De la impotencia a lo imposible
Camilo E. Ramírez
“…con cada rayo de luz, una nueva sombra”
Jorge Forbes
El Covid-19 nos despertó abruptamente del sueño en que dormíamos. El trauma universal asestado por un nuevo virus bautizado como SARS-Cov-2 nos sacó, de manera inesperada y sorprendente, de la posición de seguridad y potencia en la cual creíamos estar, inaugurándose un tiempo nuevo. Tiempo de incertidumbre, sí, pero justamente por ello, de reformulación del presente. No es casualidad, que, a partir de la pandemia, mucha gente refiera sentirse más viva, más consciente y decidida.
Gobiernos, instituciones, personas y familias, transitamos por esta experiencia, no sin angustia y sufrimiento, pero también, con flexibilidad, deseo y creatividad. Haciendo cada uno, diversas apuestas, ajustando el cronómetro y el GPS de nuestras decisiones. No son tiempos ni para la nostalgia, ni para la esperanza, sino para recuperar el presente.
El tiempo que ha abierto la pandemia, si bien como decíamos, ha estado caracterizado por una pérdida del mundo tal cual lo conocíamos, trastocando los hábitos y actividades que realizábamos, también ha logrado instalar una experiencia de vida a través de la cual ha sido más que evidente, que las formas de pensar y operar por gobiernos, sistemas de salud, empresas y escuelas, eran obsoletas, limitadas para responder ante los retos de este siglo XXI, no solo ante el coronavirus, sino frente a las transformaciones del mundo. ¿Estamos a la altura de responder a los retos del siglo XXI?
Las organizaciones sociales anteriores, esas a las cuales Jorge Forbes ha llamado Tierra Uno, en oposición a Tierra 2, el lazo social actual en el cual habitamos en siglo XXI, nombrado por la academia como postmodernidad, caracterizado por una arquitectura horizontal, múltiple, flexible y variable, se basaban en una organización jerárquica piramidal en torno a un objeto único (naturaleza, Dios, razón), entendiendo la vida humana como algo progresivo y acumulativo, operaban con la lógica del pasaje de la impotencia a la potencia: ante una dificultad o crisis, se tiene que aumentar dicho objeto (valores, disciplina, ideas) a fin de garantizar un cierto orden y eficacia. De ahí lo progresivo y acumulativo. Solo que ese orden y eficacia se consideraba como algo que podía depurar la vida de “esos” elementos que “contaminan”, que generan crisis -podríamos decir, guardando la esperanza que un día se podrá descifrar todo, mantener la claridad, la perfección y la pureza. Un sueño absurdo del que también fuimos retirados durante la mitad del siglo XX.
El lazo social actual en el cual habitamos, Tierra Dos, se caracteriza por ser un lazo social en red, horizontal, donde coexisten objetos y posturas múltiples, flexibles y variables, incluso opuestas, basadas en una legitimación de la singularidad responsable. En dicho lazo social no se opera con la idea de pureza/contaminación, verdad/falsedad… de creer que el objeto y el conocimiento se pueden agotar, reducir, conocer del todo, sino con la lógica de incompletitud de la vida humana; que los humanos no transitamos de la impotencia a la potencia, sino de la impotencia a lo imposible, en saltos y movimientos sorprendentes, donde el deseo y decisión organizan la técnica y la ejecución y no al revés.
“Hay quienes piensan que algún día entenderemos todo, que la ciencia completará al hombre. Sin embargo, con cada rayo de luz, una nueva sombra. Si no fuera así, no habría poesía, música y declaraciones de amor " (Jorge Forbes) Tampoco innovación, ruptura, apertura, invención y amplificación en todos y cada uno de los campos donde los humanos tenemos injerencia.