Un/a hijo/a: un gesto creativo
por
Camilo E. Ramírez
Todo hijo/a es único y adoptado/a, pues cada uno/a porta una insustituible singularidad, que nada tiene que ver con los padres o hermanos, con la herencia; cada madre y padre, no obstante el haber engendrado, se apropia de su relación y función por algo que nada tiene que ver con la biología, sino con la palabra y el amor.
Cada hijo/a no está llamado a ser extensión de sus padres, copia exacta, sino creación poética. Que como la poesía, que requiere del lenguaje, y aquél/la de los padres, no preexiste en el mismo (o en ellos) nada que anticipe el acto creativo de la articulación nueva que será. Eso le toca hacer a cada hijo/a: separarse, diferenciarse de la familia, de la herencia, pasar de “ser hablado” (definido, descrito) por sus padres a ser su propia poesía, su gesto, su movimiento, protagonista de su propia historia. De ahí que ser hijo/a requiere siempre un descompás, una "ir más allá", una inventiva, diferencia y extrañeza para sus padres (¿Cómo es posible que el/ella sea....si yo soy...?) quienes, sea el caso, pueden permitir, custodiar y amar su secreto, el secreto que porta cada hijo/, permitiéndole su diferenciación, o en cambio, establecer odio y prohibición de por medio, cancelarle su legítima diferenciación.
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