Terremotos

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 por

Camilo Ramírez Garza 
 
 
Aquello que aparece como contingencia inimaginable, incalculable, que irrumpe y trastoca las vidas en un instante, partiendo un antes y un después, es una experiencia con lo Real. 
 
Freud hablaba de tres fuentes de sufrimiento: el propio cuerpo, el vínculo con los otros y la naturaleza, el mundo circundante. Tres ámbitos con los que convivimos a diario y que, como pueden otorgarnos gratas experiencias a disfrutar y explorar, con inquietudes y deseos por conocer y mejorar-las, también darnos una dosis de Real que nos toca y rebasa. Un terremotoes una experiencia de ese orden, no por nada la similitud etimología con la palabra terror, eso generado cuando se mueve la tierra en la que estamos prados; algo que comienza y deja una estela de cambios (destrucción) en aquello que se suponía -imaginariamente- estable, perenne, las casas, edificios, calles, puentes y monumentos, el cuerpo urbano que también da una cierta identidad. 
 
El terremoto es la experiencia de lo tajante de lo Real, también de la dureza del  cambio que posee cada instante. Basta con que en la profundidad se muevan las capas de la tierra para que en la superficie, experimentemos la fugacidad y fragilidad de nuestra condición, anhelos y desvelos. El evento natural, su impávido paso ante la mirada humana, surca sin preguntar, removiendo conciencias y ciudades, piedras y corazones, materia y palabras. 
 
El resto y la producción, lo que queda y se genera, tras el paso de eso silencioso que bajo la figura del movimiento telúrico, hizo crujir la tierra, generando espanto en más de uno, es algo, a la vez ligero y pesado, pero es un cansancio-debilidad, que al igual que la tierra, sacude el cuerpo humano, cuerpo erótico y de lenguaje, produce una fuerza del colectivo, del lazo-soporte con el próximo y el distante, pues las tragedias se entrelazan y hacen tejidos para soportar, subir y escalar. 
 
Eso que se sacudió en cada uno, la forma en la que cada sujeto se ve, directa o indirectamente afectado/a, por la tragedia, propia y ajena, podrá ser localizado, solo dándole lugar a esa forma singular que portamos cada uno/a, y que nos habla -como aquella canción jocosa- "¿Dónde te agarró e temblor?" Tanto en el sentido físico del lugar, como en el momento-tiempo subjetivo, único e irrepetible de mi experiencia, muy mía y de nadie más, muy de usted querido lector/a, en ¿En qué momento de su vida (dónde) lo agarró el temblor? De donde comienza o parte el verdadero viaje, respecto a poder dar lugar a ¿Qué implica para mí el terremoto? ¿De qué manera ha afectado/trastocado mi vida? ¿Cuáles serán las invenciones, singulares, que tendré que realizar para lidiar con? 
 
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