Primer retrato: el deseo envidioso*
Massimo Recalcati
Nuestra galería se inaugura con el retrato del deseo envidioso. El primer retrato del deseo tiene el rostro de un niño desgarrado por los celos, excluido de la escena. Lacan lo extrae de las páginas de las Confesiones de San Agustín.
Vidi ego et expertus sum zelantem parvulum: nondum loquebatur et inteubatur pallidus amaro aspecto conlactaneum suum [Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeño presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche].[1]
Nuestro viaje se inaugura con el gesto sufriente del hermano de leche que observa su lugar ocupado por un intruso. El hermanito recién nacido puede disfrutar felizmente del seno materno, mientras el otro, se ve obligado a contemplar la escena desde el exterior. Su mirada es sufriente y rabiosa, porque el goce del pequeño recién nacido establece la exclusión del suyo. La “mirada sombría” del niño excluido del goce del seno materno es una mirada resentida. La envidia celosa lo consume. Un escalofrío sacude el cuerpo que aspira a un placer que se le suprimido traumáticamente.
El primer retrato del deseo se refiere a la herida de una exclusión. La mirada sombría de la envidia del excluido observa con dolor el goce del intruso (que había sido suyo). Lacan retrata el primer rostro del deseo a través de una escena que exalta su dimensión celosa y envidiosa. La primera manifestación del deseo tiende a asumir una conformación que encontramos frecuentemente en el mundo de los niños: el deseo infantil se manifiesta estructuralmente como deseo del objeto deseado por el otro niño. Los niños desean el objeto que posee el semejante, no por alguna cualidad inherente al objeto, por alguna propiedad especial, por su contenido, sino, exclusivamente, porque ese objeto es el objeto del deseo de otro. La ley bíblica, en la medida en que proclama su interdicción, hace eco de esta naturaleza del deseo —“no desearás los bienes ajenos”. El niño desea jugar con el juguete del otro niño, solo mientras dicho juguete captura el interés del otro. Cuando el otro deja caer el juguete, el encanto imaginario que captura el deseo, se disuelve. El juguete no posee ningún valor si no es animado por el deseo del otro. Se deja caer de las manos como un esqueleto vacío, desgastado, un desecho, una ruina, como si estuviera roto. El niño lo desea solo si alguien más lo posee. Estamos frente a una verdad antropológica: lo que anima a los objetos, haciéndolos vivos y deseables, es la pasión del deseo del otro. Todo el mundo infantil gira en torno a esta dimensión del objeto imaginario del deseo. “¡Es mío!”, “¡Es mío!”, “¡Es mío!”, resuena como un mantra maligno y repetitivo en los juegos de los niños. Pero también retorna en los de los adultos, quienes, como sucede a los niños, a menudo permanecen atascados en las arenas movedizas del deseo envidioso. Melanie Klein hablará sobre la envidia como dimensión constitutiva del deseo humano e ilustrará cómo los fantasmas de destrucción más arcaicos se arraigan en esta dimensión. Incluso, según Lacan, esta representación del deseo no puede más que hacer brotar violencia y agresión entre sí, del excluido del goce contra aquel que, en cambio, puede gozar libremente de su objeto. El deseo envidioso, como un absurdo Sísifo, está destinado a reiterar su animosidad sin paz. Por esta razón, Lacan lo llamó una “carrera sin límites” y los padres de la Iglesia definieron, no por casualidad, a la envidia como un pecado “hijo de la soberbia”, que no se satisface sino en la esperanza de “destruir los bienes del otro”. Lo sabemos bien. El deseo envidioso en sí mismo no conduce a ninguna satisfacción. Más bien es un deseo que obstaculiza la satisfacción del deseo, porque solo se nutre de la rivalidad agresiva e idealizante con el otro. El deseo envidioso elige a su objeto no solo en cuanto intruso, sino en cuanto ideal. Envidio a quién tiene y es más que yo, pero similar a mí, no muy lejano de mí; envidio a quien es la encarnación exteriorizada de mi ideal. Envidio el carácter próximo, pero inalcanzable de mi ideal. Por esta razón, el deseo envidioso está destinado a ser capturado por el columpio de la agresividad y la idealización. Como un péndulo que oscila sin cesar de una posición a la otra. Poseer el objeto del deseo del otro, poseer su juguete (su hombre o su mujer), no solo significa recuperar una propiedad, sino tomar el lugar del otro, adquirir su potencia ideal, reflejada narcisistamente por el espejo, reunirse con la propia imagen ideal, convertirse en la realización del propio ideal. Por ello, el más odiado también puede ser, en las vicisitudes del deseo envidioso, el más amado.
El deseo envidioso encierra la vida en el espejo; observar los movimientos seductores de nuestro ideal reflejado sin jamás poder alcanzarlo, daña la vida y la consigna a un resentimiento rabioso e impotente. La vida que se consume en el espejo es la vida que se pierde en la propia alienación imaginaria, es la vida que persigue un ideal siempre arrebatado, y como consecuencia, vive el deseo como una enfermedad. La vida del envidioso es una vida vacía, atormentada, expuesta a la pereza, como sabiamente lo sentenciaron los padres de la Iglesia. La clínica psicoanalítica bien lo sabe: la destrucción, las rivalidades mortales, la agresividad y los fantasmas sádicos masoquistas, definen la mezcla entre el deseo envidioso y la dimensión de la agresividad humana.
El deseo en su versión imaginaria, en su declinación radicalmente infantil, es deseo del objeto deseado por el otro, del objeto del deseo del otro, es deseo de tomar el lugar del otro, deseo de ser su imagen ideal. En un primer plano no solo está la herida de la exclusión y el fantasma del intruso, sino el proceso de idealización que eleva al otro envidiado a imagen (falsa) de nuestra potencia. El deseo envidioso no soporta la mirada de satisfacción de los demás, porque le gustaría ser ese otro que se realiza vitalmente, mientras que su vida —la vida del envidioso— permanece lejana de la satisfacción, lejana de la realización de su deseo, una vida lejana de la vida. Por ello, Lacan ha podido afirmar, que, en el fondo, el deseo envidioso no es envidia de nada, de ningún objeto, sino envidia de la vida, de la vida misma del otro.[2]
¿Cómo nos liberamos de esta pasión celosa y agotadora? ¿Cómo se le puede poner fin al columpio imaginario del deseo? ¿Cómo se sale del túnel del tormento impotente de la envidia? Debemos llegar al segundo retrato para encontrar respuestas a estas preguntas.
*Capítulo contenido en el libro Los retratos del deseo de Massimo Recalcati, traducido al español por Camilo E. Ramírez Garza, publicado en la editorial México: Paradiso Editores, 2023.
[1] Jacques Lacan, "La agresividad en psicoanálisis", en Escritos 1, México, Siglo XXI, pp. 107-108.
[2] Véase: Jacques Lacan, El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1998, pp. 284-285.
Soluciones TerraDois
La sagrada compliance[1]
Jorge Forbes*
¿Será que las empresas están usando algo equivalente a la moral religiosa para aliviar sus culpas?
El sacramento de la confesión ha sido instalado en las empresas. Fue llamado “compliance”, justamente en inglés, posiblemente para aumentar el efecto de seriedad, como en los tiempos en que la misa era dada en latín.
Compliance según Wikipedia, “es el conjunto de disciplinas para hacer cumplir las normas legales y reglamentarias, las políticas y las directrices establecidas para el negocio y las actividades de la institución o empresa, así como evitar, detectar y tratar cualquier desvío o inconformidad que pueda ocurrir”
Las empresas se disputan entre sí los perfeccionamientos de los llamados mecanismos de “compliance”. Hacen listas de lo políticamente correcto, que van desde los regalos que se puede o no recibir, hasta las formalidades protocolarias de negociación, pasando por la regulación de las relaciones amorosas, indicación de amigos o familiares, del tamaño de las faldas o los cabellos. Todo debe estar previsto y, si aun así algo se escapa, siempre existe una instancia para resolver las dudas de cómo mantener el estado de gracia.
Con ello se alcanza el ideal del obsesivo, ignorando que detrás de un moralista con frecuencia habita la perversión. Una vez establecida la regla a cumplir (significado de la “compliance”), se establece el camino de cómo burlarla. ¿Quién no recuerda -aquellos de formación católica, que son muchos en Brasil- que en nuestras infancias y juventudes éramos educados para confesar nuestros pecados? Pecábamos, confesábamos, cumplíamos la penitencia y, rápido, regresábamos a hacer fila: pecábamos, confesábamos, etc., en repetición interminable. Para los fascinados parientes, especialmente las viejas tías, éramos ejemplos irreprochables de virtud.
Mutatis mutandis, como consecuencia de la operación Lava Jato[2], innumerables cabinas de confesionario fueron instaladas en las empresas, así como ampliamente distribuidos catecismos de buena conducta. Aunque sea una gran operación para pretender tapar el sol con un dedo, eso calma los espíritus, pues tal como la mujer de César, es fundamental parecer honesto.
Empresas de marketing se especializan en la divulgación de virtudes, los ejecutivos hacen media training en honestidad, y hasta agentes de BOPE[3] se convierten en conferencistas. Se busca la mejoría constante de las reglas, en el ilusorio intento por controlarlo todo. ¿No han escuchado al jurista Miguel Reale Jr. afirmar que el precio de la libertad no es la eterna vigilancia, como solíamos pensar, sino el eterno delito?
La respuesta a la vergonzosa cultura de la deshonestidad que nos asola no está en el modelo del pecado y arrepentimiento. Lo que es fundamental es la creación de una nueva cultura en la cual el placer de participar de ella sea mayor que el delito del egoísta. Basta de engañarnos que el remedio que duele es lo que cura. Pues no es así. Lo que cura es saber habitar un nuevo lazo social, horizontal y creativo, al cual llamamos Terra Dois.
[1] Artículo publicado originalmente en portugués con el título A sagrada compliance en la Revista HSM Managment, No. 134, p. 86, 2019. Traducido al español por Camilo E. Ramírez, con autorización del autor.
* Jorge Forbes es psicoanalista y psiquiatra, doctor en psicoanálisis y medicina. Autor de varios libros, especialmente sobre el tratamiento de los cambios subjetivos en la postmodernidad. Recibió el premio Jabuti en 2013. Es creador y presentador del programa Terra Dois de la TV Cultura, elegido el mejor programa de la televisión brasileña en 2017 por la Associação Paulista de Criticos de Artes (APCA). Algunos programas con subtítulos en español https://www.youtube.com/watch?v=v0q53BhwDOw&t=205s https://www.youtube.com/watch?v=KT0aEUXCjmg&t=38s (N. de. T)
[2] Lava Jato fue el nombre que se le dio a la operación de investigación federal en Brasil (2013) respecto a las supuestas acciones de lavado de dinero y mecanismos de corrupción, que involucraban diversas instancias de gobierno, así como algunas empresas (N. de T.)
[3] Batalhão de Operações Policiais Especiais (BOPE) Tropa elite de la policía militar de Río de Janeiro Brasil, (N. de T.)
¿Es posible anticipar las cosas?*
Camilo E. Ramírez
… pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que en su materia el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino.[1]
Jacques Lacan
El psicoanálisis, como las artes, no resuelven de una sola vez los impases de la vida, del vacío, del amor, de lo real, sino custodian su secreto, su misterio, su imposible: la verdad humana nunca es una teoría, un número, un concepto, una tabla, una receta, sino una historia de lo singular, de quien sufre, de aquello que no tiene sentido. “El secreto del psicoanálisis es que no hay psicogénesis”[2]
Además de custodiar (celebrar) su secreto, el psicoanálisis y las artes permiten la construcción (amplificación) de nuevas posibilidades de respuesta ante las múltiples dificultades de la vida.
El presente artículo deriva de un estudio crítico y comparativo[3] sobre un asunto fundamental en la educación: las respuestas ante las dificultades y los síntomas que suceden en las escuelas, específicamente, la violencia y los asesinatos masivos. Y como las artes –principalmente el cine- y el psicoanálisis, pueden ofrecer otras formas de savoir-faire ante los impases y malestares que acontecen en las instituciones educativas.
La idea del trabajo surgió de una cuestión que consideramos fundamental: a partir de una relación, no solamente geográfica, sino ideológica, entre los Estados Unidos y México (especialmente del norte) como de otros países de América Latina y del mundo, además de lo referente a la economía, el American way of life, los modelos y las lógicas educativas son frecuentemente importadas. Por ello consideramos de vital importancia hacer una revisión de los documentos oficiales que han intentado trabajar la problemática de la violencia en las escuelas, por constituir un intento de explicación y respuesta del gobierno americano a la violencia que sucede en los planteles educativos. A partir de las investigaciones y debates fueron desarrollados documentos oficiales y manuales para profesores, psicólogos y padres de familia, con dos puntos básicos: ¿qué ver? y ¿qué hacer? Dichos manuales, caracterizados por una cierta concepción de lo humano, la violencia y la escuela, proponen abordajes, que, desde nuestro punto de vista, están lejos de analizar la complejidad de lo que acontece, además de producir, paradójicamente, nuevos efectos y síntomas en la vida escolar.
Los documentos a los que nos estamos refiriendo son aquellos desarrollados entre 1998 a 2009. Es decir, los elaborados (inspirados) a partir de los acontecimientos de Jonesboro (11 agosto 1984) a Vriginia Tech (16 abril 2007)[4]
¿Qué encontramos?
· Los documentos oficiales derivados de las investigaciones (educativas, criminológicas, psiquiátricas, policíacas y jurídicas) ofrecen una explicación general de la violencia: la violencia es un fenómeno multifactorial, es decir, que tiene muchas variables implicadas (socialmente, familiarmente, psicológicamente, neurológicamente)[5] sin embargo, al final del día –a partir de los factores de cada campo- nadie sabe qué sucedió; la violencia en la escuela ocurre debido a una pérdida de los buenos comportamientos, en ese sentido es un problema moral; la violencia es una consecuencia de comportamientos psicopatológicos; la violencia es causada por impulsos no controlados, debido a una falla en algunos procesos neurofisiológicos; la violencia es igual a consumo de sustancias ilegales y a una cultura violenta; la violencia se efecto del fácil acceso a la compra de armas. Son las causas y justificaciones más comunes.
· La violencia es una cosa que surge en el ámbito social más amplio y después “se va a meter a las escuelas”; no es un síntoma en relación con el contexto donde ella se presenta.
· Las estrategias desarrolladas: una vez establecidas las variables (multifactoriales) asociadas con la violencia en las escuelas (early warning signs / señales de alarma temprana) es necesario localizarlas en los alumnos para poder medirlas y así controlarlas, como si fuese un proceso lineal de producción industrial. El proceso comienza con una operacionalización (definición) de aquello que representa un peligro, valoración mediante instrumentos y escalas psicológicas, control y monitoreo permanente de los factores de riesgo, articulándolo con estrategias policiacas. “Luego del fusilamineto en la Columbine High School, el estado de Colorado decidió instalar una línea telefónica directa entre cada sala de clases y la estación de policía más cercana. Ahí donde la autoridad se viene abajo, el poder armado toma el relevo[6] (Paul Verhaghe)
· Los modelos y manuales desarrollados a partir de la investigación de las dependencias y secretarias de estado, reafirman las ideas de vigilancia y control como única forma de trabajo y respuesta ante la violencia en las escuelas, además de hacer una criminalización de los alumnos, apuntando a los potenciales criminales. “Su compañero puede ser el siguiente asesino de escuela” por la simple razón de tener alguno de los rasgos (comportamiento, ropas, clasificaciones) previamente establecidos como factores de riesgo, predictores y detonantes de violencia en la escuela.
