Pin It
  

Efectos y respuestas ante el Covid 19

 

Camilo E. Ramírez

 

 

El SARS-CovV-2 que ocasiona la enfermedad Covid 19 surgió como un verdadero trauma mundial, un duro golpe a todos los referentes que hasta cierto punto funcionaban con estabilidad; una contingencia biológica, una pandemia, que ha sido un verdadero encuentro con lo desconocido. En ese sentido, el coronavirus, tuvo la cualidad -más que cualquier otra sorpresa- de introducir el tiempo, cortándolo en un antes y un después. Nada será como antes.

Los efectos del coronavirus son aún inciertos, tanto a nivel orgánico (el daño inmediato, a corto y a largo plazo en el cuerpo del huésped, quien ha enfermado y/o es portador asintomático) como en lo social más amplio (economía, gobernabilidad, educación…) Por ello, se requiere continuar descifrando su lógica, al tiempo que inventando la vida a cada instante. No son tiempos, ni para quedarse pegados, en pausa, en la nostalgia de un pasado que ya se ha evaporado, ni esperanzados en la hueca motivación de un futuro mejor, que se cree, surgirá por generación espontánea.

Ante la brecha que se abre a partir del evento sorpresivo, ese que hace la función de un antes y un después, un parteaguas en nuestra existencia, se puede experimentar dicho abismo con vértigo, angustia, temor, creatividad, entusiasmo… Al confrontarnos con el hecho de no retornar a un punto fijo en el pasado, ese que se suponía más estable y tranquilizador, podemos encontrarnos viviendo a la deriva, sin ton ni son, perdiendo el “hilo” de las cosas (“No consigo concentrarme”, “No puedo dormir bien”, “Ya no le veo sentido a muchas cosas”, “¿Cuándo se va a terminar todo esto?” “¡Estoy hart@ de todo!” “¿Cuándo regresaremos a vivir como antes? ...) En una verdadera suspensión de las certezas y un aumento de las inseguridades. Nada es estable, todos los referentes y ordenes, quedan, si no fulminados, al menos relativizados -hasta nuevo aviso. La mesa está puesta a la espera de nuevos platillos para los paladares más creativos.

Dicho clima de incertidumbre, en muchas ocasiones, lleva a buscar algo de “refugio” en formas de respuesta ya conocidas, con una participación social en masa entorno a la identificación con los iguales y una suerte de ensalmo protector: el enojo, la queja, el fatalismo, la tristeza y la desesperación -como las más características, producen cohesión a un referente-escudo que se cree protegería de lo que sucede. Precisamente, al pretender funcionar a través de medios para transformar la propia angustia en algo que se desplazará y depositará en otro lugar, bajo la consigna: “El mal está afuera “, “El mal son los otros”. Quien funciona así, a medida que aumenta su angustia, debe igualmente aumentar la transformación en queja, enojo, tristeza… a fin de hacerla manejable, vivible. Gracias a lo cual, paradójica y fatalmente, también aumenta con ello el sufrimiento para sí. Es decir, en lugar de colocar en la experiencia contingente, sorpresiva -esa que divide el tiempo en un antes y un después- algo mejor que acompañe a la angustia, como serían la creatividad y curiosidad, para poder transformarla en motor creativo, se coloca algo (queja, enojo…) que le de mayor consistencia al dolor, al miedo, a la fatalidad, amplificando aún más el pesar. ¿Cómo salir de eso?

Supongamos que desde hace ya tiempo usted tiene un montón de papeles que no quiere revisar, ya que tal labor le requerirá mucho tiempo, incluso varios días, para poder determinar su importancia y ya sea conservarlos o finalmente desecharlos. Pero que le ocupan un gran espacio en su casa, en su vida, y que ante un “accidental” suceso, como un café derramado sobre ellos, le permite tomar una decisión precipitada: darlos por perdidos y tirarlos. Y que, al hacerlo, no solamente se resuelve su impasse, sino surge un espacio para lo nuevo. 

 

 Instagram: camilo_e_ramirez

 *Editorial publicada en el periódico El Porvenir (1.07.2020)