El Amor

 

por 

Camilo E. Ramírez 

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El amor es desencuentro, discontinuidad, diferencia; amor es amar a eso particular del otro, eso mismo que encanta y en otros momentos, aterra; que suscita admiración y encanto. Enamorarse de la lengua extranjera que habla el otro, particular, única e irrepetible.

No es atacando, reduciendo al otro a objeto a controlar, a modificar, objeto para la propia satisfacción, que se realiza el amor, como sería el objeto-amor-mercancía, que se desecha cuando se considera que ya no sirve, sino más bien posicionarse ante el otro, a quien se ama, como lugar inagotable de exploración, de creación y novedad.

El amor ideal, ese del modelo estándar, sin fallas ni dificultades, ya desde sus principios posee fecha de caducidad, basta con que se asome la diferencia, la contingencia o incluso la posibilidad de la pérdida, para que algo de dicha fantasía -muy del mercado- se esfume, ¡Se acabó la luna de miel!

El amor Real es amor también a lo desconocido del otro, a lo ridículo de sí mismo y del otro, de la relación; a lo que desborda y rebasa, lo que no puede ser del todo simbolizado e imaginado, de ahí el carácter siempre novedoso, riesgoso y sorpresivo de nuestro encuentro con el amor. 

 

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La criminalización de la vida singular

 

 

 por

Camilo E. Ramírez

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 “…porque el discurso analítico promete lo contrario 

al discurso de la evaluación.

La promesa es: “ no serás comparado 

Jacques Alain Miller

 

Las vidas humanas, siempre diversas y singulares, donde el uno a uno posee un lugar, donde la verdad sobre sí mismo siempre es una historia que se despliega en experiencias particulares y únicas, que se resisten a quedar reducidas a un concepto o categoría, a una tabla o definición general; es la vida, mi vida, su vida, la vida singular, subjetiva, esa que posee todo sujeto, que se enfrenta día día a las aplastantes formas de operacionalización a través de nociones pre-establecidas, identificadas ellas con un juego de verdad-poder sobre lo humano, para definirlo y tratarlo, pero reduciéndolo a simple cifra a ser modificada y explotada. No hay que olvidar que la historia de buscar “a los más aptos” ha transitado por la esclavitud, después por la captación de “carne de cañón” para ensanchar las filas de los ejércitos, las primeras mediciones de inteligencia eran para determinar quienes podían recibir un arma y quienes no, así como encumbrar a un determinado modelo educativo (“Aquí solo entran los mejores alumnos”) y sistema político, el acceso al campo laboral, se ofrece la competencia de los mejores, justo porque los gobiernos han fracasado en sus políticas públicas, por lo cual a-normalizan y criminalizan la singularidad, para “pasar la estafeta” a la ciudadanía, decirles, ¡Ustedes compitan! ¡Ustedes mátense por un lugar, solo los más aptos sobrevivirán!…Claro, previamente nosotros fijamos/dijimos qué es eso de, los más aptos.” (Ver serie 3% , Brasil,  2016, Cesar Charlone)

Ese biopoder (Foucault) ha creado la nuda vida (Agamben) las vidas humanas reducidas a LA vida del Zoo, donde todo es igual, aderezado con las transformaciones de la psicopolítica (Byun Chul Han) es  un hilo invisible y poderoso que atraviesa horizontalmente las vidas humanas en diversos ámbitos (mercado, educativo, político, laboral y religioso) tratando de imponer UNA forma de pensar y ser para todos, es una clara y –aparentemente silenciosa- dictadura postmoderna: desde la verdad político militar del terror a la sociedad civil y los contrarios políticos, la cual supuestamente buscando elevar la seguridad de los ciudadanos para defenderlos del “terror” (terrorismo, narco, etc.) les quita sus garantías individuales, como lo es el derecho a la privacidad, pasando por las categorías de eficiencia escolar y laboral que evalúan no en uno a uno, sino uno a muchos; en ellas una persona es sometida a un instrumento de evaluación, que se ha identificado y colocado previamente en el lugar de la verdad objetiva y plena (Cfr. Discurso Universitario, Discurso del Amo, Cfr. Jacques Lacan, Seminario 17. Buenos Aires: Paidós) desde ese momento ya no se es dueño de sí, algo habla por él/ella, en donde sus respuestas serán comparadas e interpretadas a partir de una tabla normativa (numérica y/o descriptiva, lo cuantitativo y cualitativo) que se asume como LA TABLA de la verdad, sea sobre lo que el sujeto posee y sobre lo que el sujeto es, es la misma operación de quitarle a alguien sus derechos, su voz, instalando un estado de excepción permanente.