· Los manuales para directivos y profesores, además de los esfuerzos preventivos creados a partir de los documentos oficiales, poseen la estructura de la anticipación: producen exactamente aquello que están intentando evitar. Dichos manuales establecen relaciones causales basadas en personas sospechosas y consideran culpables –tal vez inocentes- por la simple presencia en ellos de uno u otro rasgo de personalidad (early warning signs / señales de aviso anticipado)[7]
La ciencia tiene como herramienta de investigación el método científico, el cual obedece a reglas que a priori, regulan tanto el proceso de observación e investigación, como el procesamiento y presentación de los datos, a fin de arribar a una supuesta noción general con la cual explican los fenómenos y objetos de estudio. De principio a fin en ese proceso, el caso singular es colocado fuera del contexto donde suceden las experiencias, lo que impide que algún asunto del orden de lo singular pueda ser reconocido y trabajado. Ello es precisamente lo contrario de lo que las artes y el psicoanálisis trabajan, lo singular.
Como ya fue mencionado, en el caso de los asesinatos masivos en instituciones educativas, las investigaciones realizadas por medio de dicha metodología cuantificadora ofrecen explicaciones igualmente generales sobre las causas o variables asociadas a dichos eventos, tales como: señales de alarma anticipada, supuestos rasgos presentes en los potenciales agresores, características que están presentes de manera semejante en individuos considerados “normales” y no peligrosos. Es decir, hacen de los rasgos un elemento predictivo y causal, etiológico. Ya que dicho ejercicio metodológico consiste en pasar de las experiencias -siempre diferentes y mutables- para datos únicos, siendo sólo tipificados y clasificados como rasgos de personalidad y comportamiento, para emplearse en los intentos por monitorear, además de predecir, sin poder ir más allá en el estudio de tales casos, en su singularidad.
Es en tal contexto que las artes y el psicoanálisis aportan otras perspectivas de trabajo: si la verdad humana nunca es una teoría, un número, un concepto, una tabla, una receta, sino una historia de lo singular, de aquello que no tiene sentido, entonces: ¿Qué es lo que las artes –específicamente en este estudio el cine[8]- y el psicoanálisis pueden aportar al campo de la educación, sobre los malestares en las escuelas, sobre la violencia? Fue nuestra pregunta brújula.
Por su parte las artes y el psicoanálisis operan fuera de una concepción única del mundo y de los fenómenos, custodian un secreto –la imposibilidad de una explicación general sobre los asuntos humanos, la ruptura de las relaciones causales entre un rasgo y una conducta, como elementos predictores y la amplificación de respuestas ante aquello que sucede, mostrando algo simple, más poco considerado – que la vigilancia y el control producen exactamente lo que se quiere evitar. Al respecto, el cineasta Gus Van Sant, en la presentación de su película Elephant (EUA, 2007) dice:
Quería captar la atmosfera de aquella época (cuando sucedió lo de Columbine)[9]. Para nosotros, cuando hacíamos la película […] no queríamos explicar nada. Pues, cada vez que uno explica una cosa, aparecen múltiples nuevas posibilidades de explicación, produciendo confusión. Por otro lado, está el asunto de encontrar una explicación para algo que no necesariamente la tiene. (Gus Van Sant, 2003)
Conclusiones
La función y los aportes al ámbito educativo -tanto de las artes como del psicoanálisis- es de reintroducir la singularidad, mostrar (monstración -diría Lacan) aquello que no es accesible a las metodologías positivistas, aquello que no puede ser descrito en los modelos psicológicos generales sobre la violencia. Es decir, trabajar en el contexto de un midi-dir de la verité: la radical diferencia de un sujeto, de un acto, su sentido y aspecto singular.
Los métodos basados en test, en check-list, desarrollados por las instancias oficiales del gobierno norteamericano e implementados en las escuelas como protocolos a seguir, a través de la distribución de manuales para profesores y profesionales del equipo escolar, son ineficaces. Producen un ambiente peor, más vulnerable a la violencia, en que inocentes pueden ser considerados sospechosos en potencia; en vez de reducir la violencia se produce más violencia.
Un cambio en el lazo social entre alumnos y el equipo escolar, sin el estigma de la vigilancia, y con una nueva perspectiva fuera de la concepción de la criminología y de la psicología positivistas sería un camino posible. Además de ofrecer alternativas de lidiar con eso extraño presente en cada uno de nosotros, sin necesariamente transformarlo en señales de peligro y elemento predictor de violencia. ¿Cómo podría ser eso trabajado por profesores y alumnos en las escuelas, de formas múltiples y creativas? Consideramos que las artes y el psicoanálisis tendrían mucho que ofrecer en ese sentido.
Camilo E. Ramírez es psicoanalista en México. Profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y consultor en escuelas y empresas. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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* Artículo publicado originalmente en portugués, É possível antecipar as coisas? en el site del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA) de Sao Paulo, Brasil News Letter No. 204. http://www.ipla.com.br/conteudos/artigos/e-possivel-antecipar-as-coisas/ (10/05/2019)
[1] Lacan, Jacques, Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial, 2007, p. 65-66.
[2] Lacan, Jacques. El seminario de Jacques Lacan: libro 3: las psicosis 1955-1956. – 1ª Ed 14ª reimp.- Buenos Aires. Paidós, 2006, p. 17.
[3] Ramírez, Camilo. Asesinatos masivos en instituciones educativas en EUA: un análisis crítico de los documentos de la investigación oficial. Tesis de doctorado en artes y humanidades. Centro de Estudios Multidisciplinario en Artes y Humanidades (CICAHM) Monterrey Nuevo León, México, 2017.
[4] O’Toole, M. E. (1999) The School Shooter: a threat assessment perspective. Critical Incident Response Group (CIRG) National Center for the Analysis of Violent Crime (NCAVC) FBI Academy. Dwyer, K. and Osher, D. (2000). Safeguarding Our Children: An Action Guide. Washington, D.C.: U.S. Departments of Education and Justice, American Institutes for Research. Erickson, William H., Chairman (2001) The Report of Governor Bill Owens’ Columbine Review Commission. United States Secret Service y Department of Education. (2002) The Final report and Findings of the safe school initiative: implication of the prevention of school attacks in the United States, Washington, D.C. Noonan, J.H.; Vavra, M.C. (2007) Crime in School and Colleges: A study of offenders and Arrestees Reported via National Incident- Based Reporting System. United States Department of Justice Federal Bureau of Investigation Criminal Justice Information Ser-vices Division; Timothy M. Kaine (2007) Report of the Virginia Tech Review
[5] Jacques Lacan decía, que de cierta forma, todos los adverbios mienten (1ª clase) En Lacan, Jacques (1975-1976). El seminario 23: el sinthome.-1ª ed.- Buenos Aire: Paidós, 2006. p. 17.
[6] Verhaeghe, Paul. (2001). El amor en tiempos de la soledad, tres ensayos sobre el deseo y la pulsión.(2a edición en español ed.). (V. Gallo, Trad.) Buenos Aires: Paidós. p.88
[7] Parece que es consdierado equivalente tratar (to treat) tempranamente, con asustarse tempranamente, en fase de amenaza (to threat)
[8] Para este estudio fueron utilizados los seguintes filmes: Duck! The Carbine High Massacre (EUA; 1999) William Hellfire y Joe Smack; Bang Bang! You´re dead (EUA, 2002) Guy Ferland; Elephant (EUA; 2003) de Gus Van Sant; Dark Matter (EUA, 2007) de Shi-Zheng Chen; Bowling for Columbine (EUA, 2002) Michel Moore. The pervert´s guide to cinema (UK, Netherlands, Australia, 2006) Sophie Finnes
[9] El 20 de abril de 1999 dos alumnos regulares de la Columbine High School, en Littleton, Colorado, Dylan Klebold y Eric Harris, arribaron a su escuela, disparando a sus compañeros y profesores, activando bombas. En dicho ataque murieron 15 personas, entre profesores y estudiantes, incluyendo a los estudiantes Dylan y Eric.
El color rosa[1]
Dorothee Rüdiger*
¿Rosa o azul? ¿Niña o niño? That´s the question!
El mundo comienza a rodearnos con sus identificaciones, cuando, ya en la maternidad, colocan una cintita en nuestra cuna. Dependiendo del juicio médico y del color de la cintita, somos clasificados en hombres o mujeres. Dotado de un pene, el ser humano es hombre; cuando falta el órgano sexual masculino, el ser humano es mujer. “Es la naturaleza”...
Parece simple. ¿Más quién dice que el ser humano responde al patrón de quienes creen saber lo que es un hombre o una mujer? Cuando somos mujeres, el patrón de las más diversas culturas humanas, nos lleva a creer que nos falta algo. La civilización es construida sobre la lógica de sí y de no, de tener y no tener, de fort-da, “se fue -ahí está”, del cual nos cuenta Sigmund Freud, observador del juego del nieto. Las lenguas humanas se orientan en esa lógica. Tener o no tener (un falo) marca no sólo el pensamiento, marca una forma de ser, marca el inconsciente. Falta, castración, deseo,... ¿Azul o rosa?
Designadas como mujeres, buscamos en la civilización lo que nos pueda faltar. Parece ser ese el destino de buena mitad de la humanidad, designada por el moño color rosa. Como la tradición quiere, el moño rápidamente es intercambiado por una muñeca, por una banda en el cabello, un vestido con mangas holgadas. La princesita en la cuna crece, se vuelve princesa adolescente a la espera de un príncipe en su caballo blanco y con una espada para cortar los rosales que la aprisionan en la torre de marfil.
Pero... ¡Espera! ¿Será que es así?
“Una mujer no nace, una mujer se hace”, escribió Simone de Beauvoir, y captó, en los años 50 y 60 del siglo pasado, que el sueño de las princesas cambió. No hay más príncipe en caballo blanco, no hay salvación por la espada masculina. En el siglo XXI, las hijas de Simone van a la lucha al estilo de Juana de Arco y las heroínas de dibujos animados (o no) que llenan las fantasías de nuestras hijas, quienes consideran esa historia de la princesa y el príncipe en su caballo blanco, muy mal contada. “¿Ella se cortó los dedos del pie y el talón para caber en la zapatilla de cristal? ¿Por un príncipe? ¡Yo nunca haría eso!”
Siendo mujeres, es nuestro el mercado de trabajo que aprecia la versatilidad, la invención, la capacidad de producir lo inusitado. Sabemos hacer de todo un poco, como aprendemos tempranamente. Estudiamos en escuelas y universidades, abrazando profesiones hasta hace poco “masculinas”. Corremos atrás de carreras, trabajamos, ganamos dinero para gastarlo con nuestros hombres e hijos, en ropas, zapatos y eterna juventud. El mundo de la moda está a nuestros pies, realzando nuestras curvas, nuestro gusto por la novedad. Nuestras profesiones nos dan poder adquisitivo para comprar cosas bellas, tamponando lo que, en el fondo, aún hace falta.
Ahí está la cuestión. Siempre algo falta. Jacques Lacan, en el campo del psicoanálisis, va a precisar la tesis de Simone, cuando escandaliza y entusiasma a las personas en los años 70 del siglo XX con la frase “¡La mujer no existe!” ¿Cómo es eso? Viviendo preocupada, incomoda, desconfiada de que “no es solo eso”, en una civilización impregnada por el “sí” y por el “no”, a una mujer sólo le queda inventarse a sí misma y al mundo. “Inventar la moda”
Pero ¿y el listón de color rosa que designa a las niñas a las cuales les falta algo?
Las mujeres, estandarizadas justamente por tal ausencia, corren siempre para cubrir el agujero. Y entran en la fría categoría de la normalización. Aceptan lo que inventan para tapar un agujero que sólo existe porque hay listones azules y rosas. A veces, visten la camisa azul, no la dejan y obedecen, paradójicamente, a la lógica del azul y del rosa.
Para levantar el vuelo y obtener algo en la vida, a una mujer sólo le queda ser subversiva, “robar” en el juego, como plantea la psicoanalista Lou Andreas Salomé, amiga de Sigmund Freud. Pues, siendo niñas o niños, no participamos de la decisión sobre las reglas del juego, cuando colocan sin consultarnos un listón rosa o azul en nuestra cuna. Significan ese listón rosa como falta. ¿Y el azul? La carga de ser la prueba de los estereotipos de la masculinidad.
Pero, ¿quién dice que el destino de las mujeres es llevar el listoncito de la falta hasta la tumba? Ya que una mujer está fuera del patrón masculino, tiene la oportunidad de desarrollar su singularidad. Esa oportunidad la tiene un hombre, cuando osa deshacerse de los patrones de tener que ser aquel de “A las pruebas me remito”[2]
El mundo se convierte en algo fantástico cuando no hay patrones a seguir. Y lo sin-patrón, existe. Puede ser descubierto en los bailes de la periferia de Sao Paulo, en los alrededores de la “25 de marzo”[3], o en los espacios de co-working de los jóvenes intercambiando la estabilidad profesional por una vida con más creatividad. Existe cuando se toma un baño de cascada, cuando se hacen compras en las ferias de los orgánicos de “Madá”[4] para descubrir antiguos y nuevos sabores. El mundo sin patrón vive en la artesanía y en el arte, encuentra su camino en el carnaval de calle, se deja espiar por el agujero en la cerca del campo de fútbol, ofrece mil colores.
¿Y el color rosa? Forma parte del arco iris.
[1] Artículo publicado originalmente en el site del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA) de Sao Paulo, Brasil http://www.ipla.com.br/editorias/acontece/a-cor-rosa.html Fecha de publicación: 13/2/2019. Con acceso en marzo 2019. Traducido por Camilo E. Ramírez con autorización del autor.
* Dorothee Rüdiger es psicoanalista y doctora en Derecho por la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Miembro del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA)
[2] En el original en portugues dice: “Essa chance tem um homem, quando ousa livrar-se dos padrões de ter que ser aquele que “mata a cobra e mostra o pau”. Traducción libre (N. del T.)
[3] “La 25 de marzo” es una de las calles principales de la ciudad de Sao Paulo, Brasil, punto comercial y turístico, con una rica oferta de experiencias, productos y servicios. N. de T.
[4] Feria de venta de productos orgánicos, artesanías y co-working realizada mensualmente en el Museo de Arte de Londrina en Sao Paulo, Brasil.
El líder hoy[1]
Jorge Forbes*
Diez puntos para un líder en el mundo actual
1. Un líder hoy es diferente al de ayer. Hoy estamos en una sociedad en red, una sociedad plana, no vertical, el líder no puede presentarse como un modelo a ser imitado o alabado como un ideal. Se terminó la era de los lideres imperiales, mezcla de sabiduría y poder.
2. Un líder hoy tiene que tener algo de carismático. Recordemos que los carismáticos eran los que tenían acceso a Dios sin intermediación, razón de su persecución por la iglesia. El carismático tiene un compromiso con su pasión, por encima de la voluntad de ser comprendido por el otro. Por esa postura, seduce, tiene el agalma, como diría Sócrates.
3. Un líder hoy tiene que estar listo para soportar el mal-entendido. En el mundo-mix no hay una razón unificante mayor, que universalice (versión del uno), que convenza plenamente por la razón. Más que nunca vale el consejo: “No se explique, ni se justifique”.
