Lo singular de la pandemia
Camilo E. Ramírez
El golpe del trauma de la pandemia es mundial,
las respuestas, singulares.
Colette Soler
La pandemia causada por el virus SARS-Cov-2 ha producido a lo largo y ancho del mundo, además de la enfermedad (Covid 19) en sí misma, la implementación de estrategias de prevención y atención a los enfermos por parte de las autoridades sanitarias, así como cambios en todos los niveles y contextos: el confinamiento voluntario en casa, con todo lo que ha implicado para las personas y sus familias (aumento de la convivencia y por lo tanto de la tensión entre los miembros del grupo familiar, hasta en algunos casos, violencia, abuso físico y sexual infantil, etc.) distanciamiento social, crisis económica, cambio en las actividades de esparcimiento, la reducción de la movilidad local e internacional, la modificación en los hábitos y costumbres del día a día, así como en las formas de estudiar y trabajar. Otorgándonos una experiencia, clara y directa, de un mundo en transformación. Nada volverá a ser como antes. Hoy más que nunca vivimos tiempos de flexibilidad y creatividad.
En ese sentido, la pandemia – al funcionar como un espejo- ha logrado confrontarnos con asuntos y problemáticas pendientes, que quizás yacían, “tranquilamente”, en las formas de vivir e interactuar; con la salvedad, de que ahora, pueden ser resueltas de formas nuevas y diversas, más creativas y responsables. Al asilarse en casa, al apartarse del mundo -digamos- cada uno ha tomado una mayor conciencia de su vida.
Lo que aprisiona, no son solo las cuatro paredes, el no salir, sino lo que cada uno atribuye al encierro, a su encierro, a su pandemia. Si el golpe de la pandemia es universal -como se plantea- las respuestas son siempre singulares, es decir, parten de la responsabilidad de cada sujeto, de lo que se decide hacer con aquello que sucede.
Una de las consecuencias de la pandemia en cada sujeto, familia y sociedad, es la de revelarnos de forma más evidente nuestra realidad intrapsíquica, esa que se coloca “afuera”, la angustia fundamental en cada uno, que no miente, que se pone en circulación, no solo cuando se entra en contacto con los demás, sino que funciona permanentemente como un “cristal” con el que se mira/construye el mundo, su mundo, sus circunstancias.
Como lo mostró Freud, los “virus” internos son aún más fuertes y resistentes, más atormentadores que los del mundo exterior. Conocerlos, interrogarlos, hacer algo a partir de ellos, libera a cada uno de la propia peste y encierro que porta consigo; con ese que últimamente, de manera inédita, muchos están siendo confrontados y afectados. Aquello pendiente ha tocado la puerta de la propia casa y no se quedará afuera al cerrarle la puerta, está adentro, convive con nosotros. Aprender a lidiar con ese extraño en cada uno de nosotros, ayuda a emplearlo como motor de vida, sin transformarlo en sufrimiento.
Uno de los principales efectos que podemos notar en estos tiempos de pandemia, reclusión y asilamiento social, es el de la pérdida del sentido de vida, en general, y en el día a día, en particular. Existe un aumento exponencial de personas que nos refieren en la consulta, sentirse perdidas, sin sentido de cómo vivir su día a día, no saben qué hacer, por cuánto tiempo, etc. Por otro lado, manifiestan una notable pérdida del interés por las cosas y las personas, falta de hambre y sueño o su contraparte de intensificación permanentemente, mucha comida, bebida y sueño, sin darles tregua alguna, sintiéndose perseguidos al mismo tiempo por una especie de obligación de hacer algo útil todo el tiempo.
En su mayoría, las personas que, previo a la pandemia, sabían algo respecto al rumbo que le deseaban dar a sus vidas, cultivaban su vida interior (poder estar y disfrutar a solas para pensar, leer, ver algún video o película, para reflexionar, planear algún proyecto, aprender algo nuevo, llevados por una pasión…) que interactuaban de manera independiente y responsable con los demás, es decir, sin exigirles que fueran ellos los que se hicieran responsables de la gestión de su tiempo y su felicidad, el período de la pandemia no ha representado tanto una ruptura, una confusión, pues lo han utilizado para continuar con dichos proyectos, haciendo modificaciones, siendo flexibles, inventando el camino a cada paso. Mientras que, para los sujetos más dados a preferir el ruido de las interacciones sociales y de esparcimiento, lo ya establecido a través del hiperconsumo de experiencias y múltiples objetos, con una vida social más intensa, el tiempo de la pandemia y asilamiento social, se ha vuelto cada vez más insoportable, un infierno, presentando algunos de ellos malestares como desesperación, mal humor, angustia, pérdida de interés, hasta el grado, como se dice coloquialmente, “no aguantarse ni solos”. Para ellos esta catástrofe planetaria ha sido una dura prueba.
Precisamente, al haber estado acostumbrados a un alto consumo de reconocimiento a través de las interacciones sociales y de esparcimiento, han resentido aún más su privación, no siéndoles suficientes las interacciones a través de los medios electrónicos. Digamos que son la contraparte de aquellos habituados a vivir sin salir de casa, quienes, no sin cierta ironía y consuelo triunfal, ahora han visto cómo el estilo de vida que llevaban, más apartados de las interacciones sociales, se ha convertido en la norma, incluso en la protección elemental ante los embates del virus.
Por otro lado, algunos fascinados con la velocidad y acumulación de los contactos sociales, han tenido, de alguna forma, una especie de pausa y desintoxicación forzada de sus interacciones, de sus ires y venires, gracias a lo cual han experimentado una novedad inimaginable en sus vidas: descubrirse en paz, en situaciones, sensaciones y actividades, que jamás habrían decidido por cuenta propia. Para todos ellos, el coronavirus ha sido un verdadero parteaguas en sus vidas, una especie de fin y comienzo de algo nuevo, justamente por los cambios en los referentes y organizadores en los que venían basando su existencia hasta antes de la pandemia. Tomando conciencia de dos cuestiones básicas: que dichos referentes en los que basaban su vida e identidad no eran tan estables y que, en cierta manera, no los habían decidido del todo, sino adoptado automáticamente por un imperativo social asociado a una noción parcial y mercantilizada de la belleza, el éxito y el poder.
Instagram: camilo_e_ramirez
Editorial publicada en el periódico El Porvenir (22.07.2020)