Metodologías educativas, científicas (psiquiatría, psicología) políticas, religiosas y de mercado, que intentan emular exámenes de laboratorio médico, donde hay medición de funciones fisiológicas, en gran medida operan borrando la singularidad, pues desde su construcción y medición, se debe definir y clasificar - Tal parece que se empelan las palabras "estadística", “ética” y “peligro” para justificarlo todo, mira nadas más, un estado de excepción permanente a travesando todos los ámbitos- a los humanos por bloques (género, edad, capacidad de inteligencia, rasgos de personalidad, etc.) previamente definidos como “tipos de gente” corte arbitrario e inexistente en la realidad, siempre cambiante y diversa. De ahí que siempre una clasificación y definición limite algo en el sujeto, precisamente porque lo fija en un espacio determinado (tabla o teoría), quién opera así tampoco será capaz de encontrar talento, pues lo verá sospechoso, transgresión de sus nociones, desde donde lo observa planteando “Tú eres eso” “Tú estás mal”, “Tú estás bien”. No sin una doble trampa-mentira fundamental: el evaluador y sus instrumentos deben quedar fuera de toda duda, se identifican infalibles-verdaderos con la objetividad y la ciencia –incluso les hacen decir lo que no dicen- la desviación estándar se cree que solo está del lado de quien es evaluado, creyéndose infalibles. Y la segunda mentira: operar con la noción de que los sujetos no cambian, que no son siendo, sino que son algo fijo y listo, no solo poseen rasgos sino que SON sus rasgos, o ¿Acaso no es precisamente la duda imparable de cada entrevistador de RH, evaluador de pruebas de confianza de policías, militares o estudiantes religiosos, estaremos midiendo en verdad lo que medimos? ¿La verdad es un dato, un conjunto de datos y números? ¿Cómo saber si lo que preguntamos y lo que nos dicen “significa tal o cual cosa”? ¿Acaso la teoría considerada infalible -¡ni modo que sea falsa la teoría, si estudié una carrera, una maestría y un doctorado en eso! vinieron de EUA y Europa a capacitarnos, exclaman incrédulos algunos- para ser el cuerpo que dará consistencia e imposibles garantías, no sobre un material en el ámbito industrial, sino sobre los humanos, que inherentemente somos cambio y transformación?

Inclusive, dicho modelo evaluador que le apuesta a la ficción/ilusión/deseo eugenésico, similar al del nazismo, de tener solo a “lo mejor de lo mejor” (¿Lo mejor requiere ser evaluado o simplemente conocido?¿Acaso los grandes empresarios, deportistas, líderes religiosos y políticos -acaso Jesús, Buda, Mahoma- requirieron que se les evaluara para determinar si eran aptos o no para su vocación?) produce un dogmatismo extremo en quienes trabajan y vive$n a través de la aplicación de evaluacione$: consideran les garantiza tal o cual interés institucional y político, a pesar de saber de la existencia de la subjetividad, sus infinitas variantes como personas existen, de reconocer la singularidad, pero hacen funcionar en su modelo administrativo el sujeto de la disciplina, el control (evaluación y evidencia) no se dan cuenta que dejan más desprotegidas a las instituciones que los emplean: ya que al tipificar (operacionalizar) ciertas conductas y rasgos, su forma de presentación en perfiles de peligrosidad (baja-media-alta) o de aptitud para un determinado puesto, se cifra y cierra el asunto, planteándose un "esto es lo que hay que buscar" y por lo tanto “Esto es lo que hay ver" quedando fuera de esa "medida" muchas situaciones sin atenderse, pues no fueron previamente clasificadas, topándose con una imposibilidad epistemológica básica: no existe un metalenguaje perfecto del lenguaje, una teoría de la totalidad, una evidencia/garantía total, no hay Otro del Otro (Jacques Lacan).