4. Un líder hoy debe dar más importancia a la resonancia que al raciocinar, “tá ligado?”[2] Esa expresión de los jóvenes actuales apunta a un nuevo tipo de lazo social que no está basado en la comprensión, como hasta hace poco tiempo, sino en la multiplicidad de estimulaciones. Sólo así podemos comprender un Techno-parade con dos millones de personas que están juntas en el ejercicio de sus diferencias, no de una igualdad.
5. Un líder hoy debe tener una historia para contar, sí, más sobre todo, creatividad para innovarla. Su historia vale más por su pasión de vida, que por su ejemplo moral de sufrimiento. La ética del deseo es diferente de la moral de costumbres.
6. Un líder hoy debe adoptar el Principio Responsabilidad[3], no la utopía, ni el miedo. El Principio Responsabilidad exige dos movimientos: inventar una solución y, en seguida, ser capaz de inscribirla en el mundo.
7. Un líder hoy no debe preocuparse por ningún modelo prêt-à-porter, sino por la convicción de su gesto. No habrá ningún líder igual a otro, se acabó la persona con cara de líder.
8. Un líder hoy debe preferir la razón sensible a la razón acética. Lógica con subjetividad será más convincente que lógica con números. Números no emocionan.
9. Un líder hoy debe saber que la cola de distribución de preferencias es larga y que más valen los detalles de poco a poco, la atención a las ventanas quebradas, que las propuestas monumentales.
10. Un líder de hoy debe saber que en la sociedad de la comunicación lo que más vale es la propia comunicación, la interfaz, el contacto, más allá de cualquier buen material: el líder debe ser la expresión de una cultura.
São Paulo, hoy, marzo/abril de 2009.
[1] Artículo publicado en la revista WELCOME Congonhas, marzo de 2009 –año 2 número 23 con el título “O líder hoje.” Publicado en http://www.jorgeforbes.com.br/br/artigos/o-lider-hoje.html Acceso enero 2019. Traducido al español por Camilo E. Ramírez con autorización del autor (22/enero/2019)
* Psicoanalista y psiquiatra. Doctor en teoría psicoanalítica por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) Doctor en Ciencias por la Universidad de Sao Paulo (USP); creador del concepto “TierraDois”; creador y presentador del programa TIERRADOIS para TV Cultura, premiado por la Associação Paulista de Críticos de Arte (APCA) como el mejor programa de televisión brasileña en 2017 (capítulos en español https://www.youtube.com/watch?v=v0q53BhwDOw&t=201s https://www.youtube.com/watch?v=KT0aEUXCjmg&t=953s ) autor de artículos y libros, recibió el Premio Jabuti; Socio fundador de Tierra2 Solutions. (N. de T.)
[2] La expresión “Ta ligado?” se traduciría literalmente como “¿Estás conectado?” Surge del habla de los jóvenes, a partir de los años 2000, en torno a la experiencia de la música electrónica, refiriéndose más una solicitud de ¿Estás conmigo? ¿Me sigues? ¿Estás conectado? ¿Verdad?, etc. Diferenciándose de otras expresiones, como serían “¿Me explico?, “¿Me entiendes?” “¿Sabes cómo? O el anglosajón “Do you know?”, que se ubican más en una línea iluminista, del razonar y no del resonar, como el autor mismo lo destaca. (N. de T.)
[3] Cfr. Jonas, Hans El principio Responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona, España: Herder, 1995. (N. de T.)
DIFERENCIAS ENTRE EL PSICOANÁLISIS
LACANIANO Y LAS TERAPIAS:
¿CÓMO RECONOCER AL ANALISTA
LACANIANO?[1]
Liége Lise*
Introducción
Psicoanálisis y terapia son dos formas distintas de tratar el sufrimiento humano. El psicoanálisis del que hablaremos en este capítulo es el lacaniano. El psicoanálisis lacaniano es sustentado por una ética, la ética del deseo, que implica al sujeto en su habla y en su inconsciente, responsabilizándolo por sus elecciones y por su modo de satisfacción. Consiste en un tratamiento singular, único, que escapa a la normalización y estandarización. La base de las terapias, por otro lado, es un conjunto de técnicas para intervenir en el aspecto emocional, cognitivo y comportamental de la persona. Es una moral que tiene como objetivo un ideal. ¿Qué significa esto en la práctica?
Se sabe que en la cultura la diferencia entre el psicoanálisis y las terapias es imprecisa. Para muchos, psicoanálisis, psicología y psiquiatría son la misma cosa. No obstante ser campos que trabajan con el sufrimiento humano, actúan de forma diferenciada. Parten del principio de existencia de una realidad psíquica, sin embargo poseen divergencias en relación al modo en que leen e interpretan esa realidad.
Dos cuestiones son fundamentales en lo que se refiere a la distinción de los modos de trabajo de cada área. Del lado del paciente, se trata de cómo reconocer si efectivamente está ante un analista lacaniano cuando busca un tratamiento. Del lado del analista principiante, las pistas que le permiten juzgar, en una clínica sin parámetros, si él está o no, trabajando de acuerdo con sus principios éticos.
Por ello, este capítulo tiene dos objetivos: 1) establecer la diferencia entre el psicoanálisis lacaniano y las terapias; e 2) identificar las principales características del analista lacaniano que se relacionan con la radicalidad con la que sustenta su deseo. Está estructurado en cuatro partes. La primera expone cuál es la ética del psicoanálisis; la segunda presenta las principales diferencias entre el psicoanálisis lacaniano y las terapias, en lo tocante a la concepción clínica del tratamiento realizado desde una perspectiva del psicoanálisis de orientación lacaniano; la tercera parte busca comprender la radicalidad del deseo del analista lacaniano; y, finalmente, la última tematiza la especificidad de la práctica del psicoanálisis lacaniano.
EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO Y LA ÉTICA DEL
PSICOANÁLISIS
La diferencia entre el psicoanálisis lacaniano y las demás terapias está en la radicalidad con que éste privilegia la ética del deseo inconsciente y el deseo del analista en la experiencia de un análisis. Busca, por lo tanto, implicar la singularidad de la persona en relación a su deseo. Es una invitación a salir de la moral de las costumbres e ideales de adaptación a la realidad, para entrar en otra escena, en la lógica del inconsciente.
El psicoanálisis es un modo de ser y actuar basado en la singularidad, y no en una moral, regulada por costumbres y comportamientos externos. Parte del principio de que todo ser humano tiene algún mal-estar, siente y hace cosas extrañas. Por esa razón, postula que el camino para tratar esas "rarezas" consiste en pautarse en algo específico que no encaja en modelos de tratamiento y privilegia lo más propio en quien solicita un tratamiento: lo inconsciente. El inconsciente es la expresión de esa rareza singular, y el psicoanálisis, una forma de lidiar con ella, de incluirla sin transformarla en sufrimiento.
En varios de sus artículos, Sigmund Freud (1912, 1915, 1916, 1917, 1926) se refiere al psicoanálisis como un método psicoterapéutico y terapéutico, definido como:
Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica. (Freud, 1923, p. 231)
Las terapias y el psicoanálisis tienen en común el tratamiento por medio de la palabra, sin embargo, la diferencia fundamental se establece en la forma como es trabajada la palabra en cada una de esas áreas. Ese fue el descubrimiento de Freud, quien percibió que el cuerpo responde a las palabras, es tocado por ellas, de modo que las palabras alteran y subvierten las leyes del funcionamiento fisiológico del cuerpo. Al oír los síntomas histéricos, el psicoanálisis percibió que el cuerpo en sufrimiento era expresión de un conflicto inconsciente entre un deseo prohibido y su realización. Así, hizo un uso inédito de la palabra para fines de tratamiento e instituyó la "asociación libre".
Como nos mostró Freud, el inconsciente es un aparato de lenguaje que se expresa en formaciones tales como los sueños, el síntoma, los olvidos, los actos fallidos y el Witz,[2] los cuales portan la marca de una extrañeza. Es justamente esa extrañeza la que refleja el descompás del sujeto dividido entre lo que juzga querer y lo que desea.
La ética del psicoanálisis se inscribe en la radicalidad con que privilegia esas manifestaciones del inconsciente, leyéndolas como marca singular del sujeto. Esa extrañeza es resultado de la desnaturalización del humano por el lenguaje y de la consecuente pérdida de una parte de su satisfacción, porque la satisfacción humana no encuentra un objeto en la realidad que le sea correspondiente. De ese modo, el deseo es, sin objeto y en su estructura, insatisfecho. Como afirma Forbes (1997), el conflicto del hombre con el mundo no es un defecto, un error, sino la base de su constitución. El inconsciente es la marca de ese desacierto y el deseo es su producto.
En la experiencia analítica, la ética del psicoanálisis tiene como objetivo el bien-decir del sujeto sobre su deseo, de ahí hablar sobre la “ética del bien-decir”. Decir lo que de su síntoma tiene de una satisfacción paradójica, el goce. Las palabras no son suficientes para decir de ese extraño, que para cada uno es el encuentro con la sexualidad. Ese encuentro traumático recibe el nombre de real. Por lo tanto, para el psicoanálisis, lo Real es lo que siempre escapa a la palabra, es del orden de un resto inasimilable. Se trata de un resto con el cual el sujeto tendrá que lidiar a lo largo de su vida. Lacan (1975) afirma que:
los síntomas tienen un sentido, y un sentido que solo se interpreta correctamente, correctamente queriendo decir que el sujeto deja caer algún cabo, solo se interpreta en función de sus primeras experiencias, a saber en la medida que encuentre, lo que voy a llamar hoy, no pudiendo decirlo mejor, la realidad sexual. (LACAN, 1975)
En el tratamiento del síntoma, por su parte, la terapia está en consonancia con la ciencia médica. Se orienta por el restablecimiento de la salud y por la promoción del bienestar, tiene como objetivo la adecuación de la persona a un ideal. La terapia se constituye como un método de trabajo basado y perteneciente a la medicina. Therapéia viene del griego sinónimo de cuidado, restablecimiento de la salud, promoción del bienestar. Lacan afirma:
[...] que el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás [...] se trata ciertamente de un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino una psicoterapia. (Lacan, 1955, p.312)
En el psicoanálisis, el síntoma es una modalidad del goce y la cura no se aplica a esa dimensión humana. Ante ese real, ese resto inasimilable, eso extraño, el psicoanálisis implica al sujeto a responsabilizarse por ese encuentro.
Las diferencias entre el psicoanálisis lacaniano y las terapias
En la concepción y en el tratamiento del síntoma, pueden ser esbozadas las principales diferencias entre la práctica analítica y la terapia. Por ello, en lo siguiente, privilegiamos mostrar cómo cada práctica concibe los siguientes elementos: el síntoma, la queja, la dirección del tratamiento, la transferencia y la interpretación. Tales puntos fueron seleccionados porque, desde nuestra perspectiva, hablan de la esencia de la experiencia clínica concerniente a las dos prácticas.
Tabla 1 Principales diferencias entre el psicoanálisis y las terapias
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Psicoanálisis |
Terapias |
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Síntoma |
Formación del inconsciente Relación con el deseo inconsciente Expresión singular del sujeto “¿Cómo hacer con su síntoma?” |
Expresión de inadecuación Relación con la enfermedad Uso de pruebas y evaluaciones para establecerlo Su objetivo es la erradicación del síntoma con la finalidad de una mejor adaptación de la persona a la realidad. |
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Queja |
Implica al sujeto en su queja Mejora la cualidad de la duda: “¿cuál es su participación en eso que se queja?” No responde a la demanda
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Implica a la persona en la enfermedad Recibe la queja como desorden provocado por la enfermedad Responde a la demanda
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Tabla 1 Principales diferencias entre el psicoanálisis y las terapias (continuación)
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Tratamiento
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El analista dirige el tratamiento Positiva lo singular Responsabiliza al sujeto a partir de su habla, de los pensamientos y de las satisfacciones de su cuerpo –su propio goce. Invita a hablar sobre lo que no sabe; posibilita la creación de un sentido nuevo.
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El terapeuta orienta a la persona Trata la enfermedad Desresponsabilizan al sujeto por el azar. Hacen uso de técnicas estandarizadas, normas y protocolos.
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Transferencia
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Clínica basada en la transferencia Analista en lugar Sujeto Supuesto Saber (SSS) – docta ignorancia Posición de causa; provoca el deseo. |
Identificación con el ideal representado en la persona del Terapeuta Terapeuta responde al lugar del Otro Posición de consejero |
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Interpretación
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Suspende las certezas Analista presta consecuencia a lo que escucha Apunta para el límite del saber Apuesta en la invención Responsabiliza al sujeto por su dolor y por sus conquistas.
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Fijan en una identidad Inciden en la acción y reacción Justifican las explicaciones y el sentido Apuntan a un ideal Refuerzan las cualidades
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Para mayor esclarecimiento, vamos a desplegar las partes de la Tabla 1.
1. El síntoma: el análisis y las terapias tienen en común el tratamiento por medio de la palabra, sin embargo parten de concepciones diferentes sobre el entendimiento del síntoma. En el psicoanálisis, el síntoma es una de las formaciones del inconsciente. En la definición freudiana, es una solución de compromiso entre el deseo inconsciente, prohibido y reprimido, y las exigencias defensivas del yo. Para el psicoanálisis lacaniano, el síntoma es la expresión de una singularidad, de una satisfacción paradójica, marca propia de la persona y que puede ser incluida y expresada en la vida. Un mismo síntoma puede tener una función diferente para cada persona, que sólo puede ser construida y alterada en la medida en que la persona hable de su posición ante ese sufrimiento y de lo que éste viene a responder. Las terapias conciben ya el síntoma como algo inadecuado, por eso apuntan a una mejor adaptación a la realidad.
2. La queja: el psicoanálisis implica a la persona en su queja, la compromete y responsabiliza en su sufrimiento. Parte de una pregunta simple: ¿Qué tienes que ver tú con eso de lo que te quejas? Fue lo que preguntó Freud (1905) a Dora, en un caso paradigmático para el tratamiento de histeria, conocido como el Caso Dora. Ella presentaba síntomas de afonía, dificultades respiratorias y vivía un impasse amoroso entre su padre, la amante de él y el esposo de la amante. Ante sus quejas, Freud le pregunta: “¿Cuál es su participación en el desorden del que se queja?”. Así también hace el analista ante la queja, hace una intervención que abre la posibilidad de la persona traer para sí, subjetivar su sufrimiento, construir un saber sobre él e inventar una salida propia. La terapia, en la medida en que trabaja con la enfermedad, irresponsabiliza a la persona. Si la persona sufre una enfermedad y los trazos de su subjetividad no son privilegiados, se trata del problema y se busca una solución.
3. La dirección del tratamiento: el psicoanalista dirige el tratamiento, no al analizando. Incide en la posición que el analizando ocupa en su habla, en su discurso. La presencia del analista es aquello que posibilita que esa experiencia acontezca. La terapia dirige a la persona, apuntando a un ideal de ser y estar. Al hacer uso de test y protocolos, excluye la subjetividad del paciente y el terapeuta se limita a un aplicador e intérprete de resultados, obtenidos a partir de escalas ajenas a lo particular del tratamiento.
