Muerte y violencia en las escuelas:
¿A qué apunta?
Camilo E. Ramírez
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Guardando las respectivas proporciones del caso singular* podríamos decir que el hecho de que acontezcan -desde hace décadas en EUA y en otros países, como en México- experiencias de violencia (disparos, ataques, asesinatos, suicidios) en planteles educativos, muestra como el lazo social ha cambiado, respecto a la función de la escuela, cómo enseñar, los maestros y padres están confundidos, la disciplina ni el orden funcionan más, aquella sociedad organizada verticalmente ha dejado de ser operante, y en ese contexto surgen órdenes más terribles (bipoder, psicopolítica, ley de seguridad interior -México, Patriot Act, EUA) con mayor vigilancia y control, con exámenes de confianza y coerción, basados en una de las mentiras actuales: a mayor regulación mayor paz y prosperidad.
No faltarán personas, incluso profesionales “psi”, esos “supermanes” busca víctimas que salvar, que moral y psicológicamente, planteen la necesaria incursión del psicólogo en las escuelas. Pasar de "un soldado en cada hijo te dio" a "Un psicólogo en cada hijo te dió" Ok, si, claro, pero ¿para hacer qué cosa? ¿Para vigilar más? ¿Para reducir a los alumnos a conduzcas, rasgos y señales de alarma temprana? ¿Para no investigar el caso singular? ¿Para medir y cuantificar? ¿Para criminalizar a niños y adolescentes? ¿Para psicopatologizar y psiquiatrizar todo en ellos? ¿Para ver/oír en todo discurso potenciales ansiosos, depresivos y atacantes de escuela? Pues mientras son “peras o manzanas” ¿Hay que partir del supuesto forense psicológico y evaluador de que todos son culpables? Sobre la idea de estar “evitando” un peligro aún mayor, cuando en realidad se le está produciendo.
En el acto de ser evaluado, más allá o más acá del resultado, se pone en juego un aparato y una relación: quien es evaluado pierde su singularidad, algo/alguien dirá que cosa se es y debe de hacer, es decir, el evaluado otorga y concede ser reducido a variables, descripciones, comprado/comparado
Nunca le entreguen sus hijos a un diagnóstico. “Dentro de nosotros hay algo que no tienen nombre y eso es lo que somos” (José Saramago)
Eso que no tiene nombre y nunca tendrá, puede convertirse -bajo ciertas condiciones fuera del etiquetar y obligar -moral o biopoliticamente- en fuente ilimitada de creación e inventiva. De ahí el necesario cambio en el lazo social, de una sociedad organizada desde arriba, disciplinar, correctiva, a una donde se promueva la responsabilidad sobre la propia singularidad, en lugar de la lógica de la obligación, la vigilancia y el control, con su brazo reductor y exterminador, escolar y políticamente.
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