 


 

 

¿Quién es tu hijo/a? (...para ti)

  

 

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Camilo E. Ramírez

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Estar preparado para la reproducción no convierte automáticamente a alguien en madre o padre. Convertirse en padre es un proceso laberíntico, lleno de enigmas, ajustes y desajustes, malestares, pero sobre todo, con posibilidades creativas, de responder ante lo que acontece con esa nueva función y relación con ese nuevo ser, un/a hijo/a. Además, comprende un pasaje, subjetivo y práctico, de considerar a ese nuevo ser que ha nacido, como un hijo/a- a secas a, mi-hijo/a, alguien por el/la que se quiere responder. 

Infinidad de casos existen en relación a a poder procrear pero no poder ubicarse en el lugar y función de ser madre o padre, desde el no reconocimiento hasta la agresión directa.  

A la luz de lo que un sin fin de opiniones y nociones se expresan, sobre si es mejor o no tener hijos, que si al no tener hijos se es más libre, o se posee/o se pierde mayor  calidad de vida y demás bla bla bla. Ser madre/padre, tener hijos/as, podríamos plantear de inicio, que no es una categoría de valor ser más o menos, sino el deseo de ser para alguien madre y padre, sea o no procreado/a el hijo/a, sino adoptado/a. 

El sentido de un hijo/a para sus padres. Por otro lado, un hijo/a, mi hijo/a, también poseen para sus padres un sentido/significado, un sentido abierto y declarado, y otro algo desconocido, inconsciente, eso que se puede conocer  cómo algo siempre sabido, "Eso que siempre vimos ante nuestros ojos, pero no lo reconocíamos". 

El significado que tienen los hijos para sus padres, comprende eso que le suponen y desean para el/ella, que va a organizar la forma de entrar en relación con, pero por otro lado, también pueden -sabiéndolo o no- convertir a los hijos en depositarios de sus miedos, culpas y angustias, en representantes de sus fracasos y/o responsables de conseguir cumplir con sus sueños ("¡Ojalá que tú si consigas un buen hombre, no como tú padre!" ¡Tu vida es estar pegado a tu Madre!" Entre muchos otros) quienes deben de devolverles el "brillo" perdido, mantener el balance del status quo familiar, que de revelarse, so pena de ser excluidos del círculo. 

Siempre existe una disparidad entre lo que una madre y padre imaginan y dicen sobre sus hijos y lo que ese hijo e hija en realidad es; eso no dicho, que no corresponde con lo supuesto por sus padres, es lo que ese ser, su vínculo  paterno-filial, va a poner en relación con ellos. De los padres depende considerar dichas disparidades no como errores o fallas, sino como muestras de que precisamente ese ser-hijo/a no es solo eso, también es algo que rebasa esa categoría, y que no porque no se ajuste a sus perspectivas, quiere decir que "está mal", como una desviación estándar-error moral o de inteligencia, según ciertos parámetros empleados para cartografiar sus aspiraciones como padres, perpetuando una alienación en sus hijos. Quienes como defensa, en algunas situaciones, pueden recurrir a expresar sus tensiones por no ser reconocidos y escuchados, de diversas formas que algunos padres y escuelas consideran como problemas de conducta. Al inscribir dichas experiencias subjetivas, en la sola clasificación de problemas de conducta o aprovechamiento académico, se les condena al silencio, produciéndose en ellos una doble alienación: lo que les pasaba es una expresión de un malestar en relación con el no-reconocimiento del otro (padres, maestros, cultura en general) y entonces expresan su malestar como pueden, pero dicha expresión que busca hacerse oír, es nuevamente "silenciada" por la imposición -por su bien- de un discurso y medidas psi (psicológicas o psiquiátricas) sobre el deber ser y hacer del niño, adolescente o adulto. Quedándole la esperanza, quizás, que en algún momento podrá ser tomado en cuenta/escuchado, ya no como un objeto de satisfacción o extensión de la imagen (o soberbia) parental, sino como sujeto, algo con existencia singular.  Parafraseando y jugando un poco o un mucho con Lacan en El Estadio del espejo...  sobre el quehacer de los psicoanalistas,  de hacer la experiencia que pueda conducir al sujeto a ese momento donde se le revela su cifra, destino fatal, el  "Tu eres eso", que le fue dicho, momento de diferenciación y también de renuncia, de donde empieza el verdadero viaje.