4. El manejo de la transferencia: la transferencia es condición fundamental para un análisis. Habla de un vínculo afectivo que se establece en el proceso analítico. De un amor a la figura del analista, en su inicio, referido a un amor al inconsciente. La clínica analítica es una clínica basada en la transferencia, lo que significa que el analista hace uso de un lugar que le es atribuido, de una demanda que le es dirigida, un lugar de gran importancia, Otro, para operar a partir de esa autoridad que le es confiada. Al no responder a la demanda del lugar del Otro, el analista abre la producción de un saber, fruto del trabajo del analizando y de la relación que él pasa a establecer con su palabra y con su inconsciente. Lacan hablaba del lugar del analista como de SSS -Sujeto Supuesto Saber; hablar para un Otro que es colocado en la posición de descifrar el sentido del síntoma. El analista no responde desde ese lugar, no responde a la demanda, manteniendo abierta la vía del deseo. Las terapias, por otro lado, responden a la demanda. Alimentan el síntoma con la producción de sentido y la identificación al terapeuta, que personifica lo ideal.
5. La interpretación: la interpretación es la forma como un analista interviene buscando mover, sacudir certezas, equivocar, sorprender y abrir para otros sentidos. Freud basó la matriz de interpretación inconsciente en el Complejo de Edipo, patrón de significación vertical, representado por la figura paterna. Era lo que le permitía entender el descompás del hombre y el mundo. De esa forma, la orientación vertical paterna se reflejaba en el reglamento de satisfacción humana también en los otros espacios de la cultura, escuela, trabajo y sociedad. La interpretación seguía la clave edípica, buscando la ganancia de saber y el sentido que posibilitaba la eficacia en la resolución de los síntomas. Ante los nuevos síntomas, que no responden más a la ganancia de sentido, la segunda clínica de Jacques Lacan o la “clínica del goce” posibilita una mejor intervención y eficacia. El pasaje de “Freud explica” para “Freud implica” tiene como objetivo lo real, lo que escapa al sentido, a la incompletud -lógica del psicoanálisis. El acto analítico sustentado por el deseo del analista es lo que responsabiliza “por ese insoportable de cada uno...por eso particular, por ese medio personal e intransferible de vivir” (FORBES, 2009)
Establecidas las principales diferencias entre las formas de trabajo de las terapias y la ética en la cual se basa el psicoanálisis lacaniano, en lo siguiente se mostrarán los modos por medio de los cuales el analista lacaniano puede ser reconocido.
COMO RECONOCER AL ANALISTA LACANIANO
Un analista lacaniano se reconoce por la manera singular como sustenta su deseo. Por la forma como da muestras de su relación con la ética del psicoanálisis y con su inconsciente. Con su presencia, guardando silencio, él no responde a la demanda del paciente, ni se compadece ni se reviste de maestría. Deja abierta la vía del deseo, posibilitando a quien le pide un análisis, un encuentro con su más extraño íntimo, su diferencia absoluta. Se trata del efecto verdadero que la experiencia de un análisis puede provocar: [...] un análisis, estándar o no, es el tratamiento que se espera de un analista” (LACAN, 1955, p. 331)
LA ESPECIFICIDAD DE LA PRÁCTICA DEL PSICOANÁLISIS LACANIANO: INVENCIÓN Y RESPONSABILIDAD ANTE EL SUFRIMIENTO
El psicoanálisis es una práctica que permite al ser humano incluir en su vida su insoportable sin transformarlo en sufrimiento. Mantiene viva la invitación al riesgo y apuesta de mantener vivo el deseo. Es el mejor tratamiento para la angustia, pues retira su carácter paralizante y la transforma en motor, posibilitando la invención de respuestas creativas y singulares. Se trata del tratamiento de lo extraño de cada persona, del trato con su inconsciente “que causa al ser hablante responsabilizarse por la invención de su estilo singular de gozar de su cuerpo y de su vida” (FORBES, 2010, p.11). Del lado del psicoanalista, hay también un compromiso en sustentar viva la causa analítica, la virulencia y la ética del psicoanálisis. Por no operar en el registro de la moral, y si, de la ética, el psicoanálisis es una práctica y el deseo del analista, su ser, está implicado, lo que lo aproxima al oficio creativo del poeta.
En resumen, diferente de otras prácticas profesionales en las cuales la identidad puede ser definida con predicados que unifican una categoría, un analista solamente puede ser reconocido a partir de cómo sustenta su deseo, singular, enigmático de analista.
Referencias bibliográficas
FORBES, Jorge. Psicanálise ou psicoterapia. Biblioteca Freudiana Brasileira. Campinas: Papirus, 1997.
______________. Curso do Corpo de formação em psicanálise, do IPLA. Aula inaugural. São Paulo, 09 de fevereiro de 2009. Disponível em: http://www.jorgeforbes.com.br/br/cursos-e-conferencias/aulainaugural-corpo-formacao.html. Acesso em 1o de março de 2012.
____________. Inconsciente e responsabilidade. Tese de doutorado em Psicologia. Rio de Janeiro: Universidade Federal do Rio de Janeiro, 2010.
FREUD, Sigmund. (1901-1905) Análisis fragmentario de un casto de histeria, el caso Dora. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (Octava reimpresión)
______________. (1912) Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (octava reimpresión)
______________. (1915-1916) Conferencias de introducción al psicoanálisis. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XV. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (octava reimpresión)
______________. (1916-1917) Conferencias de introducción al psicoanálisis. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XVI. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (octava reimpresión)
______________. (1922-1923) Dos artículos de enciclopédia. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (octava reimpresión)
______________. (1926) ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XX. Buenos Aires: Amorrortu, 1999. (octava reimpresión)
LACAN, Jacques. (1955) Variantes de la cura tipo. En Escritos, México: Siglo XXI, 1984, p. 312.
______________. (1975) Conferencia en Ginebra sobre el sintoma. Disponible en http://www.elsigma.com/historia-viva/traduccion-de-la-conferencia-de-ginebra-jacques-lacan-1975/12782 Acceso en octubre de 2018 (N. de T.)
[1] Traducción al español por Camilo E. Ramírez con autorización del autor. Texto original en portugués Lise, L. Diferenças entre análise lacaniana e as terapias: como reconhecer o analista lacaniano? En Forbes, Jorge (ed.); Riolfi, Claudia (org.). Psicanálise: a clínica do Real. Barueri, SP: Manole, 2014., Cap. 2. p. 21-35.
* Psicóloga y psicoanalista brasileña. Miembro del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA) Coordinadora de la Clínica Escuela en IPLA, Investigadora en la Clínica de Psicoanálisis del Centro de Estudios de Genoma Humano de la Universidad de São Paulo (USP) en São Paulo, Brasil http://www.ipla.com.br/
[2] La expresión en el original portugués dice “ditos espirituosos”. Para mantener el sentido y fuerza de la frase, elegimos la palabra alemana empleada por Freud, Witz, por poseer una amplitud semántica, en vez de la referencia común en las traducciones al español de chiste. (N. de T.)
DEL ANHELO DE LEER EL NOMBRE EN LA PLACA
AL DESEO DEL ANALISTA:
¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS
DE LA FORMACIÓN?[1]
Teresa Genesini*
Introducción
Iniciemos por una metáfora: el psicoanalista es aquel “sin nombre” en la placa. Como los hijos, el amor, el orgasmo, una puesta de sol, es algo vacío. Funciona en otro registro y, consecuentemente, es formado de otra manera.
El analista no es de este mundo, tal como la mujer. La mujer y el analista están fuera de la civilización, en la media en la que la intención de sus conceptos es vacía. No se puede decir “los analistas”, así como no se dice “las mujeres”. Un analista existe en el “uno a uno”. Su formación se da en el diván, en la relación con su inconsciente y en cómo da consecuencia a su deseo de analista. No hay una cualidad universal que identifique uno u otro, por ello decimos que sólo es posible considerar a la mujer una a una y al analista uno a uno.
Es esa falta de cualidad universal del analista que explica la frase enigmática de Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”: “El analista [...] haría mejor situándose en su falta en ser que en su ser” (Lacan, 1958/1975, p. 569); alcanzar y soportar esa falta en ser, es consecuencia de un análisis (Forbes, 1996). La falta-en-ser - esa falta de cualidad universal del analista- fue, según Forbes, una de las grandes contribuciones de Lacan: “la de situar al analista no como un modelo, sea de lo que sea, sino como un elemento causador, como una provocación que hace hablar, una causa y no un ideal” (Forbes, 1996).
Por ese motivo, contrariamente a otras profesiones, la formación del analista apunta a la radical diferencia. Ella va en la dirección opuesta a la estandarización. Va en contra de las garantías simbólicas que responden a una sociedad marcada por un discurso universal y totalitario que define como todo es y cómo debe de ser. El diploma, el certificado, el sello y el nombre en la placa, son manifestaciones de esos estándares. Entonces, ¿cómo formar “lo sin nombre”? En el análisis personal, ante todo. Después, estudio y supervisión. La tríada de formación.
¿CÓMO ERA ESA TRÍADA EN FREUD?
En el texto, “Historia del movimiento psicoanalítico” (1914), Freud presenta las palabras del escudo de armas de la ciudad de París: Fluctuat nec mergitur. El escudo representa un navío cuyo emblema es: “Se sacude, pero no se hunde”. Freud citó ese lema otras veces en su correspondencia con Fliss, para hablar del estado de su espíritu. Lo que hacía que él no desistiese era su deseo de analista.
Freud estaba convencido de la importancia del psicoanálisis para toda formación médica y en general; consideraba que una de las funciones de psicoanálisis era proporcionar una base para la psiquiatría. Además, proponía que todos los estudiantes de medicina tuviesen acceso a un curso elemental de psicoanálisis, y en el caso de psiquiatras, deberían recibir un curso de psicoanálisis especializado. Defendió estas ideas en su artículo de 1919, “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?”
Para Freud, los “legos”, esto es, “los no médicos” deberían poder practicar el psicoanálisis tanto como los médicos. Él se ocupó de esa cuestión y escribió un trabajo acerca del tema, “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?: diálogos con un juez imparcial”, publicado en 1926, en defensa de Theodor Reik, quien fue acusado de charlatanerismo por practicar el psicoanálisis sin ser médico.
Desde el inicio, Freud defendía la idea que el psicoanálisis no debería ser sólo una práctica de la profesión médica. Consideraba que la formación recibida por un médico en la escuela de medicina era “más o menos lo contrario” de la formación necesaria a un psicoanalista. Según él, para practicar el psicoanálisis, poco se necesita de la medicina, se debe saber mucho de psicología del inconsciente, un poco de biología y de ciencia sexual. El analista necesitaría lograr cierto grado de autodisciplina y conocimiento a su disposición, para conseguir, con sus interpretaciones, alcanzar el objetivo.
Cuenta cierta firmeza de oído para lo reprimido inconsciente, que no todos poseen en igual medida. Y es esto, en especial, lo que impone al analista la obligación de someterse él mismo a un análisis en profundidad a fin de volverse idóneo para una recepción sin prejuicios del material analítico. De todos modos resta algo, equiparable a la “ecuación personal” en las observaciones astronómicas; ese factor individual siempre desempeñará en el psicoanálisis un papel más importante que en otros campos (FREUD, 1926, p. 205)
Que el analista no prescinda de hacer su propio análisis, esto era básico desde el inicio del psicoanálisis. Era esperada una formación mínima de dos años, a partir de la cual el candidato a psicoanalista era considerado un principiante. Esta formación era realizada por medio de la práctica y el intercambio de ideas con los más experimentados, en las reuniones de las sociedades analíticas. Freud creía que la literatura especializada, los encuentros científicos y el contacto con los analistas experimentados eran imprescindibles para la formación del analista. La formación del analista exige un arduo trabajo, de gran responsabilidad.
Pero un vez que [...] uno mismo ha sido analizado, ha averiguado de la psicología de lo inconsciente lo que hoy puede saberse, conoce la ciencia de la vida sexual y ha aprendido la difícil tarea del psicoanálisis, el arte de la interpretación, el combate con las resistencias y el manejo de la transferencia, ya no es un lego en el campo del psicoanálisis. (FREUD, 1926, p. 213)
En aquella época, la formación en psicoanálisis podía realizarse en tres lugares: en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín, fundada por el Dr. Max Eitingon -miembro de la sociedad local-; en el instituto financiado por la Sociedad Psicoanalítica de Viena, que se mantenía con mucha dificultad financiera; y en el Instituto de formación de la Sociedad Psicoanalítica de Londres, dirigido por Ernest Jones, uno de los seguidores de Sigmund Freud. Los candidatos a analistas que frecuentaban esos institutos, hacían ahí su análisis personal y supervisión con los analistas más experimentados, atendiendo casos considerados sencillos.
La tríada de análisis personal, estudio y supervisión ya formaba parte de la formación del psicoanalista desde el inicio del psicoanálisis. La diferencia era que esos analistas en formación hacían un análisis llamado didáctico -que, según el Diccionario de psicoanálisis (LAPLANCHE & PONTALIS, 1982), es el psicoanálisis al que se somete aquel que se destina al ejercicio de la profesión de psicoanalista y que constituye la base principal de la formación. Quien quisiese practicar el psicoanálisis debería someterse, antes, él mismo a un análisis con un analista calificado como didacta.
UN PASEO POR LA HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS
La formación del psicoanalista, hoy, tiene algunas enseñanzas a extraer de la propia historia del psicoanálisis. Por ello, propongo un paseo por esa historia.
Freud se formó como médico en 1881, en la Universidad de Viena, y no comenzó su práctica clínica inmediatamente. Trabajó en laboratorios, fue investigador y fue admitido como profesor de neuropatología en la universidad. Conoció al Dr. Joseph Breuer, un médico famoso en Viena en la década de 1870 y se hicieron amigos. En 1882, Breuer, le contó a Freud sobre una paciente (Anna O.), su primer caso de histeria, y comenzaron a trabajar juntos.
Tres años después, Freud va a Paris a estudiar con Charcot. A su regreso a Viena, poco antes de su matrimonio, se instala en un departamento en el número 7 de la Rathaussstrasse, en el mayor punto de actividades profesionales de la ciudad, atrás del edificio de la prefectura -su casa y consultorio. Colocó una placa de identificación profesional en la puerta de la calle y otra en la parte interna. Hizo un anuncio de su clínica privada en los periódicos locales y en las publicaciones médicas periódicas: “Dr. Sigmund Freud, Docente de Neuropatología de la Universidad de Viena, llegando de una estancia de seis meses en París, reside actualmente en el núm. 7 de la Rathausstrasse” (Jones, 1961, p.157)
Freud fue un intelectual solitario durante los primeros diez años de la creación del psicoanálisis y, a partir de 1906, comenzó su reconocimiento internacional. Cuenta Ernest Jones, discípulo y biógrafo de Freud, que en 1907, Max Eitingon - que se convirtió en psicoanalista, gran colaborador y amigo de Freud-, en la época de estudiante de medicina en Zúrich, fue a Viena por quince días, donde se conocieron:
Pasó tres o cuatro noches con Freud, dedicadas a análisis personal en el transcurso de largas caminatas por la ciudad. ¡Así se inició el primer análisis didáctico! (JONES, 1961, TII, p. 377)
En el inicio del psicoanálisis, Freud era el único psicoanalista que formaba a los futuros analistas. En una noche de miércoles de 1902, Freud invitó a cuatro médicos vieneses para una reunión en una sala de su consultorio: Kahane, Reitler, Stekel y Adler, con los cuales dio inicio a lo que se conoció como “Sociedad Psicológica de los Miércoles”. En 1908, ya con un número mayor de participantes, el trabajo del grupo fue rebautizado como “Sociedad Psicoanalítica de Viena”, como es llamada hasta hoy.
