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¿Quién soy para ti?

 

Camilo E. Ramírez

 

Cada uno sabe el dolor y la delicia de ser lo que es

Teresa Genesini

 

La pregunta ¿quién soy para ti? Tiene en sí un doble interrogante entrelazado, que funciona como truco-expectativa: arribar al ¿quién soy? a partir de preguntarle a alguien ¿Para ti quién soy? En sí, se trata de responder una pregunta personal, tan personal como interrogarse sobre “el propio” ser, el sí mismo a través –y ahí la trampa- de preguntarle a otro, un semejante, quién soy, qué somos para tal o cual, es una ilusión imposible de responder: lo que soy para el otro nunca es –o puede agotar- eso que se es. Decimos trampa, porque la ficción del espejo es creer que eso que refleja el otro, es precisamente algo de lo más intimo/exterior que el otro supuestamente puede capturar, conocer, describir, lo que es. Diferente al hacer la experiencia de conectarse con una verdad, no un cálculo o respuesta establecida previamente, “Cada uno sabe el dolor y la delicia de ser lo que es” –como leemos arriba- que por la experiencia del dolor y la delicia, habría algo que reconocer más conectado con la verdad, con nuestra verdad.  

Creer que el otro puede responder mejor la pregunta de ¿quién soy? Y que puede formularlo en palabras, claras y entendibles, es creer que el otro puede conectarse y arribar a la verdad sobre mi ser, cosa que es por supuesto imposible, pues las palabras no lograrán capturar lo que se es, el ser –los humanos- vivimos eternamente ignorantes de lo que somos, de ahí que se siga creando, expandiendo, amplificando, precisamente por el desconocimiento, el vacío como causa, no como tragedia o impase, aquello que causa deseo, apuesta, riesgo.

Si por otro lado, lo “que soy para ti”, implica una definición, por lo tanto una reducción, una parcialidad, eso nos coloca en una posición-fija, donde el otro coloca como objeto a llenar la esperanza, ya que en el ¿Quién soy para ti? Está contenida igualmente la expectativa/petición, “lo que deseo es que tú seas para mí a condición de…” particularidad que, al ser descubierta, más de uno/a quizás si/no desearía participar, si/no querer encarnar/personificar para el otro. Con lo cual no habría garantía de responder a la pregunta de quién se es, por más que alguien se someta voluntariamente a la palabra/descripción/definición del estándar de lo que el otro dice que es, y haga de eso rutina y destino.

El conocimiento siempre está incompleto, algo le falta a las descripciones, definiciones, a los datos, de ahí interrogarse sobre el sí mismo, tomando como verdad una respuesta surgida en otro lugar (una teoría, diccionario, o forma de pensar/penar de no sé quién)  garantiza mantenerse en el desconocimiento de una cierta lógica humana subjetiva: lo incompleto de la respuesta, el vacío de certezas, se “llena” en un juego de creación, donde la singularidad de cada uno, funciona como elemento causa, potente para colocar esa inventiva en el mundo, “Invención y Responsabilidad” (Jorge Forbes) dos movimientos necesarios para responder a las inquietudes y problemáticas que alguien atraviesa sobre su ser, su vida: en lugar de responder genéricamente, haciendo lo mismo que otros hacen, buscando respuestas estilo recetas, libros de superación o manuales de auto-ayuda, quien entra en contacto con su singularidad, crea una solución, una salida singular, un objeto, algo que le permita resolver de manera singlar, responsabilizándose por lo creado.

La lección que da el psicoanálisis –aquel inventado por Freud y teorizado por Jacques Lacan- es que la verdad no es un concepto, no es un dato, un cálculo, una categoría; la verdad no es una descripción en un manual o un trastorno,  sino siempre es una historia, y no UNA historia, coherente, universal, donde cada sujeto es colocado y descrito en su singularidad desde una generalidad, al contrario, es siempre una historia de lo singular, que se resiste, que no cabe, que no puede ser incluida en la generalidad, sino que se despliega y expresa uno a uno, singularmente en una experiencia contingente, cómica.