 


Vida en Muerte, muerte en vida

 

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Camilo E. Ramírez

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«No hay mejor momento para hacer un análisis que cuando todo está mal»

Jacques Lacan

 

Quien considera terminar con su vida, no necesariamente desea darse muerte, ponerse fin, sino a esa insoportable sensación (condición, experiencia, situación, recuerdo, etc.) que hace de la vida -por momentos o permanentemente, da igual, pues el sufrimiento es en cierta forma atemporal- algo terrible, imposible de continuar.  A veces, paradójicamente, una forma de salir del aburrimiento que se lleva a cuestas.

 

Al darle lugar a ese malestar, eso que no funciona/ resuelve, es posible construir (inventar) otros sentidos, no sólo con o a pesar del dolor y sufrimiento, sino gracias al mismo.

Los humanos no somos seres completamente naturales, organizados, como el resto de los animales, ya que requerimos organizadores, es decir, construir referentes (de conocimiento, legales, morales, etc.) que otorguen, por un lado una orientación no solo sobre lo que hay que hacer, sino en algún sentido, sobre lo que hay que ser. En ese sentido, la muerte, como el miedo son instalados también como nociones, las imaginamos y describimos de ciertas formas, mismas que en algunos momento ya no funcionan como organizadores de un contexto de vida, momento donde alguien puede experimentar (le aparece, se le impone) la idea de matarse, de suicidarse. En cierto sentido, tanto la idea de crisis, problema y/o conflicto, como su posible solución, entre ellas el matarse para “salir” del problema, son otorgados por la cultura como una posibilidad de “reaccionar ante”, en esa misma línea, se responde a una forma cultural modelada, ideológica, cultural y políticamente (biopoder) ante el sufrimiento.

Muerte como fin de algo que ya no funciona, diferente al implacable momento donde no se puede inventar algo nuevo para emprender y sostenerse, entonces se contempla la posibilidad de suicidarse. Hay infinidad de situaciones en la vida, pues ningún organizador (amoroso, social, familiar, laboral, etc.) funciona de una vez y para siempre, siempre hay apuestas, desarrollos y frustraciones, no se puede todo o algo, todo el tiempo.

El malentendido, el sin sentido, así como la permanencia de “algo” que no funciona más, que quizás en algún momento lo hizo, pero ya no, posibilita crear algo con dicho malestar, dándole lugar al sufrimiento, en lugar de perseguir “por el bien” (médico, moral, psicológico, etc.) de alguien, por no ajustarse a alguna noción previamente establecida como normal, que terminará, muchas veces, por producir aquello que se quería evitar. Ya que toda tipificación (clasificación) cuantitativa o cualitativa de tal o cual rasgo de conducta o factor de riesgo en los humanos, implica ejercer algún tipo de persecución y violencia, sometimiento “saludable y normalizador” que quien lo padece terminará por revelarse ante ello, toda prevención, anticipa aquello que quiere aparentemente evitar.

Crear a partir del dolor y la pérdida, permite ampliar el horizonte, inventar lo nuevo: nuevos objetos y lazos sociales, que posibiliten sostenerse en el caos y la incertidumbre, “surfear” las olas bravas de contextos (familiares, sociales, educativos, laborales, etc.) inciertos. Pasar de la queja neurótica de “por qué no me dieron…”, donde alguien más tiene que hacer algo…. a responder por aquello que uno a dicho y creado, como soporte de vida. 

 

 


 

Trastornos alimenticios en adolescentes       

 

 

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Camilo E. Ramírez

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La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por cambios en varias dimensiones: a nivel biológico, debido a la maduración inherente de la pubertad, se transforma el cuerpo infantil, desarrollándose los caracteres sexuales primarios y secundarios, entre otros; a nivel familiar y social, los intereses y aficiones se modifican, produciéndose un distanciamiento –con las respectivas variantes de cada sujeto, contexto familiar y sociocultural- del círculo familiar, predominando ahora las relaciones con los grupo de iguales. Aparece la necesidad de dar un sentido diferente a la existencia, ante la nueva realidad experimentada, así como una mayor conciencia sobre la vida social, política y laboral; la frustración y el idealismo por el cambio, pueden tomar un rol predominante. 