En 1907, un grupo restringido, llamado “Grupo Freud”, se formó en Zúrich, denominándose después “Sociedad Freud”, seguido de “Sociedad Psicoanalítica de Berlín”. En 1908, fue el primer congreso privado de psicoanálisis en Salzburgo, con la presencia de cuarenta y dos personas, cuya mitad ya eran psicoanalistas o estaban haciendo formación en psicoanálisis. En ese congreso, Freud presentó el trabajo conocido como “El hombre de las ratas”. El movimiento trajo nuevos adeptos y ante ese crecimiento, Freud juzgó necesario crear un organismo que determinase un ámbito para el campo y la práctica del psicoanálisis. Así, dos años después, en el Congreso de Núremberg, fue creada la International de Psicoanálisis (IPA). Freud diría más tarde, al escribir “La historia del movimiento psicoanalítico”:
Yo juzgaba necesaria la forma de una asociación oficial porque temía el abuso de que sería objeto el psicoanálisis tan pronto como alcanzase popularidad. Entonces se requeriría de un centro capaz de emitir esta declaración: “El análisis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoanálisis”. En las sesiones de los grupos locales que compondrían la asociación internacional debía enseñarse el modo de cultivar el psicoanálisis, y ahí hallarían su formación médicos cuya actividad podría prestarse una suerte de garantía. (Freud, 1914, p. 42)
Después, en 1913, otros dos grupo fueron fundados y aceptados como organizaciones filiales a la IPA: la Sociedad de Budapest y la de Londres. Todas las asociaciones tenían periódicos/revistas de psicoanálisis con publicaciones regulares bajo la orientación científica de Freud. Se produjo entonces, en varios lugares, la formación de institutos de psicoanálisis afiliados a la IPA y las reglas de formación eran dictadas por dicha Asociación. Fue en 1922, en el Congreso de la IPA, dos años después de la fundación del Instituto de Psicoanálisis de Berlín, que se presentó la exigencia de análisis didáctico para todo candidato a analista (LAPLANCHE & PONTALIS, 1982, p. 24). En el Congreso de Bad-Homburg, en 1925, el análisis didáctico, junto a la supervisión, se convirtieron en obligatorias para todas las sociedades psicoanalíticas. Fue el inicio de la burocratización de la IPA.
¿CÓMO PENSÓ LACAN LA FORMACIÓN?
Freud atendía amigos, familias, en su consultorio, caminando con sus pacientes por la ciudad o por el campo, actitud que, más tarde, fue olvidada por los post-freudianos, quienes burocratizaron el proceso. Los protocolos del análisis didáctico se volvieron cada vez más rígidos.
Lacan no aceptaba ese cambio. ¿Por qué los discípulos de Freud transformaron el rigor, algo tan cuidado por Freud, en rigidez? Para responder a esta pregunta debemos retroceder al verano de 1923, cuando el descubrimiento de un cáncer en Freud causó pánico en sus discípulos. El miedo de que el profesor los dejase sin que legitimase un protocolo de formación permitió que las reglas de formación se rigidizaran cada vez más.
El miedo de que no saber lidiar con lo singular, con el caso por caso, los colocó en una posición defensiva y dogmática. El encuentro con lo Real, en vez de producir una invención, produjo un retroceso. Freud se asombraba que los psicoanalistas no notaran la elasticidad de las convenciones y prefirieran someterse a ellas como a reglamentos tabús (DIDIER-WEILL et al., 2001, p. 14)
Es interesante notar que Freud vivió quince años más, bastante productivos, no obstante las reglas creadas por sus discípulos en la inminencia de su muerte continúan vigentes hasta hoy.
La gran escisión de Lacan con la IPA aconteció en 1963, cuando la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP), a la cual pertenecía Lacan, pidió su filiación a la IPA. La IPA impuso a la SFP 13 condiciones para su admisión. La 13a condición era tachar los nombres de Jacques Lacan y Françoise Dolto de su lista de analistas didactas. La mayoría de los miembros de la SFP votó a favor de esas condiciones, muchos de ellos eran analizandos de Lacan. Fue así que Lacan rompió con ellos y fue expulsado de la IPA. Ello permite ver como la función de analista didacta era usada como embate de poder.
En una palabra, para Lacan, “formar un analista” era, encima de todo, dar las oportunidades para que algo del orden del analista se realizara. O, por decirlo de otra manera, para que algo se atenuara no tanto de su narcisismo, como dicen repetidamente, sino de las certezas que el yo toma de su fantasía fundamental (DIDIER-WEILL & SAFOUAN, 2009, p. 88)[2]
Ya en la década de 1950, en el artículo “Situación del psicoanálisis y la formación del psicoanalista en 1956”, Lacan había dejado claro que no aceptaba los protocolos de formación del analista, vigentes en la IPA. No hay una justa medida, no hay garantías. Lacan se preocupaba por el rigor, más eso no coincidía con un saber estandarizado, formateado -hay un real en juego en la propia formación del analista, afirmaba él al anunciar en 1967, un principio: el analista solo se autoriza de sí mismo (Lacan, 1967). Lacan reencuentra Freud al dar peso a la formación del analista a través de su análisis personal, de su formación cultural y de la relación transferencial, quitando de la institución el poder de autorizar un analista.
Pero ¿qué significa esa frase de Lacan de que el analista solo se autoriza de sí mismo? Siguiendo a Jacques-Alain Miller, esa frase es una proposición multifacética: bajo una faceta puede querer decir que “el analista, si existiese, sería un sujeto no sugestionable”; en una segunda faceta sugiere que “el analista no existe”, que él debe ser considerado “uno por uno” y que en psicoanálisis no existe patrón; una tercera posibilidad es que se trata de “un slogan subversivo e irónico, perfectamente afinado con él espíritu de la época en que fue formulado, octubre de 1967 [...] Era decirles: señores, ustedes intentarán inútilmente, serán superados, no conseguirán hacer que los futuros psicoanalistas vengan a pedirles permiso para instalarse (MILLER, 2005, p. 204)[3]
Fuera de la dimensión provocativa hay una rigurosa organización, que Lacan muestra aún antes, en 1964, después de su excomunión de la IPA (él usaba el término excomunión en una alusión a que la comunidad psicoanalítica era una iglesia) en el acto de fundación de su escuela. Lacan creó el significante Escuela en lugar de Asociación o Sociedad y tenía razones para ello. Los miembros de un Sociedad se juntan por una identificación común entre sí. Los miembros de una Escuela están ligados por la relación con el saber, con lo que se puede saber y transmitir del psicoanálisis, dice Jorge Forbes (1992). Una transmisión hecha por la transferencia, sin garantías, sin convertir el saber del psicoanálisis en saber del maestro.
1. La formación: así, en el acto de la fundación de la Escuela Freudiana de Paris, el 21 de junio de 1964, Lacan describía un cuadro preciso de la formación, dividido en tres secciones: Sección de psicoanálisis pura, Sección de psicoanálisis aplicado y Sección de revisión del campo freudiano (LACAN, 1964b). La sección de psicoanálisis pura estaba compuesta de tres sub-secciones: Doctrina de psicoanálisis puro -la enseñanza de la teoría; Crítica interna de su práctica como formación- una crítica de la propia Escuela; y la Supervisión de los psicoanalistas en formación. Esa sección no era restringida a los médicos y daba las bases para la formación del analista. Podemos decir que ese es el trípode que continuó valiendo hasta hoy. La Sección de psicoanálisis aplicado era dirigida a los médicos, psicoanalistas o no, y se componía de tres sub-secciones: Doctrina de tratamiento y de sus variaciones; Casuística; e información psiquiátrica y prospección médica. La Sección de censo del campo freudiano debería mantener un comentario continuo del movimiento psicoanalítico; hacer la articulación con las ciencias afines y preservar la ética del psicoanálisis –que es la praxis de su teoría. Esta división, por más canónica que pueda parecer, no tiene más sentido hoy, en la perspectiva de una clínica de lo Real, no más pautada por las estructuras. Evoluciona para fusionar psicoanálisis aplicado y puro en una única sección. En una nota adjunta al acto de fundación, Lacan elaboró una guía del usuario con siete puntos, que son propuestas elementales y rigurosas, no basadas en una jerarquía institucional, sino en prácticas efectivas del psicoanálisis.
2. El pase como dispositivo de valoración: volviendo al principio de que el analista se autoriza de sí mismo, retomo lo que Jacques-Alain Miller decía: la última faceta de ese principio tiene que ver con la inauguración de una legitimidad nueva, la de la Escuela de Lacan –sin estándares, más no sin principios, ni sin rigor. “La formación lacaniana, por no ser estandarizada, es muy exigente” (Miller, 2005, p. 205). Lacan creó un dispositivo de verificación, el pase, que después él mismo llamó “un fracaso”, en la disolución de la Escuela Freudiana de Paris en 1980.
El analista puede querer convertirse en psicoanalista por la propia experiencia y para eso Lacan crea dos categorías: la primera, el AME –analista, miembro de la Escuela -, constituido simplemente por el hecho de que la Escuela lo reconoce como psicoanalista que comprobó su capacidad, siendo así, un título recibido; y, la segunda categoría, el AE –analista de la Escuela-, es quien demanda formalmente ese reconocimiento, dando testimonio de su análisis; es un titulo solicitado. Por lo tanto, AME es un título que “depende de una competencia” y esa competencia es reconocida por sus pares; en cuanto el AE es un título que depende de un performance (DIDIER-WEILL & SAFOUAN, 2009, p. 42)[4]
El Analista de la Escuela debe analizar la experiencia de la Escuela y enriquecer la elaboración colectiva de la Escuela. Un AE se define por el pase: el candidato, llamado “pasante”, relata su experiencia analítica a dos “pasadores” –analizandos que aún no han llegado al final del análisis. El pase no garantiza la calidad del analista, ni es un modelo de comparación con un ideal. No es necesario pasar por ese dispositivo, es una elección.
Con la “Proposición del 67”, Lacan quiso ir en el sentido contrario de la IPA, que decía que un psicoanalista sólo podría ser nombrado si era aprobado por una institución a ella afiliada –es un acto innovador, pues sale del registro de garantía y entra en el registro de consecuencia. El pase es una perspectiva de Escuelas, y no garantía de análisis personal. Es preciso ir más allá, salir del mutualismo y analizar la Escuela, si la elección fuera hacer el pase para ganar esa denominación.
Para concluir al respecto de lo que significa la frase “el analista sólo se autoriza de sí mismo”, podemos traer aquí las palabras de Jorge Forbes:
Es una frase trampa. El sí mismo es diferente de yo mismo. Si la persona cree que sustentar una clínica es a partir del “yo mismo”, entonces no puede sustentar ninguna clínica, porque la clínica psicoanalítica no es una clínica egoica. El “sí mismo” es exactamente lo que la persona no sabe que es. (Forbes, 2009)
No solo en la base de la institución del pase se hacía sentir el rigor. Así como Freud tenía su grupo, Lacan tenía sus alumnos, que seguían sus seminarios, que lo acompañaban en la Escuela; y ser “alumno de Lacan” no era sin consecuencias. Era esperado que el “alumno” tuviese una sólida formación para hacer parte de este grupo, formado por personas de los más variados campos de conocimiento: juristas, matemáticos, filósofos, etnólogos y profesores, además de médicos. Eran personas que tenían un buen dominio de lenguas, de literatura, de filosofía y de historia. El propio Lacan tenía una formación envidiable, conocedor de Hegel, Spinoza, Kojève y Koyré, solo por citar algunos; era un gran orador, con un estilo propio y, como Freud, instauró una transmisión carismática a sus alumnos.
LACAN Y LA ENSEÑANA DE PSICOANÁLISIS EN VINCENNES
La formación del analista, la transmisión del psicoanálisis, continuó siendo de lo más importante para Lacan. Al final de 1974, fue invitado, como Director Científico, a hacer una propuesta para el Departamento de Psicoanálisis del Centro Universitario Experimental de Vincennes, Universidad que había sido fundada en octubre de 1968.
“Peut-être à Vincennes” (LACAN, 1974): en este curso de psicoanálisis, Lacan lanza las bases de las enseñanzas de Freud por medio de las cuales un sujeto puede teorizar su propio análisis –la idea era que las enseñanzas ayudarían al analista a encarar las ganancias de su propio análisis; saber, no tanto para lo que sirvió, sino de lo que se sirvió. En ese sentido, no se trataba de la enseñanza de Lacan propiamente, de sus seminarios, sino de ayudar al analista con las ciencias, de mostrar que esas ciencias se renuevan en el encuentro con el psicoanálisis. Las ciencias conexas con las enseñanzas psicoanalíticas eran: anti-filosofía, lingüística, lógica y topología.
Lacan pensó en una “teoría” que pudiese ayudar al analista en formación a pensar el psicoanálisis, a pensar su propio análisis:
1. Antifilosofía: la idea de la anti-filosofía es el de una ciencia que sustituya al discurso universitario, como educativo. No es la historia de la ideas, sino llegar al núcleo de la filosofía, a su raíz indiscutible. En Aprender a vivir –filosofía para mentes jóvenes, Ferry (2006) sintetiza varias filosofías, que según él, son los diversos modos de enfrentamiento de la muerte, o en términos lacanianos, como dar cuenta de la “No existencia de la relación sexual”. Esa idea de algunas filosofías, de encontrar una salida universal, una regla con la cual se pueda pautar la vida para escapar de la muerte, no funciona, es un sueño del cual sólo es posible despertar uno a uno en lo particular.
2. Lingüística: no interesaba estudiar la lingüística en sí, sino ver como ella se transforma con el psicoanálisis. El lenguaje (lo simbólico) hace un enlace entre lo imaginario y lo Real. Los estudios del lenguaje encuentran al psicoanálisis en dos puntos de convergencia, dice Lacan: 1) En la gramática, en cuanto ella “hace sierra del sentido”, esto es, recorta la dimensión directamente aprehensible del sentido, permite denunciar la ilusión de evidencia de un significado colado al significante; y 2) En el equívoco, esto es, exactamente en ese espacio de vacilación del sentido. Esas dos dimensiones interesan al psicoanalista porque es en la falla del sentido que él trabaja.
3. Lógica: la lógica matemática es una ciencia de lo Real que, a través de presupuestos y de una racionalidad que escapa a las palabras, permite el acceso a lo imposible.
4. Topología: un área de la matemática que captura algo del Real. El nudo, la trama, la fibra, las conexiones, la compacidad - todas las formas en que hay fallo o superposición, las formas topológicas proporcionan al analista un apoyo que no sea por la metáfora, por el simbólico, sino por lo Real. Una propuesta propia a la clínica post-edípica, la clínica de lo Real.
LA FORMACIÓN DEL ANALISTA EN EL SIGLO XXI
Hacemos uso de metáforas para intentar, por medio del lenguaje, decir lo que sucede en un análisis. No obstante el lenguaje no siempre da cuenta, hay un indecible, falta una cosa. ¿Cómo describir el gesto de un analista? ¿Cómo decir lo que toca el cuerpo? Si Lacan convoca la antifilosofía, la lingüística, la lógica y la topología, no es por el saber constituido que ellas representan, sino como herramientas para que el psicoanálisis construya su propio campo teórico. Con la topología, Lacan se estaba aproximado a la “monstración” – el gesto del analista, que escapa a las palabras, al sentido.
