc. Recursos Humanos recibe las diversas quejas, las agrupa y las pasa más arriba para que el gerente sea citado. El desenlace es una llamada de atención, no obstante felicitarle por los resultados, le prohíben la novedosa modificación a los protocolos, sin escuchar ni dar oportunidad a que presente en qué consisten tales cambios, ello debido a que le dicen que “siempre se ha hecho así, por algo están esas políticas estandarizadas” Por otro lado le indican que se entreviste con recursos humanos (RH) quienes tendrán la labor de calmarle y hacerle entender la decisión en beneficio de él y la empresa. En esa entrevista el gerente finalmente es escuchado y le permiten exponer a detalle las modificaciones que ha realizado en la operación, comenta que fue teniendo algunas ocurrencias, consultó algunas fuentes, les dio su giro, su equipo le dio muchas ideas, todos aportaron, su relación laboral ya no fue dictada desde arriba hacia abajo, sino horizontal, como equipo; recursos humanos, le escucha y toma nota, se aclaran muchas ideas; posteriormente RH cita a junta de consejo directivo donde expone la necesaria revisión a la luz de dichos hallazgos, a fin de incluir en los procedimientos la invención del gerente, en unos meses aquella “desviación a los protocolos” pasa a ser parte de la cultura corporativa y comienza la capacitación; el lazo corporativo ahora más flexible, está dispuesta a innovar a través de las propuestas (singularidad) que realizan sus empleados, la empresa se transforma a través de un punto singular.
[1] Toda norma, toda ley, construye al mismo tiempo, el objeto de deseo. Desde San Pablo, hasta el psicoanálisis es bien sabido que toda ley produce una relación con el objeto de deseo. De ahí que a mayor imposición o prohibición de algo, se produce precisamente –curiosa y paradójicamente- eso que se deseaba prohibir, ¿Recuerdan los tiempos de prohibición del alcohol en EUA? Elemento que a menudo pasa desapercibido por gobiernos, escuelas y padres de familia, quienes basan su relación con el otro a través de la prohibición, producen lo contrario que quieren producir, al tiempo que no promueven un lazo social donde sea eje la responsabilidad y no la transgresión y la culpa. (Cfr. Jonas, Hans El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Herder, 1995)
[2] “Y bien, hay dos etimologías del verbo educar: una es, traerlo al camino correcto, me parece que ésta es una definición antigua, represiva, disciplinar, de la educación, otra es caracterizada por la proximidad, del término educere al término seducere, que significa apartar, descentrar, exponer, cuando hay un verdadero encuentro con la palabra hacemos la experiencia de encontrar mundos que no imaginábamos, que no habíamos visto antes” Del original en italiano. Entrevista a Massimo Recalcati. Radio Kennedy www.voicebookradio.com (Visto en SoundCloud, enero 2016)
[3] Nos referimos a la noción de lo Real, desplegado en el trabajo del psicoanalista francés Jacques Lacan.
You must be good!
Camilo E. Ramírez
“Todos saben que la política consiste en negociar, y en su caso al por mayor, por paquetes,
a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles
Jacques Lacan
Actualmente la Ciudad de México, como Oaxaca, Puebla, Morelos, entre otras entidades de la República Mexicana y el mundo, están padeciendo los efectos de terremotos y huracanes; éste hecho se suma a la oleada de catástrofes naturales, como inundaciones, deslaves, terremotos previos, etc. dejando al descubierto - todos y cada uno de ellos- las fallas, políticas y estructurales, de las ciudades afectadas.
De igual manera se pone en evidencia algo cada que ocurre una tragedia natural: entre la asistencia a los semejantes, la ayuda y labores de rescate, vemos también la capitalización (el negocio) y politización de la tragedia, es decir, el uso del binomio terror-bondad, ya no aquel efecto del denominado terrorismo o del crimen organizado, sea de bandas criminales, informales y formales (Estado) sino una forma de reducción del discurso y la argumentación, que al show del mercado político y moral, mediático, tanto gusta, pues se nutre de crear y explotar víctimas que ellos mismos necesitan generar y mantener a perpetuidad, a fin de permitirles una cierta legitimidad en el poder. En tiempos de elecciones, se usa la pobreza que se ha creado por siempre y nunca erradicado, solicitando el voto-esperanza, “¡Ahora sí verán como todo mejora!”
La tragedia, como el miedo, es empleada como supuesto montaje democrático, por la clase política, medios y particulares, para legitimarse en la bondad y justicia que carecen, a través de una operación de reducción ideológica, política y reflexiva, donde el discurso de solidaridad (recordemos que ese fue el slogan de campaña del sexenio de Carlos Salinas de Gortari) plantearía las bondades de todos a ayudar a todos, ¡Deja de pensar, ponte actuar!, como eslabón del permanente “Propón algo”, “¿Tu que habrías hecho?” del presidente de México, Peña Nieto) como escudo para desarmar cualquier tipo de reflexión y crítica, pues ¿Qué clase de monstruo estaría en contra de ser solidario? ¿Qué clase de sujeto no desearía ser bueno, o no llorar ante las cámaras de televisión, renunciar a donar dinero o alimento para las víctimas y los damnificados? ¡Ahora es cuando hay que ayudar, no mas bla bla bla! Por supuesto, eso no quiere decir que la vida, en el sentido más elemental, no esté en riesgo (gente atrapada en derrumbes, hambre, sed, enfermedades, desabasto de lo más básico, etc.) y que el Estado y sociedad civil, no podamos, en función de lo apremiante, organizarnos para ayudar, rescatar, atender lo más básico, etc. Pero es muy diferente, considerar que se requieren artículos básicos, servicios de atención y de rescate, a que se requiere solidaridad una moralista que busca suspender todo juicio crítico, para dedicarse solo a sufrir, con-padecerse, reduciendo-explotando víctimas.