Uno de los intereses de los adolescentes –se reconozca o no de manera consciente- es encontrar una forma de existir con cierta distancia del ámbito familiar, para lo cual intentarán nuevas formas de pensar, estilos diferentes de vestir, de divertirse, todas ellas un poco más lejanas a lo infantil asociado con el ámbito familiar; intentando autentificarse, ser adultos sin todavía serlo del todo. Habrá padres que permitan dichas transformaciones, con ciertas libertades y reservan, así como quienes verán en la adolescencia una etapa más a colonizar en todos sus aspectos, dictándole al hijo/a lo que hará, pensará, vestirá, decidirá. Por supuesto tal extremo, impediría la exploración de las opciones que los adolescentes van considerando.

Las respuestas y posiciones de padres y/o tutores, más efectivas, tendrán que incluir necesariamente una estructura que permita, y en mucho caso tolere a distancia, las rarezas –para los adultos- de lo que sus hijos adolescentes hacen o no hacen, a fin de poder, en otro momento, dialogar al respecto sobre lo que sucede.

A pesar de que el hijo o hija adolescente, parezca que no escucha o no entiende lo que sus padres le digan, éstos pueden y deben hablar con ellos sobre el sentido de lo que está sucediendo, las implicaciones, los efectos, la responsabilidad de los actos, la audacia y sentido crítico que deben desarrollar ante las múltiples experiencias de la nueva etapa, tales como noviazgo, sexo, cuidado ante situaciones de crimen y ciber-crimen, organización del tiempo y aprovechamiento de los recursos dispuestos, entre otros. Sin que impere una atmósfera de miedo y persecución, sino de apertura y enseñanza, a fin de que los adolescentes sientan la confianza de ser escuchados ante sus preocupaciones e inquietudes.

Una de las inquietudes más comunes de los adolescentes suele ser la imagen del cuerpo, ya que ante las transformaciones del cuerpo infantil y los nuevos intereses sobre el amor, el noviazgo y el sexo, les llevan a intentar ser reconocidos y valorados por su grupo de amigos/as, sea mediante la ropa y demás accesorios, como por el haber desarrollado una determinada estética física, mucha veces en contra de nociones básicas de salud, para poder “ser alguien importante”. Dicha vorágine y preocupación por el culto a la imagen del cuerpo se presenta en diversas personas y grupos sociales, de manera específica, en la etapa adulta, por ejemplo, hay quienes sufren desesperadamente por impedir lo inevitable del paso del tiempo en su cuerpo, sometiéndose a cirugía tras cirugía y demás procedimientos plásticos, al punto de la desfiguración, por sostener la idea que solo la juventud es belleza y una específica y valorada en cierto parámetro por la cultura imperante. Pero a diferencia de la infancia, donde la estabilización de la vida al momento de nacer, la maduración, el aprendizaje y el juego, jugarán un rol predominante y la etapa adulta, en donde se pueden considerar otros aspectos en términos de la realización personal, los adolescentes son más vulnerables, por la susceptibilidad de su momento crítico de cambio,  de volverse esclavos del consumo de determinada lógica de consumo, sea una marca, forma de ropa, estilo de vida, pues es como si el mismo mercado se ofreciera ante ellos como “Esas enseñanzas” con las cuales deshacerse un poco o un mucho, de los padres, emanciparse de ellos, entre comillas, pues dicha emancipación, que el mercado les ofrece, en cierta forma a los adolescentes, es a condición de someterse a sus nuevas reglas, donde se incluye el culto por la imagen, con la ilusión de que tener algo es la vía para conseguirse un ser. Dialéctica que más que producir un ser genuino para desarrollarse, vacía al sujeto, pues consume a quien consume, ya que si la existencia se basa en consumir un tal o cual producto o imagen sin mediar critica alguna, se permutan objeto y sujeto, pasando de la ilusión de comprar y poseer el producto a ser yo mismo el producto de consumo, sujeto a ser desechable. En el caso de los mal llamados trastornos alimenticios, por ejemplo, no es la comida el problema, sino el contexto sociocultural que ha puesto al sujeto en relación con la comida de una forma particular, quien finalmente se desecha/revela ante la comida, como efecto de la misma,  en un intento de revertir ese engañoso slogan postmoderno de “Eres lo que comes”. Pues ni se es lo que se come, ni tampoco la forma del cuerpo dicta tal o cual valor o importancia de las personas puestas en relación.

 

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