Los hijos ante el divorcio

 

 

por

Camilo E. Ramírez

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El divorcio es un proceso que viven los padres. No son los hijos los que se divorcian de sus padres. No obstante, ante una separación o divorcio cada miembro de la familia, cada pareja, lo afrontará de manera diferente. En esta experiencia, como en todas en la vida, no puede haber recetas ni reduccionismos de “hágale así, hágale asá” Sino más bien, reflexionar sobre el proceder de cada persona y situación, a fin de contener las angustias que pudieran presentarse en los hijos. Son momentos de cambios y quizás de mucho coraje y frustración, y ello es a menudo “caldo de cultivo” para la generación de agresiones, dentro y fuera del núcleo familiar. Advertir tales posibles efectos, permite atenderlos oportunamente.

Cuando la separación y/o el divorcio es de mutuo acuerdo y ambos padres están conscientes de que las situaciones que los llevaron a tal decisión solo los competen a ellos, podríamos decir que hay más facilidad de que se generen acuerdos que faciliten la convivencia y formación de los hijos (la manutención, los horarios de visitas, etc.) sin que estos se desestabilicen –emocional, académica y económicamente-  demasiado. Aunque cada caso es singular y habría que ver a detalle la situación. Por otro lado, en ciertos casos, debido a los conflictos que tienen los padres, realizan ciertas acciones con sus hijos, como tomarlos como “espías” del otro, hablarles mal de su padre o de su madre, no diferenciando la pareja del padre o madre, incluso transferir sobre los hijos el coraje que se tiene sobre la pareja, en tales casos, los hijos experimentan vínculos agresivos con sus padres, como si estuvieran en medio de “un campo de batalla” lidiando con una “guerra” que no les es propia, recibiendo agresiones que no les corresponde, como si el padre o la madre los viera y tratara a través de lo que odia de su pareja, lo que en otro tiempo fue verlos “con ojos de amor” (“Mira, que hermoso/a te pareces a tu…”) ahora es motivo de violencia.

Retomando, los padres son los que se separan entre sí, pero no de los hijos. Ello pueda ser punto de partida para construir vínculos nuevos en donde toda la familia se ajustará a dichos cambios. No será fácil, pero tampoco es algo que sea imposible. La estabilidad dependerá del nivel de agresión y conflictiva que los padres tengan con el otro. Pues la constante es procesos largos y tormentosos, pues no se espera que haya divorcios modelos, puesto que si no hubo la posibilidad de llegar a acuerdos durante la relación no podría encontrarse al 100% coincidencias y acuerdos al momento de separarse o divorciarse. El poder por el control (económico y de los hijos) desgasta mucho los procesos y genera más conflictos. Como dice la sabiduría popular, al final, después de un proceso de divorcio, largo y tormentoso, los únicos que ganan son los abogados de ambos.

Hablar con los hijos sobre la decisión que se ha tomado, refrendarles con palabras y hechos, el amor, apoyo y continuidad –con sus respectivos cambios y ajustes, por supuesto, no se puede hacer como que no pasó nada- en las actividades de su vida, puede dar contención a sus angustias y fantasías sobre lo que se estarán viviendo en lo inmediato y a mediano plazo. Pasar tiempo con ellos, jugar, hablar, responder sus dudas e inquietudes, permite tener un vínculo de confianza, muy necesario, siempre y sobre todo en estos momentos; culparlos por algo que no hicieron (la ruptura, la separación o el divorcio) denostar a su padre o a su madre (“Ya sabes que él no te quiere, por eso no viene ni nos da dinero”, “La culpa la tiene tu madre”, etc.) es generar más conflictos a los que ya se están viviendo, al confrontarse con una variante en la vida que quizás nunca habían pensado: la separación de sus padres.

Vivir una experiencia de separación -como muchas en la vida –generará dolor e incertidumbre, pero sobre todo, una forma de encontrar/desarrollar una sabiduría de vida: algo cambió en la familia y en ese proceso algo también se transformó en sí mismo/a, quizás se tomó más conciencia del tiempo y la vida, de la propia persona, de la responsabilidad y, sobre todo, de la independencia. 

 

 


 Citar en artículo:

Ramírez-Garza, C. (20/05/2015). Los hijos ante el divorcio. El Porvenir/ Cultural, p. 3.