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¿Empresas deseando crecer?*

 

Camilo E. Ramírez

 

Pareciera una cosa dada por sentado -lugar común, como muchos otros que requieren reflexión y actualización a la luz del siglo XXI- considerar que toda empresa, por principio, desea crecer, generar riqueza. ¿Será?

Existen algunas empresas que se conforman con probar sus ideas, llevarlas a la práctica, mostrando que aquella ocurrencia, original y visionaria, se logró capitalizar; otras, además desean expandirse permanentemente, ser referente en su ramo, ser competitivas, local, nacional e internacionalmente, conquistar nuevos mercados; así como aquellas corporaciones que logran ir más allá de éstas últimas, por ser, digamos, altamente inquietas, pues no solo consiguen conquistar los mercados propios de sus servicios y productos de origen, sino logran incluir y articular nuevos profesionales, objetos, productos y servicios, amplificando aún más sus horizontes. ¿Cómo es que lo hacen? ¿Cómo logran tales objetivos?

Es necesario recodar que las empresas, como las personas, poseen en alguna medida recursos (formales, materiales, formativos, intelectuales, conexiones, etc.), como lógicas escritas que orientan su acción (desarrollo organizacional, nombre, memoria, sueños, etc.), planes y objetivos, sin embargo, coexisten factores que por momentos parecieran “luchar” contra eso mismo que supuestamente se desea, desencadenando impases y conflictos, cuando no la ruina total para la persona, el departamento, el negocio y/o las empresa. ¿Por qué sucede esto? Por una cuestión simplemente compleja, valga la paradoja, más allá de si cuentan o no con los profesionales y directivos con el perfil adecuado, (¡La eterna búsqueda del ideal demandado a los departamentos de RH!)  Sucede por no poder sustentar, firmar, el éxito que dicen querer lograr. ¿Quiere usted lo que desea? (Jorge Forbes)

Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, se refirió a dichos impases con la expresión “los que fracasan cuando triunfan”. Expliquemos. Una persona, familia, empresa o equipo de trabajo, tendría una aspiración, algo en la línea de: “Yo deseo…” para después, abandonarlo. Estamos próximos al final de año, tiempo donde se hacen los “propósitos de Año Nuevo”, por ejemplo. Sin embargo, a pesar de declarar con insistencia tales aspiraciones, no están dispuestos a gestionar ni ejecutar acciones que le lleven a tal o cual objetivo largamente añorado; por otro lado existe, quien efectivamente, habiendo cruzado ese umbral que se veía imposible, una vez que lo ha conseguido, queda sorprendido, “congelado ante las alturas”, aterrándole su propio éxito, precisamente por los cambios e  implicaciones de lo que ahora hay que sostener, llevándole a actuar verdaderos atentados contra lo que ha logrado (Los arruinados por el éxito) En ese sentido, curiosamente al destruir su éxito, se estaría de alguna forma protegiendo del mismo y de los efectos de aquello que tanto soñó, deseó, trabajó e incluso, logró, dando paso a la contra-parte freudiana de, “los que fracasan cuando triunfan”, con los que “triunfan” cuando fracasan. Es decir, triunfan en el sentido de protegerse del riesgo y apuesta de mantener vivo el deseo en aquello que han creado.

Por lo tanto, las empresas que mencionábamos al inicio, aquellas que no solo se expanden hacia otros mercados, sino que logran amplificar, incursionando o creando nuevos horizontes de servicios y productos, se caracterizan principalmente por una reconfiguración permanente de sus intereses, apostando por la creación e innovación permanentes, a través de una cultura no solo de productos, sino de formación y entretenimiento, como nuevo espíritu corporativo.

¿Quiénes tienen lugar en esas empresas? ¿Quiénes trabajan ahí? Los profesionales y directivos más creativos, inquietos y, sobre todo, que responden ante lo que dicen desear, que no viven en polito automático o diciendo “a mí no me toca eso”, aquellos que han logrado vencer sus miedos y tragedias, personales y corporativas, que las “cuidan y cargan” para   protegerse del éxito, mediante el fracaso sistemático en su vida.

Si en verdad quieres lo que deseas para tu empresa en este siglo XXI, ésta debe basarse más en la creación de lazos hacia algo nuevo, en red, con formación y entretenimiento, como nuevo espíritu corporativo –como ya lo mencionamos- que en la repetición de viejas prácticas, dependiendo de la presión (amenazas, despidos) o de la búsqueda del inexistente del perfil ideal más adecuado, ya que al hacer esto, se corre el riesgo de permanecer contemplando el pasado, condenados a repetirlo (lamentándose de los terribles efectos en el presente) en lugar de reinventarlo. ¡El futuro es ahora! 

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Artículo publicado originalmente en la sección editorial del periódico El Porvenir (14/11/2018)

El autor es psicoanalista, así como consultor a escuelas y empresas.