En la experiencia de nuestra Clínica de Psicoanálisis en el Centro de Estudios de Genoma Humano (CEGH) de la Universidad de São Paulo (USP), asistimos a entrevistas de pacientes con Jorge Forbes y Mayana Zatz. ¿Cómo describir el gesto del analista capturando el gozo del paciente? ¿Qué decir de la angustia del paciente al ser tocado? Es un ejercicio de “monstración”, uno de los pilares responsables de la formación de los analistas en el Instituto de Psicoanálisis Lacaniano (IPLA). Es por medio de la “monstración” que lanzamos el cuarto pilar de la formación del analista para el psicoanálisis del siglo XXI, que tiene su base más fuerte en el análisis personal.
Un instituto de formación en psicoanálisis no se puede colocar como concesionaria o autorizada por Lacan; fue contra todo eso que Lacan luchó, en relación a la IPA, a la estandarización. Un instituto de formación tiene que formar al psicoanalista del siglo XXI, formación propia de la clínica de lo Real, del sentido a menos, del resonar, de la “monstracion”. Un psicoanálisis que no pretende más lograr una verdad escondida a través de la interpretación, sino tocar el cuerpo del sujeto por medio del acto analítico, la palabra es insuficiente para dar cuenta del acto. Por eso, el gesto del analista es un ejercicio de “monstración”.
Entonces, ¿Qué es lo que diferencia la formación del analista en tiempos de Freud a la de hoy? La base de la formación lacaniana continúa siendo el trípode análisis personal, estudio y supervisión. Añadimos a ese trípode la "monstración", propia de la clínica de lo Real.
De la misma forma, el analista interpreta e interfiere en la cultura. De ahí el psicoanalista ciudadano que, además de escuchar, también se coloca en las cuestiones del día a día, se posiciona en el mundo y legitima el futuro. El IPLA, implicado en la formación del analista ciudadano, lanzó, el 19 de octubre de 2012, el newsletter “O mundo visto pela psicanálise”[5], con textos de cuatro editoriales -Acontecer, Educación, Salud y Sociedad- escritos por psicoanalistas. Es una forma de mantener la virulencia del psicoanálisis, su difusión en el mundo, en la cultura. Es la responsabilidad que tenemos de honrar la herencia que recibimos de Freud -por ello el rigor, la entrega, la implicación.
Regreso entonces a lo expuesto al inicio de este capítulo, a la diferencia radical de la formación de un analista y de cualquier otro profesional: la formación del analista es singular porque pasa por el diván, por la relación con su inconsciente y con su deseo, para después trabajar el deseo de otro y sustentar su posición. Lo que sustenta la posición del analista, además de su análisis personal y su deseo, es su deseo de analista, que es diferente al deseo de ser analista. El deseo de analista no es del orden de hacer, de curar; no es un deseo de cura. El deseo de analista es de transformar lo particular en singular, hacer al analizando descubrir aquello que lo hace diferente y responsabilizarse por esa diferencia. Llegar a la singularidad, a su diferencia absoluta, quebrando la expectativa de todo, de completitud.
El deseo del analista no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él. Sólo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir (Lacan, 1964a, p.284)
El analista pone de sí, pone su cuerpo y su deseo en la relación analítica. Él se interesa por sus analizandos con una curiosidad inagotable e infantil. Como dice Jacques-Alain Miller:
Un analista continúa aprendiendo con su inconsciente. Ser analista no lo exonera de ese testimonio. Ser analista no es analizar a los demás; es, en principio, seguir analizándose, continua siendo analizando -es una lección de humildad. (MILLER, 2008, p. 28)[6]
Un analista conduce un análisis, de comienzo a fin. Y su formación nunca termina. Para finalizar, un decálogo de Jorge Forbes (1990):
Ser analista
1. Es valer más cuando no se es, que cuando se es.
2. Es prestar palabra, cuerpo y ser para ser hecho lo que se desee.
3. Es amar incondicionalmente, sin ninguna reciprocidad, en la pasión de la ignorancia.
4. Es llegar sin avisar, al lugar de la sorpresa o del asombro.
5. Es pasar por raro, mal educado, aburrido, sin poder justificar.
6. Es, trabajando correctamente, llegar a tener horror de su acto.
7. Es poder ser paciente en el lugar del Otro.
8. Es no gobernar, ni educar.
9. Es saber lo que hace, cuando no sabe lo que dice.
10. Es tener nostalgia sin recuperar, cuando se llega al final.
Referencias bibliográficas
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FERRY, Luc. (2006) Aprender a vivir: filosofía para mentes jóvenes. Madrid. Taurus, 2006
FORBES, Jorge. Ser analista. In: Colóquio “Psicanálise: Identidade e Diferenças”, do Instituto de Estudos Avançados da USP, São Paulo, 1990. Excerto do trabalho apresentado no Colóquio “Psicanálise: Identidade e Diferenças”, do Instituto de Estudos Avançados da USP. Disponível em: http://www.jorgeforbes.com.br/br/avesso-do-avesso/ ser-analista-2.html. Acesso em 17 de dezembro de 2013.
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MILLER, Jacques-Alain. (1996) O sobrinho de Lacan. Rio de Janeiro: Forense Universitária, 2005.
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[1] Traducción por Camilo E. Ramírez con autorización del autor. Texto original: Genesini, Teresa, Da vontade de ler o nome na placa ao desejo do analista: quais são as características da formação. En Forbes, Jorge (ed.); Riolfi, Claudia (org.). Psicanálise: a clínica do Real. Barueri, SP: Manole, 2014., Cap. 29, p. 487-510.
* Psicoanalista brasileña. Graduada en Matemática, cursó estudios de Maestría en Estadística en la Universidad de Estatal de Campinhas (UNICAMP) en Campinas, Brasil. Es directora del Instituto de Psicanálise Lacaniana (IPLA) en São Paulo, Brasil. http://www.ipla.com.br/ página personal: http://teresagenesini.blogspot.mx/
[2] La traducción al español es nuestra (N. de T.)
[3] La traducción al español es nuestra (N. de T.)
[4] La traducción al español es nuestra (N. de T.)
[5] El mundo visto por el psicoanálisis, que puede consultarse en http://www.ipla.com.br/o-mundo.html (N.deT.)
EL PSICOANÁLISIS LACANIANO HOY:
INGREDIENTES, INDICACIONES Y
MODOS DE USO*
Iniciamos aquí un libro acerca del psicoanálisis en el siglo XXI, describiendo lo que entendemos es lo mejor de la clínica psicoanalítica hoy, con la claridad de un recorrido progresivo y racional.
Si en este siglo la clínica aún no ha cambiado, tiene que cambiar. En caso de no hacerlo, quedará obsoleta. Necesitamos pensar la novedad, o quedaremos amarrados a una práctica de calidad inferior a lo que podemos proponer – y tendrían razón ciertas revistas semanales que preguntan si Freud murió- ante las revoluciones que el mundo atraviesa. Respondemos de ya: ni Freud, ni el psicoanálisis murieron.
Examinemos entonces nuestro pasado para reconocer lo que ahora es más efectivo, ligero [1] y eficiente en el trabajo clínico. Corresponde a nosotros encontrar la mejor manera de lidiar con los síntomas del hombre en la globalización. Hoy, más que nunca, creemos que el psicoanálisis puede tener un campo de acción mayor, si somos capaces de cuestionar nuestros estándares. Vivimos tantos cambios que, al actuar en el consultorio, la empresa, la escuela o en la universidad, es necesario que cada uno se pregunte, cuáles son los conceptos psicoanalíticos que necesita.
Cargamos un gran equipaje acumulado en más de un siglo de historia del psicoanálisis. Los analistas dejaron de valorar lo que todavía les sirve y lo que no. Son como quien hace la maleta cada mes para un viaje, sin preguntarse si usará lo que llevó, o si el peso fue innecesario.
También vestimos indistintamente, pantalones, corbatas, vestidos y blusas de las más diversas épocas. Muchas veces sin darnos cuenta que una blusa ya ha sido reinterpretada en algún año en la década de 1940, o que aquel viejo pantalón tuvo otra bastilla en 1950. Mal nos damos cuenta que citamos conceptos creados en tiempos y contextos distintos, para muchas veces cubrir un mismo universo semántico. Perdidos en nuestra poca claridad, causamos, nosotros mismos, una confusión.
Contra esa postura, mostraremos aquí una lógica que eslabona los puntos más importantes de la clínica psicoanalítica, desde su nacimiento hasta hoy. De manera simple, dividiremos la historia del psicoanálisis en cuatro momentos: (1) el original, de la escucha freudiana; (2) el de sentir lo que no puede ser dicho; (3) el de una nueva escucha, filtrada por la ciencia; y (4) el de implicación –que es el tiempo actual.
Hoy vivimos una transformación paradigmática que exige de nosotros reflexión respecto de cada uno de esos cuatro momentos.
LA ESCUCHA FREUDIANA: EL HOMBRE QUE OBEDECIÓ AL SINTOMA Y SE CALLÓ
Siempre encontré fascinante la figura del médico Josef Breuer, un gran clínico de Viena de 1880. El firmó con Freud, el libro inaugural: Estudios sobre la histeria (1893-1895/1974). Es inspirador pensar en ese médico que, mandado callarse la boca por una paciente histérica, hizo lo inesperado y se calló. Haga alguien la experiencia de consultar con un clínico renombrado y mándele callarse la boca, cuando éste le interrumpa el relato de su queja, para ver lo que le sucede.
No obstante, Breuer se silenció cuando aquella que se llamaba Bertha Pappenheim (más reconocida en la literatura analítica como Ana O.) le pidió: “Déjeme hablar hasta limpiar mi chimenea. ¡Haré la cura por la palabra!”
De hecho, el síntoma mejoró en la medida en la que ella hablaba libremente. Breuer quedó tan maravillado que relató su experiencia al joven médico que lo acompañaba, Sigmund Freud. Éste, por su parte, pudo haber dejado de lado la historia. Sin embargo, influenciado por la suma de algunos factores que comentaremos más adelante, entre ellos, su gran admiración por Breuer, inventó un método de tratamiento por la palabra: el psicoanálisis.
El primero de los factores que incitó a Freud a valorar el relato de Breuer fue su lectura anterior de un libro “El arte de convertirse en un escritor original en tres días” de Ludwing Börne [Loeb Baruch] (1823/1964-1968). Esa obra recomendaba, para ser un escritor, el método de hablar de todo aquello que viniese a la cabeza. Freud gustaba tanto de ese libro que lo llevaba siempre consigo. El segundo factor, posterior al relato de Breuer, fue su encuentro con el gran Charcot en París, cuatro meses de estancia en la clínica del Hospital de la Salpêtrière. Ahí aprendió cómo la palabra toca el cuerpo de la histérica.
En su nacimiento, el psicoanálisis probaba procedimientos para traer a la luz afectos reprimidos, revelando, desde la oscuridad del inconsciente, marcas que perturbasen la vida de una persona. Esta operación la liberaría para seguir adelante, libre de traumas.
El descubrimiento revolucionario de Freud, a partir de la experiencia de Breuer y de Charcot, fue que la queja de las histéricas no debería ser escuchada con oídos disciplinadores, del tipo comúnmente empleado por médicos. Un médico traduce, en su lenguaje técnico, lo que el paciente dice: dolor de estomago pasa a ser llamado “gastralgia”; dolor de cabeza, “cefalea”; etc. La propuesta de Anna O., respetada por Breuer y teorizada por Freud, era diferente a ésta. Consistía en hacer que escuchásemos a las personas en la singularidad de su expresión.
EL TERAPETUA QUE “SINTIÓ” LA PALABRA REPRIMIDA
El primer período del psicoanálisis fue superado por otro en el que los analistas ya no veían en el inconsciente la misma exuberancia de los primeros días. Decidieron entonces que la escucha del analizando, hasta entonces rectora del psicoanálisis, debería ser sustituida por el sentimiento del psicoanalista.
La teoría que fundamentó esta escuela proponía, que en los momentos en los que el paciente no consiguiera levantar todo lo reprimido, el analista le explicase que esa dificultad era causada por la existencia de alguna idea insoportable en su psiquismo. Correspondería por lo tanto al psicoanalista ayudar en la digestión de las fantasías agresivas, duras, que el analizando no pudiera acceder solo.
La ayuda para saber lo que el paciente no conseguía decir tenía que venir de alguna otra fuente. Sería el propio analista, que hablaría en base a los sentimientos provocados en sí por el sufrimiento del paciente- la llamada contratransferencia. Por haber sido analizado, el clínico sería capaz de sentir “con pureza”, sin la interferencia de sus fantasías. Algunos dieron el nombre de “maternaje” a esa técnica.
Su caricatura es el analista hablando dulcemente, como se supone una madre hablaría con un bebe. Esa práctica aún perdura. Es representada por frases susurradas como: “¡Veamos! ¡Para otra ocasión, tal vez podamos juntos pensar una forma mejor de superar su dificultad!”
En su enseñanza, Lacan negó esa práctica. En los diez primeros capítulos de su seminario 1 – Los escritos técnicos de Freud – 1953-1954 (Lacan, 20099) se opuso al maternaje y a la utilización de la contratransferencia como recurso clínico. Bajo el estandarte de un “retorno a Freud”, defendió que el sentimiento del analista no es la verdad escondida del paciente. Si así fuese, guardaríamos siempre la ilusión de ser comprendidos totalmente por nuestros padres. Para Lacan, todos somos adoptados. No hay una línea continua de padre, madre e hijo, como en la vida natural. Los animales tienen certezas, los hombres, no. Somos la única especie que tiene dudas, hasta sobre lo que somos. No tenemos conocimiento de nuestra esencia.
Así, Lacan preservaba un espacio en la sesión analítica, en el cual el silencio debería ser escuchado, y no negado y revestido de interpretaciones contratransferenciales. El silencio es para ser vivido sin comprensión, como es el caso de la mayoría de las mejores cosas de la vida.
LA FORMULA DEL SUFRIMIENTO HUMANO
Con sus tesis, en el año de 1950, Lacan decidió contraponerse al establishment analítico. Muchos eran adeptos al uso clínico de la contratransferencia. Sus textos de oposición acabaron por estar entre las grandes referencias psicoanalíticas. En 1957, produjo uno de los más conocidos: “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud” (Lacan, 1998)[2]
Este escrito afirma que es preciso escuchar la letra de los registros inconscientes, el propio significante, y no sólo el significado del habla del analizando –porque el significante es el conductor del significado, y en él (en la palabra) está la base de las formaciones del inconsciente tratadas en análisis. Para ese estudio, Lacan se sirvió del pensamiento del suizo Ferdinand de Saussure, específicamente un conjunto de clases que fueron establecidas y publicadas por sus alumnos bajo el título de Curso de lingüística general (Sassure, 1916/1917)[3].
