Más allá de la evaluación

 

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Camilo E. Ramírez Garza

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El mundo actual y los lazos sociales que se producen, se basan, desde hace más de 50 años, en lasevaluaciones. Evaluar pareciera ser el método infalible para determinar el mejor candidato en el ámbito laboral, el mejor candidato político, el mejor colegio para los hijos, así como el mejor servicio a elegir, se piensa que es garantía de conocer la verdad de un objeto, persona o servicio. Encuestas, instrumentos de medición de los más variados (educativos, laborales, de la personalidad), cuestionarios e inventarios cualitativos, llenan el amplio campo de pruebas que, operacionalizando (describiendo en términos medibles y cuantificables) una variable, buscan medir algo: rasgo, conducta, tendencia, etc. Cada uno con su margen de error, alcances y limitaciones, no solo de la consistencia de la prueba (confiabilidad y validez) sino del campo y estructura misma de la prueba, de los principios del lenguaje y análisis matemáticos en los que se basa: la imposible tarea de medir lo que quiere medir. En ese sentido, cada instrumento está sujeto a una mentira-ficción básica que parece nadie ver: solo mide (evalúa) lo que está previamente diseñado para medir, es decir, para decir algo sobre alguien, para interpretar, excluyendo o suprimiendo algo más; reduciendo algo de lo humano a factor a fijarse en algún punto de la conducta, eso que se entienda por personalidad, las respuestas y performance del evaluado (Si el sujeto muestra x, entonces significa y) dándole al evaluador, vía la ilusión de la ciencia –con su supuesta relación con la verdad- un instrumento para decir todo y/o cualquier cosa.

Dicho modelo de evaluación, que considera que una mejor evaluación es requisito para conocer la verdad,   se basa en las lógicas que emanan de la era industrial, afinadas con la cultura de mercado y el capitalismo, ¿Cómo podemos identificar a los más aptos? –es su premisa y objetivos- reduciendo lo apto (las competencias) a lo que previamente se fijó arbitrariamente por el poder, que iba a ser considerado como apto o capaz. En ese sentido, la evaluación, más que ser algo que permita obtener un resultado, es el acto, el gesto mismo de la evaluación, lo que produciría una puesta en funcionamiento de una estructura donde cada persona que es evaluada pierde su singularidad, entrando en el terreno del objeto evaluador-evaluación que será empleado a placer (uso del poder) por la empresa, la institución educativa  y el estado para argumentar “científicamente” una verdad previamente establecida, en base a un modelo de la verdad estándar, moral, UNA verdad para todos.

Si toda evaluación es una reducción practica descriptiva de variables que se identifican con una idea (forma) teórica, con su respectiva ilusión de, “si preguntamos eso o si detectamos tal o cual rasgos” eso será pródromo de…(cualquier cosa que se pretenda evaluar) Debemos decir también que al operacionalizar, describir en términos medibles y cuantificables, incluso cualificables de acuerdo a postulados teóricos llevados al uso dogmático del lenguaje (una ciencia perfecta posee un lenguaje perfecto, desterrando el malentendido, como si fuera eso posible) debemos decir que, a fin de no ser reduccionistas en todo,  es de vital importancia, reconocer que existe un “Más allá de la evaluación”, pues en cada experiencia, contexto y persona, existe algo que, por su naturaleza, no puede ser objetivable, ni medible, que no puede ser puesto en comparación mediante un instrumento para comparar los miembros de una muestra dada, o pretender conocer las tendencias presentes y futuras, de un proceso, objeto o persona. Incluso en la misma física es bien conocido el principio de incertidumbre, algo que en las ciencias sociales y psicológicas, se olvida –sobre todo cuando opera el poder y dogmatismo- que el sujeto no es solo el observador cognoscente, objetivo y puro, de “cabeza fría” sino, algo que se construye a la par de su objeto de estudio, es decir, el evaluador (en RH, en psicología, criminología y psiquiatría) siempre guarda una relación con eso que le formó la  mirada, y que es un peligro creer (no dudar de lo que se ve) que eso que se ve y detecta proviene precisamente del modelo, instrumento o esquemas con los que se opera; de ahí la importancia de la reflexión y rupturas epistemológicas, de tomar distancia, para pensar, repensar, de construir y criticar, eso que se piensa cuando se piensa (¿De dónde viene?) eso que se detecta cuando se detecta, eso que se mide cuando se pretende medir, las fábricas de espejos que se inventan al medir y evaluar. 

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Ramírez-Garza, C. "Más allá de la evaluación." El Porvenir 37520 (2017): 2.