Pin It

El deseo de saber

 

Camilo E. Ramírez

 

Lo que moviliza y hasta cierto punto organiza el aprendizaje, no es como se piensa en el contexto de la administración de conocimiento, con su escuela-sede de procesos de validación y certificación, la cual opera con el supuesto que el aprendizaje ha de asimilarse a un proceso de manufactura industrial, donde cada temática (conocimiento, conductas, habilidades, etc.) es regulada y evaluada a través de mecanismos e instrumentos igualmente estandarizados, a fin de garantizar un producto de calidad, sino  el deseo de saber, el sabor por el saber. En la apropiación, asimilación y amplificación de lo aprendido por cada uno, a través del deseo de saber.  Pues no hay transmisión de saber sin deseo por el saber.

El deseo de saber posee al menos dos movimientos, similares al encuentro amoroso: de pronto algo inquieta, llama la atención, nos toma, se produce una caída-amorosa (I fall in love, se dice en inglés) de una manera incomprensible, es un misterio, nunca podremos explicar o dar cuenta en su totalidad de “eso” que amamos, ni su por qué, de ahí que nos lleve al deseo por conocer y explorar, de buscar, conocer sus infinitos pliegues y variantes: es entonces cuando el otro, el texto, el saber, se convierten en fuente inagotable de encuentro y expansión de posibilidades, de errancias y creación. De ahí el segundo movimiento, inherente al saber mismo, a partir de que éste siempre es incompleto, se busca, “por puro amor”, completarlo con nuestra creación, mejorarlo, expandiendo sus posibilidades. Ahí donde se puede seguir creando, hay lugar para el deseo que nos habita.

Una escuela, un maestro, que busque producir ese movimiento en sus estudiantes, sabrá despegar de la obligación y la uniformidad, de la sola lógica de la evaluación, para que sus destinatarios encuentren/produzcan su insustituible diferenciación en el trayecto del deseo de saber, pudiendo localizar aquello que del saber/saborean, de acuerdo al o a los campos del saber donde deseen incluirse.