Entrenando con Platón*
Massimo Recalcati
Pocos saben que el filósofo griego también fue un luchador. Porque el pensamiento nunca debe separarse del cuerpo. Como lo demuestra el ensayo de Simone Regazzoni
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, cuando se trata, en cambio, de transformarlo. Afirmaba Marx en la célebre tesis XI sobre Feuerbach. En su último libro, Simone Regazzoni[1], alumno original de Derrida -a cuya obra ha dedicado sus estudios más destacados- autor polifacético de ensayos y novelas, practicante de artes marciales, retorna, a su manera, sobre la crítica a la filosofía como práctica puramente teorética de contemplación separada de la vida.
Su tesis principal es fuerte y clara: hasta hoy los filósofos han pensado el cuerpo, ahora se trata de entrenarlo. Por esta razón, el objeto de su aguda critica es lo que Mishima definía como “el filósofo de escritorio”, que piensa olvidando el propio cuerpo. Error capital, según Regazzoni, que implica una escisión sintomática entre el alma y el cuerpo, entre el pensamiento y la existencia.
El Occidente creyó erróneamente identificar esta separación diabólica en Platón. El filósofo que en el Fedón describe efectivamente al cuerpo como una “cárcel del alma”, como una “locura” de la cual requeriría emanciparse. Sin embargo, en su trabajo Regazzoni muestra la existencia de otro Platón respecto al tan conocido filósofo de la teoría de las ideas.
Su nombre verdadero, Aristocles, fue sustituido por su maestro de lucha con el apodo de Platón, que significa “hombre de espalda robusta”. El Platón de Regazzoni, por lo tanto, nace, no en la Academia representada espiritualmente por Rafael en su célebre Escuela de Atenas, sino en un gimnasio. Era, como lo atestiguan indudablemente las fuentes, un luchador, practicante del pancracio.
Para este “otro Platón” el cuerpo no es el soporte pasivo del pensamiento, sino su condición imprescindible. No la mano (Heidegger), el rostro o la caricia (Lévinas), sino el puño, la lucha, el cuerpo tomado de su dimensión carnal, mas también competitiva, el cuerpo empeñado en su entrenamiento, el cuerpo viviente. “En el origen de la filosofía en Grecia, hay un filósofo-luchador que se entrena en el gimnasio”, escribe Regazzoni. Pero ¿qué está en juego en el gimnasio de Platón, en el cuerpo empeñado en la experiencia del entrenamiento?
No es simplemente -como quisiera una retórica maligna - el ejercicio salvaje de la violencia, el potenciamiento sobrehumano del Yo, la exaltación del cuerpo como un arma de combate. La lucha en la cual el cuerpo insiste en el entrenamiento, como lo piensa Regazzoni es un cuerpo luchando con sus propios límites, con sus propios fantasmas, con la propia capacidad de resistencia. Es un cuerpo que se convierte en filosofía, experiencia en acto de transformación de la vida.
Entrenarse no significa, en efecto, perseguir un ideal narcisista de sí, sino comprometerse en una lucha con los propios miedos y la propia oscuridad. Es una enseñanza que viene de Platón el luchador: el cuerpo del atleta es áskesis, ejercicio, cuidado de sí, en el sentido foucaultiano del término, o arte de la vida. El pensamiento no surge, por lo tanto, del escritorio, sino de donde algo está en lucha. “La superficie bidimensional de la página no puede agotar el espacio de la filosofía”. Se trata sobre todo de aprender “a pensar con los pies en la tierra”.
Entonces, entrenar significa captar la verdad no como una abstracción sino como un evento a través del propio cuerpo. El cansancio no está solo en el concepto, como creía Hegel, sino en el cuerpo que suda, salta, golpea y se esfuerza. En este sentido “el logos no es hijo del logos, sino de todos los efectos de los propios pies”. Por esta razón, como explica Regazzoni en páginas ricas de gran intensidad y referencias autobiográficas “solo en el agotamiento de mí mismo, de mi identidad, en el estar exhausto, toco mi límite y accedo a la superación de mí mismo”
Ningún culto de exaltación del ego, sino más bien, encuentro con el propio agotamiento, experimentando una intensidad vital en la prueba de la lucha, sobre todo conmigo mismo. El cansancio, el esfuerzo, la prueba de entrenamiento exige resistencia. No cuenta la opresión del oponente (En este libro el adversario de lucha siempre es definido como “compañero”) sino una “elevación” a la cual podemos dar el nombre de “alegría”.
El amplificar los propios límites, no caer en la tentación de separar el pensamiento de la vida, el no dejarse vencer por el miedo. En juego está aquella forma de inteligencia que los griegos llamaban metis y que encontramos activa en todos los procesos creativos. Es una inteligencia que nos libera de la sombra de la filosofía de escritorio y nos sumerge en la práctica, en el movimiento, en un saber hacer que no puede existir sin cuerpo. Porque, como escribe Feuerbach, citado por Regazzoni, “solo la verdad hecha carne y sangre es verdad”.
Artículo publicado en el periódico El Porvenir (6.11.2020)
* Artículo publicado originalmente el diario italiano La Repubblica (3. Octubre. 2020) Traducido al español por Camilo E. Ramírez, con autorización del autor. https://rep.repubblica.it/pwa/robinson/2020/10/03/news/allenarsi_con_platone-269224647/
[1] Regazzoni, Simone La palestra de Platone: filosofía come allenamento. Milano: Ponte Alle Grazie, 2020. (N. del T.)