¿Quién es tu hijo/a? (...para ti)

  

 

 por

Camilo E. Ramírez

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Estar preparado para la reproducción no convierte automáticamente a alguien en madre o padre. Convertirse en padre es un proceso laberíntico, lleno de enigmas, ajustes y desajustes, malestares, pero sobre todo, con posibilidades creativas, de responder ante lo que acontece con esa nueva función y relación con ese nuevo ser, un/a hijo/a. Además, comprende un pasaje, subjetivo y práctico, de considerar a ese nuevo ser que ha nacido, como un hijo/a- a secas a, mi-hijo/a, alguien por el/la que se quiere responder. 

Infinidad de casos existen en relación a a poder procrear pero no poder ubicarse en el lugar y función de ser madre o padre, desde el no reconocimiento hasta la agresión directa.  

A la luz de lo que un sin fin de opiniones y nociones se expresan, sobre si es mejor o no tener hijos, que si al no tener hijos se es más libre, o se posee/o se pierde mayor  calidad de vida y demás bla bla bla. Ser madre/padre, tener hijos/as, podríamos plantear de inicio, que no es una categoría de valor ser más o menos, sino el deseo de ser para alguien madre y padre, sea o no procreado/a el hijo/a, sino adoptado/a. 

El sentido de un hijo/a para sus padres. Por otro lado, un hijo/a, mi hijo/a, también poseen para sus padres un sentido/significado, un sentido abierto y declarado, y otro algo desconocido, inconsciente, eso que se puede conocer  cómo algo siempre sabido, "Eso que siempre vimos ante nuestros ojos, pero no lo reconocíamos". 

El significado que tienen los hijos para sus padres, comprende eso que le suponen y desean para el/ella, que va a organizar la forma de entrar en relación con, pero por otro lado, también pueden -sabiéndolo o no- convertir a los hijos en depositarios de sus miedos, culpas y angustias, en representantes de sus fracasos y/o responsables de conseguir cumplir con sus sueños ("¡Ojalá que tú si consigas un buen hombre, no como tú padre!" ¡Tu vida es estar pegado a tu Madre!" Entre muchos otros) quienes deben de devolverles el "brillo" perdido, mantener el balance del status quo familiar, que de revelarse, so pena de ser excluidos del círculo. 

Siempre existe una disparidad entre lo que una madre y padre imaginan y dicen sobre sus hijos y lo que ese hijo e hija en realidad es; eso no dicho, que no corresponde con lo supuesto por sus padres, es lo que ese ser, su vínculo  paterno-filial, va a poner en relación con ellos. De los padres depende considerar dichas disparidades no como errores o fallas, sino como muestras de que precisamente ese ser-hijo/a no es solo eso, también es algo que rebasa esa categoría, y que no porque no se ajuste a sus perspectivas, quiere decir que "está mal", como una desviación estándar-error moral o de inteligencia, según ciertos parámetros empleados para cartografiar sus aspiraciones como padres, perpetuando una alienación en sus hijos. Quienes como defensa, en algunas situaciones, pueden recurrir a expresar sus tensiones por no ser reconocidos y escuchados, de diversas formas que algunos padres y escuelas consideran como problemas de conducta. Al inscribir dichas experiencias subjetivas, en la sola clasificación de problemas de conducta o aprovechamiento académico, se les condena al silencio, produciéndose en ellos una doble alienación: lo que les pasaba es una expresión de un malestar en relación con el no-reconocimiento del otro (padres, maestros, cultura en general) y entonces expresan su malestar como pueden, pero dicha expresión que busca hacerse oír, es nuevamente "silenciada" por la imposición -por su bien- de un discurso y medidas psi (psicológicas o psiquiátricas) sobre el deber ser y hacer del niño, adolescente o adulto. Quedándole la esperanza, quizás, que en algún momento podrá ser tomado en cuenta/escuchado, ya no como un objeto de satisfacción o extensión de la imagen (o soberbia) parental, sino como sujeto, algo con existencia singular.  Parafraseando y jugando un poco o un mucho con Lacan en El Estadio del espejo...  sobre el quehacer de los psicoanalistas,  de hacer la experiencia que pueda conducir al sujeto a ese momento donde se le revela su cifra, destino fatal, el  "Tu eres eso", que le fue dicho, momento de diferenciación y también de renuncia, de donde empieza el verdadero viaje.