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¿Cómo ser padres en estos días?

 

Camilo E. Ramírez

 

Cada hijo es una poesía

Massimo Recalcati

 

En principio, ser padre o madre, es algo difícil de establecer qué es, cada experiencia es única; no hay recetas ni modelos ideales de qué es ser hoy madre o padre, padres. Sin embargo, podríamos decir algo al respecto, incluso sobre lo que no sería ser padres. 

Ser padres no es tener la última palabra sobre la vida y la muerte. Aquellos progenitores que ostentan saberlo todo, se vuelven insoportables en el día día, tanto para ellos mismos –pues tienen que esforzarse todo el tiempo por ser híper-potentes, omnipresentes, omniscientes- para sus parejas e hijos; no hay nada más odioso que alguien creyendo que tiene la primer y última palabra sobre todo, que se ha identificado uno a uno con la razón y que desea imponérsela a todos a capa y espada, instaurando un reino del “saber vivir”. 

Por otro lado, ya que se ha hablado de la muerte, sería un buen  ejercicio de la paternidad siempre incluir la muerte en la propia palabra, es decir, la finitud e imposibilidad de saberlo o abarcarlo todo, de que la palabra y la vida están organizadas por la contingencia, y que la función de padres debe ir más allá de un simple y autoritario “decirle a los hijos, a la familia que hay que hacer y que no”, pagar cuentas, ser proveedor, sino más bien a un asunto de resonancia, de creatividad e inspiración, de amplificación de horizontes de vida. 

El padre debe ir mucho más por una característica de inspiración. Alguien que puede responsabilizarse por una vida que eligió, y con eso hacer que su hijo también pueda elegir la suya.  (Forbes, 2018)[1]

 

En ese sentido, el padre no es quien sabe todo sobre el hijo, sino quien hace de su vida un testimonio, que en la vida se puede tener un sentido de vida, un deseo, inquietudes por hacer, por explorar y, siguiendo a Massimo Recalcati en su El secreto del hijo[2], ser padre es alguien que custodia el secreto del hijo, el secreto de su hijo, es decir, de eso que no está aún desplegado, pero que al custodiar el silencio y el secreto del hijo, se está salvaguardando la potencialidad generativa del deseo de cada hijo, nunca imponiéndole un deber ser, como lo hace aquel “apóstol” que cree saberlo todo. Sino permitiéndole encontrarse con aquel deseo que le habita.  Ello en estos tiempos de excesiva regulación y vigilancia para todo, dar un voto, una apuesta, con amor por la palabra y vida del hijo, que observa a cada uno, uno por uno, y no somete a la reglamentación universal, es ya una cura, la cura de lo singular.

La creatividad e inspiración son esenciales, así como la responsabilidad ante lo creado y puesto en circulación en el mundo, pues ese mensaje de la libertad puede ser retomado irresponsablemente en un contexto de “todo se vale” que nadie se haga responsable, que nadie asuma una posición ante lo que dice o hace, por demás peligroso, incluso para quien lo ejerce, pues puede verse envuelto en un espiral cuesta abajo sin frenos, donde todo da igual y nada cuenta, presa del consumo de su propio goce y, en la esfera política e institucional, el ascenso del poder ultra conservador de ultra derecha que sustenta la idea que solo en una regulación psicopolítica y militar se puede tener orden, constriñendo aun más el deseo y la creatividad.

Por su parte el deseo, es experiencia, encuentro, creatividad, amplificación y responsabilidad; hacer del propio deseo, de la propia vocación, serie, sentido de vida. Sin garantías totales, sino de exploración e invención. 

 


 

[1] Forbes, J. Programa Terra Dois: O chefe que virou chef. TV Cultura: São Paulo, Brasil 2018 

[2] Recalcati, M. Il segredo del figlio Milano: Feltrinelli, 2017