En ese libro, se describe el mecanismo de la formación del signo lingüístico. Lacan resaltó:
Pido excusas por parecer deletrear yo mismo el texto de Freud; no es solamente para mostrar lo que se gana sencillamente con no amputarlo, es para poder situar sobre puntos de referencia primeros, fundamentales y nunca revocados, lo que sucedió en el psicoanálisis. Desde el origen se desconoció el papel constituyente del significante en el estatuto que Freud fijaba para el inconsciente de buenas a primeras y bajo los modos formales más precios (Lacan, 1957)[4]
El sueño (“vía regia del inconsciente”, como decía Freud, en alusión a la vía regia romana) pasó a ser interpretado por los mecanismos de la metáfora y de la metonimia, descritos por la lingüística –correlatos de la condensación y el desplazamiento en la nomenclatura inicial freudiana. Fue con estos términos que se creó la primera lógica del inconsciente. A partir de ellos, Lacan revisó la concepción freudiana, formalizando el psicoanálisis y evitando que la corriente "maternalista" continuara ganando cuerpo.
Así, partimos de un psicoanálisis de la escucha, avanzamos para el sentir y ahora “retornamos” a la escucha, instruidos por conceptos. En ese recorrido, aprendimos que cada persona tiene una matriz significativa, un axioma significativo –el fantasma- que da base a sus interpretaciones de la vida. Por eso decimos que en la primera clínica de Lacan el intérprete es el propio inconsciente.
EL PRIVILEGIO DADO A LO QUE NO HACE SENTIDO
La historia no paró ahí. Con la aproximación del siglo XXI, la clínica requirió modificar nuevamente su énfasis. Ya no interesaban tanto las matrices significativas como el punto opaco de significación para cada persona. Ello fue abordado por Lacan en diversos momentos de su enseñanza como algo fundamental: lo que escapa al espejo, al reconocimiento que otros puedan tener de usted. El punto en que incluso usted mismo no se reconoce. Es, paradójicamente, el punto de mayor libertad, que causa deseo, que incita para que algo más pueda ocurrir.
La opacidad de la significación y el silencio que implica, hoy tan importantes para nuestro trabajo, no son nuevos para el psicoanálisis. Ya había sido notado por los psicoanalistas en 1910 e inquietaba al propio Freud. En su último texto: “Análisis terminable e interminable” (1937/1975) hay un pasaje que Lacan hizo muy famoso, en el cual Freud dice que, por mejor que sea conducida una interpretación en un análisis, siempre habrá un punto de resistencia. En el hombre será realizado como “la protesta masculina” y en la mujer, como “envidia del pene” –como Freud nombró, en su época, aquello que hay de inexplicable en la sexualidad. Independientemente de los términos o la visión freudiana del sexo, lo que él notaba es que siempre habrá un punto de vacío en un análisis, convirtiendo el proceso esclarecedor en algo infinito. Jamás será suficiente lo dicho en un análisis, puede continuar indefinidamente, porque no todo puede ser nombrado.
Si quisieran un correlato, está la creación artística. Imaginemos un pintor. ¿En qué punto dice: “Este cuadro está terminado”? ¿Por qué Picasso dijo “basta” ante al Guernica? ¿Por qué Vincent Van Gogh dijo “es así” ante sus girasoles? En el momento en que el artista dice “basta”, el cuadro termina –más también permanece el infinito de la obra. La obra es, al mismo tiempo, terminada e interminable, como un psicoanálisis.
En el siglo XX, en su nacimiento, el psicoanálisis estableció una clínica con una estructura tan bien concebida, que las personas comenzaron a creer que era la verdad de la especie humana. El complejo de Edipo, obra de la genialidad de Sigmund Freud, es un software que durante 100 años funcionó mucho mejor que cualquier software creado por Bill Gates. Hacíamos análisis a través de la clave del Edipo, entendíamos los amores, las peleas con nuestros padres, las elecciones profesionales, en fin, todo en el sentido edípico. Como la sociedad respondía a un patrón vertical de organización, era posible que se orientara en torno a una versión única: el padre. Los patrones de comportamiento eran relativamente estables y, por tal motivo, era posible valorar la articulación simbólica del inconsciente. Son las características de la primera clínica de Lacan.
Hoy estamos en un mundo de organización horizontal y de opciones múltiples. Las quejas en la clínica son mucho menos de lo que sucedió, y más, sobre lo que va a suceder. Las personas están desbussoladas[5], desorientadas, perdidas. Dicen: “no sé lo que voy a hacer”, “no sé a dónde voy”. Intentan agarrarse a respuestas ajenas, en libros de autoayuda, neo religiones, exorcismos de madrugada o pensadores con cara de introspección anuncia desgracias.
La angustia es predominantemente por el futuro, razón por la cual no dogmatizamos más el psicoanálisis del pasado. Él ya no nos ata tanto. El futuro asusta a las personas. Percibimos así que el software freudiano ya no lee algunas aplicaciones que necesitamos correr en el siglo XXI. No lee el fracaso escolar, la epidemia de las drogas, los asesinatos de los padres por sus hijos, las acciones y agresiones inusitadas, en fin, no lee nada que emerja del corto-circuito de la palabra, del sin sentido. Es por tal motivo que la clínica analítica tiene que cambiar.
El psicoanálisis, como todas las otras disciplinas, necesita adecuarse al mutante de la globalización. Hoy, reexaminamos las estructuras que ya no funcionan. Todo requiere ser reinventado. Para no dejar a las personas a la deriva, es necesario diferenciar y precisar, las nociones de culpa y responsabilidad.
LO MÁS ÍNTIMO DE MI MISMO ERES TÚ
¿Qué nombre daremos a la clínica del siglo XXI? No será más el psicoanálisis de “Freud explica”. Antes, se generaba conocimiento a partir del no saber. Hoy, diferentemente, se implica a la persona en lo que ella no sabe.
“No saber” es una expresión usada en el habla común para designar lo inconsciente. Implicar a alguien ahí, significa afirmar que las decisiones de su vida tienen que tener en cuenta el sin sentido. La persona decidirá las cosas que le son más importantes en base a una apuesta. Para la mayoría de las personas, ¡eso es aterrador!
Jacques-Alain Miller reconoció que en el tiempo actual el Otro no existe (Miller, 2003, p. 12). Es una época de riesgo, en que nos corresponde la responsabilidad frente a lo desconocido, la sorpresa y el encuentro. Hay que responder a partir de la propia singularidad.
Este cambio de mundo nos pide un encuentro analítico en el que las personas no necesiten retroceder ante el temor de tener que tomar una opción precipitada. En el que puedan decir “si” a la extrañeza de lo que hagan, en su singularidad.
Invención y Responsabilidad (I.R.) marcan el momento de la clínica actual. La persona inventa una respuesta para lo que no sabe y, en seguida, se responsabiliza por ello. I.R. es la solución necesaria para un mundo post-edípico, post-significativo vertical, post-moderno, globalizado. Es a eso que llamamos la segunda clínica de Lacan, o clínica de lo Real –aludiendo a lo sin sentido. Las coordenadas de esa clínica fueron esbozadas por Lacan en los últimos años de su enseñanza, pero corresponde a nosotros explicarla, amplificarla y probarla.
El psicoanálisis actual funciona con la ética de la consecuencia y no del principio. En la clínica de hoy es necesaria una nueva posición del analista, que dé al analizando una implicación no asustadora en el no saber.
Publiqué un caso atendido en la Clínica de Psicoanálisis de Genoma Humano[6] en el cual fue posible testimoniar un gran cambio en la primera consulta. Era una persona con grave distrofia en los miembros inferiores y superiores, e historia reciente de toxicomanía. Se había peleado con la familia y vino a consultar sin haberse bañado en los últimos seis días, diagnosticado como deprimido. La cocaína, el alcohol, la suciedad, las peleas con su mujer, no estar trabajando, eran para él, formas duras de interpretar su parálisis.
Llegó al primer encuentro esperando que yo le tratase como todos los que antes de mi escucharon su relato, compadecidos por su enfermedad degenerativa (Forbes, 2011). La compasión es un remedio que muchos llevan en el bolso para alejarse del sufrimiento. Como diría Nietzsche (1888/2006) la compasión es uno de los peores vicios de la especie humana, vista por muchos como virtud.
Como anteriormente le sucedió muchas veces, el hombre creía que yo iría a ayudarlo a resignarse en su destino trágico. Sería lo peor que yo podría hacer. Preguntó, con voz sufrida y embargada, si yo tenía alguna idea de lo que era despertar por la mañana, tomar el bastón, mirar la puerta del baño entre abierta y no saber si aún le sería posible levantarse. Me aproximé para responderle delicadamente, pero con firmeza: “¡No tengo la menor idea!”
Por unos pocos segundos, imaginé que reaccionaría con agresión. Puede sonar malvado alguien que tiene el valor de decir: “yo no tengo la menor idea”, ante la miseria humana. No era maldad. Era una forma de mostrar que el analista no responde con un “yo también”, cuando usted le cuenta su historia. El no hace como en la vida social, en la cual siempre estamos robando la especificidad de las experiencias y todo es llevado al común.
Al menos una vez en la vida es bueno encontrar a alguien que no responda “yo también”, que restituya la gracia de la experiencia única. Así, la persona percibe que no le queda lo prêt-à-porter. Que, a cada ocasión, es preciso inventar. Sin encontrar eco en el analista para dar respuestas listas, la persona debe dar una salida inédita, diversa y responsable a su sufrimiento. No hay sufrimiento que justifique que una persona renuncie al hecho de ser única. Fuera del sufrimiento prêt-à-porter, cada uno inventa su singularidad.
Luc Ferry (2008) es el pensador que me ayuda a entender el contexto de esta nueva acción clínica. Él plantea que vivimos un tipo de organización social influenciado por la deconstrucción propuesta por Nietzsche. A lo largo de la historia hemos atravesado, formas de organización religiosa muy amplias, que regían la sociedad, primero cósmicas (de la naturaleza), después basadas en el monoteísmo. En seguida, describe Ferry, vinieron tiempos modernos, dirigidos por las jerarquías de razón. El hombre racional, como ideal, sustituyó a Dios, como referencia para la vida. Era el primer Humanismo, de la filosofía iluminista. Hasta que Nietzsche, con su “martillo”, minó todas las ideologías e ídolos orientadores de las ideologías verticales. En su camino (y de otros autores como Freud, Marx, Lacan, Heidegger, por citar algunos de los grandes deconstructores), llegamos al tiempo de construir un segundo Humanismo, basado en un nuevo amor, no más orientado por el padre, por la jerarquía, como es el amor edípico, sino por la necesidad de estar con mi par, para saber más de mí. No es ya tanto “ama a tú prójimo como a ti mismo”, sino más bien, ama a tu prójimo para saber de ti mismo. Este es el contexto de nuestra sociedad en red.
En el nuevo amor, no me entiendo por la referencia a un patrón, sino por medio de un compañero. Lo más íntimo y extraño de mí mismo eres “tu”, que me representa aquello que me excede. La base de esta idea fue desarrollada por Freud (1919/1976) en el concepto de “das Unheimliche”, traducido como “lo extraño”. Si cada uno de nosotros tiene algo extraño, requiere de un analista para encontrarse con lo íntimo de sí mismo.
CONSIDERACIONES FINALES
Concluyendo: el psicoanálisis surgió en el momento en que se escuchó a la histérica. Después, fue el momento de “sentir” lo que no podía ser dicho por el analizando. El tercer momento, emprendido por Jacques Lacan, realizó el famoso “retorno a Freud”, para recuperar la escucha de las manifestaciones significantes. Ahora, estamos en el cuarto momento, de construcción de una nueva clínica, que soporta el silencio en la escucha, la incomprensión radical, la invención, la consecuencia de lo Real.
Tenemos, hoy, un nuevo amor sin sentido y esencial. Él traerá consecuencias en todos los sectores del lazo social. La política de nuestro tiempo se alejará de las grandes causas. Nadie más dará su vida por un ideal. Esto no quiere decir que los jóvenes de hoy sean menos apasionados y creativos de lo que fueron los de la generación de sus padres o abuelos.
Ellos están construyendo un nuevo mundo, de la política del vecino. La ventana quebrada de su calle, incomoda más, de lo que una guerra distante. Esto no significa que los valores estén torcidos. Las ventanas quebradas se comunican en epidemia. La política se da en cualquier lugar. Hoy, estará donde haya alguien que pueda emitir algo que toque al otro sin que, necesariamente, el otro comprenda. La política es viral.
La pregunta que las personas necesitan hacerse no es más iluminista, que confirma si usted me entendió. Hoy necesito saber si usted se dejó tocar por lo que yo dije, como la expresión de los jóvenes: Ta ligado?[7] Su pregunta no solicita ninguna respuesta comprensiva. Sólo confirma la red en la que uno encuentra su intimidad en el otro.
Ahora, ante las comunidades que se forman, existen dos opciones: ser singulares o ser genéricos. Nuestro tiempo es el primero en ver esa organización social horizontal, en los últimos dos mil años de historia. En ella, tenemos una gran responsabilidad. Podemos elegir la primera opción. Será un gesto de confianza en la red. Desde mi punto de vista, no existe mejor discurso que el psicoanálisis, para tratar los impases de quien desea hacer esa elección.
Referencias bibliográficas
BÖRNE, Ludwig. (1823) Die Kunst, in drei Tagen ein Originalschriftsteller zu warden. In: Sämtliche Schriften. v. 1. Düsseldorf: J. Melzer, 1964-68. p. 740-3. (Trad. Al español. Ensayo, El arte de convertirse en un escritor original en tres días. En La eternidad en un día. Clásicos del periodismo alemán, 1893-1934, Barcelona: Acantilado, 2016)
BREUER, Joseph & Freud, Sigmund (1893-95) Estudios sobre la histeria. En Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo II. Buenos Aires: Amorrortu, 2001 (Sexta re-impresión)
FERRY, Luc. Familia y amor: un alegato a favor de la vida privada. Madrid: Taurus 2008.
FORBES, Jorge. Não tenho a menor ideia. In: Desautorizando o sofrimento socialmente padronizado em pacientes afetados por doenças neuromusculares. Tese de doutorado. São Paulo: Universidade de São Paulo, 2011. p. 111-3.
FREUD, Sigmund. (1919) Lo ominoso (Das Unheimliche). En Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo XVII. Buenos Aires: Amorrortu, 2001 (Sexta reimpresión) p. 215-251.
_____________. (1937) Análisis terminable e interminable. En Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu, 2001 (Sexta reimpresión) p. 211-254.
LACAN, Jacques. (1953-54) El seminário. Libro1. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós, 1981.
_____________. (1957) La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En: Escritos I. México: Siglo XXI, 1984 (décima edición en español). P. 473-509.
MILLER, Jacques-Alain. La invención psicótica. Virtualia No. 16. Revista Digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana EOL. En: Formas contemporáneas de la psicosis. Buenos Aires: EOL, Febrero/Marzo de 2007.
NIETZSCHE, Friedrich. (1888) El crepúsculo de los ídolos. Madrid: Alianza Editorial.2013
SAUSSURE, Ferdinand de. (1916) Curso de lingüística general. Losada, 1945.
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*Traducción por Camilo E. Ramírez, con autorización del autor. Agradezco a Teresa Genesini, por la revisión y valiosas sugerencias a este trabajo de traducción (N. del T.) Texto original: Forbes, Jorge, A análise lacaniana hoje: ingredientes, indicações e modos e usar. Em Forbes, Jorge (ed.); Riolfi, Claudia (org.). Psicanálise: a Clínica do Real. Baureri, SP: Manole, 2014. Cap. 1, p. 3-20
**Psicoanalista y médico psiquiatra brasileño. Uno de los principales introductores de la enseñanza de Jacques Lacan al Brasil, de quien frecuentó su seminario en los años 1976-1981. Maestro en psicoanálisis por La Universidad de Paris VIII, doctor en Teoría Psicoanalítica por la Universidad Federal de Río de Janeiro y también doctor en ciencias por la Universidad de São Paulo. Uno de los fundadores de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis, director general de IPLA, Instituto de Psicanálise Lacaniana http://www.ipla.com.br/ Creador y presentador del programa Terra Dois en TV Cultura. https://www.youtube.com/channel/UC7B7bLcR8jKAGhQ1-GJVvcg (N. del T.)
