Vida en Muerte, muerte en vida
por
Camilo E. Ramírez
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«No hay mejor momento para hacer un análisis que cuando todo está mal»
Jacques Lacan
Quien considera terminar con su vida, no necesariamente desea darse muerte, ponerse fin, sino a esa insoportable sensación (condición, experiencia, situación, recuerdo, etc.) que hace de la vida -por momentos o permanentemente, da igual, pues el sufrimiento es en cierta forma atemporal- algo terrible, imposible de continuar. A veces, paradójicamente, una forma de salir del aburrimiento que se lleva a cuestas.
Al darle lugar a ese malestar, eso que no funciona/ resuelve, es posible construir (inventar) otros sentidos, no sólo con o a pesar del dolor y sufrimiento, sino gracias al mismo.
Los humanos no somos seres completamente naturales, organizados, como el resto de los animales, ya que requerimos organizadores, es decir, construir referentes (de conocimiento, legales, morales, etc.) que otorguen, por un lado una orientación no solo sobre lo que hay que hacer, sino en algún sentido, sobre lo que hay que ser. En ese sentido, la muerte, como el miedo son instalados también como nociones, las imaginamos y describimos de ciertas formas, mismas que en algunos momento ya no funcionan como organizadores de un contexto de vida, momento donde alguien puede experimentar (le aparece, se le impone) la idea de matarse, de suicidarse. En cierto sentido, tanto la idea de crisis, problema y/o conflicto, como su posible solución, entre ellas el matarse para “salir” del problema, son otorgados por la cultura como una posibilidad de “reaccionar ante”, en esa misma línea, se responde a una forma cultural modelada, ideológica, cultural y políticamente (biopoder) ante el sufrimiento.
Muerte como fin de algo que ya no funciona, diferente al implacable momento donde no se puede inventar algo nuevo para emprender y sostenerse, entonces se contempla la posibilidad de suicidarse. Hay infinidad de situaciones en la vida, pues ningún organizador (amoroso, social, familiar, laboral, etc.) funciona de una vez y para siempre, siempre hay apuestas, desarrollos y frustraciones, no se puede todo o algo, todo el tiempo.
El malentendido, el sin sentido, así como la permanencia de “algo” que no funciona más, que quizás en algún momento lo hizo, pero ya no, posibilita crear algo con dicho malestar, dándole lugar al sufrimiento, en lugar de perseguir “por el bien” (médico, moral, psicológico, etc.) de alguien, por no ajustarse a alguna noción previamente establecida como normal, que terminará, muchas veces, por producir aquello que se quería evitar. Ya que toda tipificación (clasificación) cuantitativa o cualitativa de tal o cual rasgo de conducta o factor de riesgo en los humanos, implica ejercer algún tipo de persecución y violencia, sometimiento “saludable y normalizador” que quien lo padece terminará por revelarse ante ello, toda prevención, anticipa aquello que quiere aparentemente evitar.
Crear a partir del dolor y la pérdida, permite ampliar el horizonte, inventar lo nuevo: nuevos objetos y lazos sociales, que posibiliten sostenerse en el caos y la incertidumbre, “surfear” las olas bravas de contextos (familiares, sociales, educativos, laborales, etc.) inciertos. Pasar de la queja neurótica de “por qué no me dieron…”, donde alguien más tiene que hacer algo…. a responder por aquello que uno a dicho y creado, como soporte de vida.