“Si un meteorito amenazara con chocar la tierra, no necesitamos filosofía, sino algún artefacto tecnológico, algún cohete o bomba que lo destruya” (Slavoj Zizek)
En emergencias, si bien hay cosas urgentes, no por ello se suspende la reflexión y planeación, la crítica y la organización, ya que, dicho sea de paso, con el solo hecho de desplegar fuerza y empuje, aún con la mejor de las intenciones, llenas de bondad e idealización, se pueden producir otras tragedias, heridos y muertes, cuales estampidas humanas que reducen y aplastan a los otros y a los recurso recabados, por un exceso incontrolable, o porque por torpeza y malos manejos (corrupción) no lleguen las donaciones a las manos de los que los requieren.
Desde hace relativamente poco tiempo, las tragedias naturales y sociales (huracanes, maremotos, terremotos, deslaves, incendios, el calentamiento global, crímenes, corrupciones de empresas y gobiernos, etc.) como las fallas en sistemas económicos y políticos, se reinterpretan a la luz de nociones simplistas (al mal que le hemos hecho al planeta, las conductas lejos de las enseñanzas de la moralidad, etc.) más sujetas a los efectos virales de las redes sociales, que a las realidades económicas y políticas, argumentativas propias de cada una ellas, planteándose un fondo causal común a todas ellas: la culpar al sujeto, con su slogan: “Tenemos lo que nos merecemos, por como somos” De ahí que se declaren cosas como “Por algo le sucedió eso, pues qué andaba haciendo” (ante haber padecido un crimen), “Es la madre tierra que nos está reclamando lo que le hemos hecho, se está defendiendo”, “Por eso hay que ser buenos con ella, para entonces…”
Algo difícil de aceptar es que por más que se hable, describa, piense, ore, etc. siempre habrá algo que se escapa, algo imposible de nombrar y saber, de pre-ver o anticipar, más allá o más acá de aprender e inventar tecnología de ingeniería, en arquitectura y urbanismo, por supuesto necesaria, nunca se logrará entender y controlar a completud. Tenerlo en cuenta, permite salir de la imposición moral-creadora y explotadora de víctimas, que plantea, entre muchos lugares comunes, que se tiene que ser bueno/a, hacer tal o cual cosa, para que “esto no vuelva a suceder o se reduzcan las posibilidades”, fondo psicopolítico necesario en la sociedad civil, para su control, como aquel que gustaba “pasar la factura” y responsabilidad del narco, como gran superestructura que existe gracias a la estructura del Estado, a la moral de una familia, sus padres e hijos estudiantes, haciéndoles creer que son ellos, verdaderamente, la causa de dicha empresa criminal de ganancias millonarias.
Advertir cómo opera el uso de discursos mediáticos post-tragedia (la novela familiar de la neurosis política mexicana) posibilita no quedar “secuestrado por el deber ser” de la bondad y la solidaridad sin reflexión ni crítica, con su radicalidad “¡O estás conmigo (con México) o en contra!”[1] no como decisión o posición, sino como imposición moralista de identidad que cancela y criminaliza cualquier ejercicio de reflexión y debate, pues ¿cómo vienes a decir eso, precisamente ahora que hay que ser buenos?
Es habitual que la expresión de la queja exagere mucho el dolor, hasta el punto en que este, el dolor, acaba conformándose con la exageración de la queja, aumentando el sufrimiento. Es común que las personas crean tanto en sus lamentos que acaban prestando su cuerpo, quedando dolientes, para comprobar lo que dicen.[2]
En algunas personas que atendemos en estos tiempos de la capitalización de la post-tragedia se produce una gran culpa y vergüenza por sufrir lo propio, en un intento de deslegitimación en comparación con la gran tragedia del otro (muertes, perdida de todo, casas, edificios, etc.) como si existiese un artefacto moral, un sufrinómetro universal o nacional que moralmente determinara la validez del sufrimiento padecido, cuando éste siempre es singular y único, capaz de aceptarlo o desacreditarlo, juzgándolo superfluo. Como aquellas conciencias que pretenden dictar la norma sobre lo esencial y superfluo: una persona de bajos recursos debe de primero….y luego entonces, solo entonces ir a buscar un lujo. Como si primero hay que ir por lo básico y luego por lo innecesario, cuando justamente el deseo como ridículamente para el otro y lo establecido del deber ser, como capricho, que se identifica y mal nombra como “lujo”, puede ser algo que cree algo, que sostenga, incluso la vida, esa que se gusta pensar, con muchos errores, como vida animal.
Esta imagen, de autor desconocido, que circula por las redes, se podría bien titular "No solo de pan vive el hombre” también vive de humor, de ser reconocido y tratado, no como víctima, sino como sujeto, del que uno puede burlarse, para dignificarlo. ¡Ah que lata...!
* Psicoanalista Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
[1] Frase empelada en su momento por Georoge Bush Jr en la preparación de su guerra contra el mal del mundo.
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