[1] El texto original, dice: “Examinemos, então, nosso passado, para reconhecer o que, agora, é mais efetivo, leve e eficiente no trabalho clínico”. Aquí se entiende leve en el sentido de ligereza-eficacia, algo en relación con lo esencial, lo necesario, contrastado con lo excesivo, innecesario, lo pesado de la “maleta saturada” de conceptos psicoanalíticos obsoletos, figura empleada por el autor. (N. de T.)
[2] Lacan, J. La instancia de la letra en lo inconsciente o la razón desde Freud, en Escritos I, México: Siglo XXI., 1971, p. 473-509.
[3] Sassure, F. Curso de lingüística general. Akal: Madrid, 1980 (N.del T.)
[4] Lacan, J., Op.cit. 1971 págs. 492-493.
[5] Decidimos dejar intacto y no traducir al castellano el término “desbussoladas”, tomado del francés “déboussolé” que se traduce como “confundido”, “sacudido”, “sin brújula”, “sin guía”, que el autor adapta al portugués como “desbussoladas”, por su vital importancia para el contenido de la argumentación de éste capítulo. (N. de T.)
[6] Clínica de Psicoanálisis del Genoma Humano, fundada por Dr. Jorge Forbes junto a la Dra. Mayana Zatz, bióloga molecular y genetista, directora del Centro de Investigación sobre Genoma Humano y Células Tronco de la Universidad de São Paulo (USP) http://www.genoma.ib.usp.br/pt-br/servicos/clinica-de-psicanalise (N. del T.)
[7] La expresión “Ta ligado?” se traduciría literalmente como “¿Estás conectado?” Surge del habla de los jóvenes, a partir de los años 2000, en torno a la experiencia de la música electrónica, refiriéndose más una solicitud de ¿Estás conmigo? ¿Me sigues? ¿Estás conectado? ¿Verdad?, etc. Diferenciándose de otras expresiones, como serían “¿Me explico?, “¿Me entiendes?” “¿Sabes cómo? O el anglosajón “Do you know?”, que se ubican más en una línea iluminista, del razonar y no del resonar, como el autor mismo lo destaca. (N. de T.)
Breve espacio y solvitur ambulando*
Camilo E. Ramírez
Caminante, no hay camino,
Se hace camino al andar
Al andar se hace camino
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar
Antonio Machado
En su texto La transitoriedad (1916 [1915]) Sigmund Freud platica con un joven poeta mientras caminan por la montaña; él le había solicitado análisis a Freud, pero en ese tiempo, el padre del psicoanálisis no tenía tiempo en Viena, así que resolvió la cuestión haciendo el análisis en sus vacaciones, en paseos por la montaña.
Al contemplar la belleza de las obras de la naturaleza, el poeta denuncia al mismo tiempo la grandeza y la fragilidad de la naturaleza, deseando que fuese de otra forma. Al respecto Freud comenta:
El poeta admiraba la hermosura de la naturaleza que nos circundaba, pero sin regocijarse en ella. Lo preocupaba la idea de que toda esa belleza estaba destinada a desaparecer [...] Todo eso que de lo contrario habría amado y admirado le parecía carente de valor por la transitoriedad a que estaba condenado. (Freud, 1916 [1915])[1]
Freud argumenta que la transitoriedad en nada disminuye lo más sublime de la naturaleza, al contrario, la amplifica. Sin embargo, la dificultad del poeta le hizo a Freud preguntarse: ¿Por qué el poeta no puede disfrutar de aquello aún vivo que tiene enfrente?
El joven poeta nos hace recordar un mecanismo muy empleado: una persona que toma conciencia de la condición humana (ser consciente de la propia muerte, del tiempo de vida, de su necesaria finitud), y para protegerse de ello, renuncia al momento presente, arrojándose a un cierto punto futuro que consideraría más seguro, creyendo que haciendo eso (aumento de la conciencia pesimista-realista) se volvería inmune al sufrimiento de las peripecias y laberintos de la vida, al riesgo.
¿No es acaso la misma cuestión implicada en toda vida humana? El asunto de que la vida no es solamente habitar un espacio, que no se reduce a un tiempo, como lo experimentan los animales, sino precisamente a una vida significativa, consciente y participativa, y no en piloto automático, llena o de mucho pasado o de una invasión angustiante de futuro. Y que no es terrible por ser breve. Si nosotros amamos eso que ya está marcado con la muerte (¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies en el día de mi nacimiento?[2] –dice el poeta mexicano Jaime Sabines) entonces amemos sin garantías, sin esfuerzos de control, incluyendo lo que no es calculado.
La ilusión de pensar que fuese posible nombrar perfectamente a priori aquello que produce miedo, que eso traería más seguridad, es precisamente un efecto de la noción de regulación de la vida, presente en muchos ámbitos (política, familia, escuela, empresa, amor, etc.) Es creer que todo en la vida puede ser operacionalizado (reducido a una variable a ser medida) como si se tratase de una línea de producción industrial, donde todo debe ser planeado, predeterminado. Siendo así, las sorpresas serían y riesgos serían calculados y reducidos a su mínima expresión para garantizar la calidad del producto, para después, paradójicamente, preguntarse: ¿Dónde quedó la creatividad? ¿Dónde está el deseo? Y al final, proponer un curso de creatividad y, el colmo de los colmos, ordenarle a alguien ¡Sea espontaneo!
Al vivir creyendo que todo en la vida puede ser nombrado, que ello podría tener algún efecto protector, se hace como quien va con miedo a una fiesta: se queda temblado, sólo mirando y criticando a los demás, considerándolos ridículos, sin participar de la alegría del encuentro. Él no participa, no se implica: “¡Uf, de la que me salvé! ¡Me salvé de hacer el ridículo!
Como los humus/humanos (Lacan. 1967)[3] podemos nombrar la propia muerte, corremos el riesgo de atraerla, precipitarla. “….quien sabe finalmente el nombre de la muerte corre el riesgo de llamarla y ella escuchar” (Forbes, 2012) [4]
Esa misma fragilidad y finitud, hace que podamos nombrar cosas, pero al mismo tiempo, desconocer muchas: amamos eso que se genera en el encuentro, en el azar, pero paradójicamente deseamos que se repita una y otra vez, sabiendo o no, que esa pretensión burocrática-amorosa puede amputar el amor, hacer que se atente contra él. El amor es, sobre todo, encuentro, libertad y creatividad. ¿Cómo entonces puede permanecer si está sujeto a fórmulas de control y vigilancia?
Lo Real del momento que sustenta la vida, sin lógica, sin ninguna ley, puede inquietar al grado de renunciar a su movimiento, queriendo traducirlo al imperativo de la rutina y del protocolo. Todo buen nadador de aguas abiertas sabe que de seguir una estrategia fija, cuadrada, forzada, su cuerpo quedaría pesado, torpe; al contrario, si quiere nadar en el mar, su cuerpo debe tomar levemente el ritmo de las corrientes, dejarse llevar, en cierta forma, por la ola.
Ya que la experiencia del mar, como la vida, es la experiencia de la libertad y de lo singular: no importa cuantas veces sea observado, cada detalle, cada pliegue es único e irrepetible. El horizonte se expande y no hay un único punto de apoyo, de referencia, sino muchos. La “ola” lleva, guía, enseña y orienta, pero también puede angustiar, (como dijo Nietzsche[5] si la persona siente nostalgia por la tierra frente al peso de la libertad, que siempre será mayor que del sacrificio de la sumisión). Y por eso mismo, puede ser más divertida e creativa, porque demanda un movimiento inédito en cada uno de nosotros. [6] El punto de menor estandarización –fuera de la “caja”, es el punto de mayor amplificación.
Esa invención en Freud de hacer análisis caminando por el campo, por la ciudad, tener a sus amados perros en el consultorio durante las sesiones, no es sólo excentricidad de genio[7], sino, desde mi punto de vista, una posición ante la vida marcada por la consecuencia del tiempo, de la transitoriedad, respondiendo a lo inusitado con un acto creativo, diferente del poeta quejándose por la corta duración de la naturaleza. Como dijo con humor, pero con claridad, a otro paciente, quien quería pagarle por adelantado algunas sesiones: en caso de que yo muera, usted va a pedir a mi familia le regresen su dinero.
Camilo E. Ramírez es psicoanalista en México. Profesor en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) Y consultor a escuelas y empresas
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*Artículo publicado originalmente en portugués en el Newsletter O mundo visto pela psicanálise No. 195. (14/09/2018) del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA) de São Paulo Brasil, Ramírez, C. E. Breve espaço e Solvitur Ambulando (Traducción al español por el autor) http://www.ipla.com.br/editorias/acontece/breve-espaco-e-solvitur-ambulando.html
[1] Freud, S. (1916 [1915]) La transitoriedad. Obras Completas. Tomo XIV, p. 309. Buenos Aires: Amorrortu.
[2] Sabines, Jaime (1972) Poema de Doña Luz XXI. In. Antología poética. México: Fondo de Cultura Económica, 1994.
[3] Lacan, Jaques (1967) Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012
[4] Forbes, Jorge (2012) Café Filosófico: Velhice, par que ter quero? Yotube: https://www.youtube.com/watch?v=B3IORTf-N_k Acesso setembro 2017.
[5] Nietzsche, Frederich (1888) La gaya ciencia
[6] Cfr. Forbes, Jorge. Você sofre para não sofrer: Desautorizando o sofrimento pret a porte Baueri: Manole, 2014.
[7] Cfr. Roazen, Paul Cómo trabajaba Freud. Comentarios directos de sus pacientes. Ediciones Paidos Ibérica, S.A. Buenos Aires, 1998.
Ya que Lacan murió...[1]
Jacques Lacan murió en septiembre, como Freud y Melanie Klein. ¿Será que los grandes psicoanalistas son más frágiles en ese mes, después de luchar con las brujas de agosto?
Hace exactos diez años* Jacques Lacan murió. El no fue un discípulo de Freud como los otros –incluso diríamos, fue contra los otros. En su retorno a Freud, a la virulencia del descubrimiento psicoanalítico, destacó los impases entre el hombre y la civilización, entre el deseo y las satisfacciones posibles, entre la palabra que se quiere y la que se tiene. No dio respuesta acomodativa a esos impasses como sus predecesores, sino más bien se arremangó, encaró los problemas y, en un decidido vamos para allá, demostró que el conflicto entre el hombre y la cultura no es un tropiezo en el camino, sino de su naturaleza. Y eso no es malo, o mejor, no debe ser malo para aquellos que toleran en la receta de la vida una pizca de incertidumbre que cambia el gusto de las ensaladas de garantía.
“Decidirse en la incertidumbre” puede ser un buen lema para una bandera psicoanalítica.
Lacan, como nadie, supo ser abanderado del inconsciente. Sin caballos, sin botas, sin gabardina de cuero, incluso sin tropa, tuvo como arma su inquietud, que llamó ética del deseo, y como instrumentos, su silencio detrás del diván y su palabra ante un gran público.
Un hombre contemporáneo: para probar lo arbitrario de la lengua, partió de la Lingüística. Para probar que el inconsciente piensa, usó Matemáticas y Lógica. Para probar que heredamos, además de genes, también gustos, maneras y tradiciones, recorrió la Antropología y, para el gran debate sobre el hombre y el mundo, tuvo largas conversaciones con Kant, Hegel, Heidegger, sin olvidar a los antiguos. Luces y más luces en el Psicoanálisis.
Si el Psicoanálisis es ciencia, todavía se discute, pero con Lacan, ciertamente no es ciencia oculta. Él tuvo la osadía de derribar dos resistentes barricadas de las cartillas psicoanalíticas: sus seminarios eran abiertos, su práctica clínica desritualizada. Demostró que la famosa transferencia –las emociones desplazadas que el analizando siente por su analista – no se extinguía al ver el paciente a su analista en público, trabajando, pensando, emitiendo opiniones, con rabia, con cariño. Rompiendo los rituales públicos y privados colocó en la mano de los psicoanalistas la responsabilidad de dirigir un análisis en este mundo, y no en el mundo perfumado y aséptico del británico setting. Él puso el análisis en pie, atento a las diferencias y no a las igualdades. Extendió las fronteras de la clínica, pudo escuchar donde las normas ensordecían, casos rebeldes pasaron a ser casos tratados.
También innovó en la formación de los analistas. ¿Quién es analista? La regla que mide al ingeniero, al médico, al abogado y compañía, no sirve para el analista, como también no es válido el tercio de la fe que califica a los religiosos. El analista se mide en la prueba que ofrece de ser capaz de llevar el saber a su límite, a lo imposible; el amor a la diferencia radical; de impedir que la norma pulverice los detalles del deseo. Él debe hacer todo eso sin quedar al margen, sin gozar de la marginalidad (en el doble sentido). Ni la Academia, ni la Iglesia sirven al psicoanalista. Su institución es la praxis cotidiana que se mide sólo por su eficacia transformadora, de uno a uno. Toca a las escuelas psicoanalíticas saber reconocer, transmitir y garantizar esas experiencias de lo singular.
Marshall McLunha, el gran teórico de las comunicaciones, definió que “el medio es el mensaje”- más importante que lo que tenemos que decir pasó a ser el vehículo utilizado. Hablar en la radio como la radio quiere, aparecer en la televisión como la televisión quiere, escribir en el periódico como el periódico quiere. Lacan resolvió seguir la lección al pié de la letra y, al hacerlo, mostró el absurdo que se esconde en toda orden unida. Solapó el medio en su propio mensaje. Fue a la Televisión y llamó a su programa de Televisión, fue a la radio y publicó la entrevista bajo el nombre de Radiofonía, escribió un gran libro y lo intituló simplemente, Escritos. Sus 26 seminarios, uno para cada año de su enseñanza, se llaman Seminarios. Sofocado por la armadura masificante de los medios, supo detectar los respiros de la creatividad. El medio aún no es todo el mensaje, los actores son fundamentales. Por eso se conmemoran los diez años de la muerte de Jacques Lacan, él es fundamental.
El Psicoanálisis no sobrevivirá sin los grandes analistas. Esa afirmación puede chocar al hombre de ciencia que pretende que la formula prescinda del autor. Puede falsamente alegrar al intuitivo que quiere hacer de su pasión una verdad universal. No, ni una cosa ni la otra.
Será analista, quien sepa equilibrarse en la ética del deseo. Si cae para un lado, hará desaparecer al sujeto en el discurso de la ciencia, si cae para el otro lado hará su enaltecimiento místico. Ahí está una difícil virtud: equilibrarse en ese medio.
Ya que Lacan murió, para ser Otro, por fin, como una vez comentó, queda a los analistas hacer de esa memoria una historia diferente y demostrar el lugar del Psicoanálisis en este nuestro mundo. Hay mucho que hacer. Estemos atentos y que haya talento y decisión.
Jorge Forbes, psicoanalista
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