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La vocación

 

Camilo E. Ramírez

 

La vocación es algo singular, genuino para cada persona. Elegir algo por vocación consiste en elegir a través de un deseo personal que nos habita, responder a algo fundamental que da sentido a nuestras vidas. Nadie puede saber o imponer un sentido de vida a alguien, elevarlo a carácter universal lo que alguien debe desear o amar, pues es una experiencia singular que toca a cada uno de diferente manera.

La vocación no es necesariamente la profesión o el trabajo, más éstas últimas pueden elegirse de acuerdo a la primera. Es decir, alguien puede -a partir de tomar conciencia de cuál es su vocación- (eso que le llama, le inquieta, le interesa…para realizar) optar por cursar una determinada carrera, realizar diversos estudios, elegir un determinado empleo o trabajar por su cuenta.  Sin embargo, los estudios formales nunca darán la respuesta, clara y singular, de cuál es nuestra verdadera vocación, puesto que es imposible que lo hagan, como decíamos, por ser una cuestión singular, intransferible, así como por el hecho de ser organizaciones de ciertos cuerpos de conocimiento, en base a una metodología que se ha elegido como mecanismo de validación curricular, en base a leyes y estatutos del Estado. En ese sentido, tomando una experiencia de otro ámbito, como lo es el religioso: alguien puede asociarse (re-ligarse) a un determinado credo o iglesia, cumplir con los preceptos (créditos) que le marcan, sin por ello tener una experiencia mística, es decir, una experiencia singular con eso que ubica como (su) divinidad. Los estudiantes pueden asistir y cumplir con los requisitos marcados por la escuela, como los trabajadores, realizar un trabajo y ser remunerado por ellos, sin por ello automáticamente estar respondiendo a su vocación, sea porque no la conocen, o porque aún conociéndola, deciden no responder a ella. ¿Cómo puede alguien entrar en conocimiento de su vocación? Nunca habrá una respuesta única, general y total para todos, como no puede explicarse y clasificarse, qué es un encuentro amoroso.

La vocación –dicha palabra y noción- el “llamado”, se suele considerar un asunto exclusivamente religioso, cuando no de enseñanza, la “vocación del maestro”, o de ciertas actividades no lucrativas, en ese sentido, en cierto ámbito se tiene la creencia de que la vocación requiere no desear llenarse los bolsillos de dinero, cosa por supuesto, totalmente equivocada, ya que alguien puede descubrir y desarrollar su vocación al desarrollo de negocios, cuyo objetivo consiste precisamente en generar riqueza (laboral, tecnológica, económica…) ya que vocación no es solamente referirse a “actividades por amor al arte”, aunque pueden incluirlas, pero no reducrlas a ello, sino, en sentido amplio, vocación es un “llamado” a realizar un deseo fundamental; para Freud consistiría en responder a un deseo esencial en la vida, eso que no podríamos dejar de realizar, sin importar factores externos (el qué dirán, ganancias económicas, condiciones laborales, vacantes, etc.) y que logra tener la potencia creadora, amplificadora; algo que humaniza, los animales no tienen vocación, hacen lo que sus instintos les marcan, los humanos, se caracterizan y diferencian por responder a algo, más allá de la biología, inventando, creando, amplificando.

En cada vocación, como experiencia singular, se encuentran dos momentos o movimientos, podríamos decir: la llamada (eso que atrapa, interesa, inquieta, motiva…) donde en algún punto somos tocados profundamente por el deseo de saber/explorar/realizar tal o cual cosa, más que la acción mecánica/burocrática en sí, su identificación, nos identificamos con algo de eso, algo nos gusta al grado de querernos mimetizar, como niños jugando a “ser” determinado jugador mientras se pasan la pelota, y la respuesta, que puede partir de diferentes elementos, pero sobre todo de dos, frustración y deseo de colocar algo nuevo en la vocación, explorar, crear, hacer algo con los talentos, inventar nuevos, de ahí la vocación como deseo creativo, que expande y amplifica, de invención de lo inusitado, combinatoria singular,  cuando alguien dice “quiero ser…para hacer…diferente/mejor”, a partir de que cada vocación siempre tiene algo que le falta, cada sujeto puede colocar su singularidad en ese hueco, expandiendo con ello dicho campo, que si no lo hiciere, entonces faltaría, restaría, quedaría sin efecto su deseo y vocación, con –posiblemente- sus respectivas consecuencias de fastidio, pérdida de interés, sin sentido, entre muchas otras más…¿Y tú, has respondido a tu vocación? 

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