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DEL ANHELO DE LEER EL NOMBRE EN LA PLACA

AL DESEO DEL ANALISTA:

¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS

DE LA FORMACIÓN?[1]  

 

Teresa Genesini*

 

 

Introducción

Iniciemos por una metáfora: el psicoanalista es aquel “sin nombre” en la placa. Como los hijos, el amor, el orgasmo, una puesta de sol, es algo vacío. Funciona en otro registro y, consecuentemente, es formado de otra manera. 

El analista no es de este mundo, tal como la mujer. La mujer y el analista están fuera de la civilización, en la media en la que la intención de sus conceptos es vacía. No se puede decir “los analistas”, así como no se dice “las mujeres”. Un analista existe en el “uno a uno”. Su formación se da en el diván, en la relación con su inconsciente y en cómo da consecuencia a su deseo de analista. No hay una cualidad universal que identifique uno u otro, por ello decimos que sólo es posible considerar a la mujer una a una y al analista uno a uno. 

Es esa falta de cualidad universal del analista que explica la frase enigmática  de Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”: “El analista [...] haría mejor situándose en su falta en ser que en su ser” (Lacan, 1958/1975, p. 569); alcanzar y soportar esa falta en ser, es consecuencia de un análisis (Forbes, 1996). La falta-en-ser - esa falta de cualidad universal del analista- fue, según Forbes, una de las grandes contribuciones de Lacan: “la de situar al analista no como un modelo, sea de lo que sea, sino como un elemento causador, como una provocación que hace hablar, una causa y no un ideal” (Forbes, 1996). 

Por ese motivo, contrariamente a otras profesiones, la formación del analista apunta a la radical diferencia. Ella va en la dirección opuesta a la estandarización. Va en contra de las garantías simbólicas que responden a una sociedad marcada por un discurso universal y totalitario que define como todo es y cómo debe de ser. El diploma, el certificado, el sello y el nombre en la placa, son manifestaciones de esos estándares. Entonces, ¿cómo formar “lo sin nombre”? En el análisis personal, ante todo. Después, estudio y supervisión. La tríada de formación. 

 

¿CÓMO ERA ESA TRÍADA EN FREUD?

En el texto, “Historia del movimiento psicoanalítico” (1914), Freud presenta las palabras del escudo de armas de la ciudad de París: Fluctuat nec mergitur. El escudo representa un navío cuyo emblema es: “Se sacude, pero no se hunde”. Freud citó ese lema otras veces en su correspondencia con Fliss, para hablar del estado de su espíritu. Lo que hacía que él no desistiese era su deseo de analista.

Freud estaba convencido de la importancia del psicoanálisis para toda formación médica y en general; consideraba que una de las funciones de psicoanálisis era proporcionar una base para la psiquiatría. Además, proponía que todos los estudiantes de medicina tuviesen acceso a un curso elemental de psicoanálisis, y en el caso de psiquiatras, deberían recibir un curso de psicoanálisis especializado. Defendió estas ideas en su artículo de 1919, “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?”

            Para Freud, los “legos”, esto es, “los no médicos” deberían poder practicar el psicoanálisis tanto como los médicos. Él se ocupó de esa cuestión y escribió un trabajo acerca del tema, “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?: diálogos con un juez imparcial”, publicado en 1926, en defensa de Theodor Reik, quien fue acusado de charlatanerismo por practicar el psicoanálisis sin ser médico.

Desde el inicio, Freud defendía la idea que el psicoanálisis no debería ser sólo una práctica de la profesión médica. Consideraba que la formación recibida por un médico en la escuela de medicina era “más o menos lo contrario” de la formación necesaria a un psicoanalista. Según él, para practicar el psicoanálisis, poco se necesita de la medicina, se debe saber mucho de psicología del inconsciente, un poco de biología y de ciencia sexual. El analista necesitaría lograr cierto grado de autodisciplina y conocimiento a su disposición, para conseguir, con sus interpretaciones, alcanzar el objetivo.   

