El Whatsapp y la inmediatez

 

 

por

Camilo E. Ramírez

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“Jamás olviden que nada de lo tocante al comportamiento del ser humano en tanto sujeto,

puede escapar del sometimiento a las leyes de la palabra”

Jacques Lacan

 

Los sistemas de comunicación participan, organizando nuestras interacciones. Esto plantea que las formas de interacción se producen y modifican por efecto de un sistema –como una aplicación o programa- y ya no sólo como un cambio ideológico, de mercado y/o político. El tiempo, la espera, y por lo tanto, la esperanza, se ven modificadas por la inmediatez de la interacción a través de los diferentes dispositivos móviles.

Desde el mismo lenguaje, la comunicación humana, se ve afectada por una condición inherente al mismo: el malentendido. Oyente y hablante tienen la sensación que lo que se dice nunca es totalmente lo que se entiende, siempre hay algo que falta o rebasa, “El sordo no oye, pero bien que compone”, advierte la sabiduría popular. ¿Acaso hay humanos que pueden escuchar de manera pura, sin ser “el sordo” que oye y compone? Si ese humano habla, diríamos tajantemente que no, no puede escuchar de manera pura el mensaje del otro, pues el mismo lenguaje está estructurado como un malentendido.  Y, además, una vez que reconocemos ese malentendido de sentido inicial como estructura de la comunicación, ¿Desde dónde se compone aquello que se cree (escuchar) que dice el otro?

Hace tan solo unos años la gente llamaba a las casas, y en caso de no estar el destinatario, se tenía que dejar recado, iniciándose la espera hasta que la persona en cuestión regresara para saber el mensaje. Posteriormente los bipers o radio-localizadores acortaban el tiempo que tenía que esperar el recado hasta ser entregado: se recibían los mensajes casi al instante en que eran enviados, entonces el destinatario buscaba el teléfono más cercano para reportarse. Posteriormente, con el desarrollo de las telecomunicaciones y la reducción de costos, un número mayor de personas tuvieron acceso a adquirir un celular, que en pocos años ya contaba de manera integrada con el servicio de mensajería. ¡Adiós a los cinturones repletos de aparatos: celular, bipers, agendas tipo palm!

En la actualidad el sistema de mensajería más empleado es el WhatsApp, su número de usuarios –como el de Facebook- rebasa el número de habitantes de muchos países. Desde su lanzamiento hemos sido testigos – y afectados- de diversas modificaciones en su lógica interna: al inicio se trataba de un simple sistema de intercambio de mensajes, donde el tiempo y la espera tenían un lugar, no se podía saber si se había recibido el mensaje o no, actualmente se puede saber no solo si se ha recibido, sino si se ha leído, con lo cual el tiempo de entrega y lectura, así como el de respuesta se consideran parte de la interacción. “Debo contestarle a mi jefe del trabajo al instante en el que he leído el mensaje, ya que si lo dejo en visto y me tardo, me resta puntos en mi evaluación de puesto”. Y que no decir de las relaciones de pareja, en donde la desesperación (“El sordo no oye…”) de quien envía el mensaje se acrecienta si el receptor no contesta, y peor si se puede saber que está “On line” y no contesta, ¿Nos ignora?, Siento tal acción u omisión, el lienzo blanco, cual pantalla de cine, donde se proyecten un sinfín de “películas” (“…pero bien que compone”).

La espera y la esperanza, junto a todo lo que podía tener lugar ahí (reflexión, hacer algo con la ausencia, aprender a calmarse, memoria…) se acortan y constriñen al grado de casi desaparecer, dejando a su paso una prisa desesperada por recibir y dar el mensaje adecuado, pues la prontitud del mensaje se toma como “prueba de amor”.  Por otro lado, la transmisión de texto, imágenes y video, ha hecho también posible el contacto entre personas muy lejanas, acortando las distancias, posibilitando los encuentros y la colaboración, resolviendo problemáticas y dudas que anteriormente se habrían tardado días o semanas. Sin embargo, la inmediatez, aunque eficaz en ciertos aspectos, produce en algunos casos, modificaciones en las formas de relación, dejando al otro, más comunicado, pero al mismo tiempo más solo y acelerado. 

 

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