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Y se llegó el domingo


Camilo E. Ramírez


“La mejor forma de prever el futuro es inventarlo” 
Jorge Forbes 
 


“Y se llegó el domingo nuevamente” dicen algunas personas. ¿Nuevamente? En realidad es otro domingo, uno nuevo cada vez, uno diferente. 

El último día de la semana, si se le aprecia en el sentido laboral; en realidad el primero, dice la tradición religiosa. Lo cierto es que el trabajo tiene un peso mayor, y el domingo se ha constituido en occidente en el último día de la semana, en el último día del tan ansiado fin de semana. 

Domingo familiar, domingo para descansar, dormingo. El domingo también es un día en donde más de uno/a, desea hacer/lograr todo lo que dejó pendiente durante la semana, ora una vuelta, ora alguna reparación en casa, leer aquel libro eternamente inconcluso, hacer ejercicio, asistir a algún servicio religioso, visitar a la familia, lavar el coche, ver televisión todo el día, los maratones en Netflix, entre muchas otras cosas más. 

Hay quien ante la cantidad de cosas acumuladas y el contraste de lo que debe o no hacer, se sume en una profundo desgano y tristeza, incluso depresión acumulada que le acompaña desde hace ya años; culpa y remordimientos frente a lo que hoy ve convertirse su vida. Lo cierto es que ha logrado convertir al domingo, su domingo, rutinariamente en ese día particular de valorar su existencia, contemplándola en su mayoría llena de desaciertos y errores. Pensar en el día siguiente tampoco es esperanzador, pues es ¡Lunes! ¡Pinche lunes! -dice. Lleno de “cosas” por hacer, ya programadas. La vida y el tiempo no paran; sentir que no se tiene escapatoria, angustia aún más. Ante ese contexto tan desolador, ¿Qué hacer? 

El mercado capitaliza muy bien esa “neurosis dominical”, con sus opciones y ofertas: “No haga nada”, “¡Descanse!”, “Dedíquese a gozar el día de hoy”, “Venga, nosotros le atendemos a cuerpo de rey”. Para cada persona y bolsillo, siempre habrá una opción; comprar algo, cualquier cosa, no importa, siempre dará la sensación de descanso y consuelo. ¿No es acaso eso lo que usted se merece? ¡Usted, que tanto se mata trabajando en la semana! ¡Es hora de ejercer su derecho al consumo!

Pero la felicidad que propone el mercado dura lo que dura la nieve al sol. Su felicidad es momentánea, fugaz, se basa en la ausencia de tensión, eso que nunca cesa de insistir. De ahí su contrastante y tesoro infinito que es el interés singular: “¿Por que he de estar feliz si puedo estar interesado?” (Slavoj Zizek) donde el interés que daría la propia felicidad, no es universal, ni general, ni la misma cosa para todos, tampoco lo venden en la tienda, sino algo confeccionado singularmente, algo que da trabajo, pues cada quien debe buscarlo y crearlo, algo justo a la medida de la propia mano, por la implicación singular de cada persona. Es decir, cuando cada persona a logrado establecer lo que desea y no solo se ha quedado deseando bajo las mismas formas en serie como cree que le han dicho en un contexto histórico y social particular, apropiándose de su presente, creándolo. En ese sentido, el presente se transforma, pasa de ser solamente un domingo cualquiera, el domingo, a mi domingo, uno singular que cada quien puede crear a su justa medida de felicidad.