 

Cuenta cierta firmeza de oído para lo reprimido inconsciente, que no todos poseen en igual medida. Y es esto, en especial, lo que impone al analista la obligación de someterse él mismo a un análisis en profundidad a fin de volverse idóneo para una recepción sin prejuicios del material analítico. De todos modos resta algo, equiparable a la “ecuación personal” en las observaciones astronómicas; ese factor individual siempre desempeñará en el psicoanálisis un papel más importante que en otros campos  (FREUD, 1926, p. 205) 

 

Que el analista no prescinda de hacer su propio análisis, esto era básico desde el inicio del psicoanálisis. Era esperada una formación mínima de dos años, a partir de la cual el candidato a psicoanalista era considerado un principiante. Esta formación era realizada por medio de la práctica y el intercambio de ideas con los más experimentados, en las reuniones de las sociedades analíticas. Freud creía que la literatura especializada, los encuentros científicos y el contacto con los analistas experimentados eran imprescindibles para la formación del analista. La formación del analista exige un arduo trabajo, de gran responsabilidad. 

Pero un vez que [...] uno mismo ha sido analizado, ha averiguado de la psicología de lo inconsciente lo que hoy puede saberse, conoce la ciencia de la vida sexual y ha aprendido la difícil tarea del psicoanálisis, el arte de la interpretación, el combate con las resistencias y el manejo de la transferencia, ya no es un lego en el campo del psicoanálisis. (FREUD, 1926, p. 213) 

En aquella época, la formación en psicoanálisis podía realizarse en tres lugares: en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín, fundada por el Dr. Max Eitingon -miembro de la sociedad local-; en el instituto financiado por la Sociedad Psicoanalítica de Viena, que se mantenía con mucha dificultad financiera; y en el Instituto de formación de la Sociedad Psicoanalítica de Londres, dirigido por Ernest Jones, uno de los seguidores de Sigmund Freud. Los candidatos a analistas que frecuentaban esos institutos, hacían ahí su análisis personal y supervisión con los analistas más experimentados, atendiendo casos considerados sencillos. 

La tríada de análisis personal, estudio y supervisión ya formaba parte de la formación del psicoanalista desde el inicio del psicoanálisis. La diferencia era que esos analistas en formación hacían un análisis llamado didáctico -que, según el Diccionario de psicoanálisis (LAPLANCHE & PONTALIS, 1982), es el psicoanálisis al que se somete aquel que se destina al ejercicio de la profesión de psicoanalista y que constituye la base principal de la formación. Quien quisiese practicar el psicoanálisis debería someterse, antes, él mismo a un análisis con un analista calificado como didacta.

 

UN PASEO POR LA HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS 

La formación del psicoanalista, hoy, tiene algunas enseñanzas a extraer de la propia historia del psicoanálisis. Por ello, propongo un paseo por esa historia.

Freud se formó como médico en 1881, en la Universidad de Viena, y no comenzó su práctica clínica  inmediatamente. Trabajó en laboratorios, fue investigador y fue admitido como profesor de neuropatología en la universidad. Conoció al Dr. Joseph Breuer, un médico famoso en Viena en la década de 1870 y se hicieron amigos. En 1882, Breuer, le contó a Freud sobre una paciente (Anna O.), su primer caso de histeria, y comenzaron a trabajar juntos. 

Tres años después, Freud va a Paris a estudiar con Charcot. A su regreso a Viena, poco antes de su matrimonio, se instala en un departamento en el número 7 de la Rathaussstrasse, en el mayor punto de actividades profesionales de la ciudad, atrás del edificio de la prefectura -su casa y consultorio. Colocó una placa de identificación profesional en la puerta de la calle y otra en la parte interna. Hizo un anuncio de su clínica privada en los periódicos locales y en las publicaciones médicas periódicas: “Dr. Sigmund Freud, Docente de Neuropatología de la Universidad de Viena, llegando de una estancia de seis meses en París, reside actualmente en el núm. 7 de la Rathausstrasse” (Jones, 1961, p.157)

Freud fue un intelectual solitario durante los primeros diez años de la creación del psicoanálisis y, a partir de 1906, comenzó su reconocimiento internacional. Cuenta Ernest Jones, discípulo y biógrafo de Freud, que en 1907, Max Eitingon - que se convirtió en psicoanalista, gran colaborador y amigo de Freud-, en la época de estudiante de medicina en Zúrich, fue a Viena por quince días, donde se conocieron: 

 

Pasó tres o cuatro noches con Freud, dedicadas a análisis personal en el transcurso de largas caminatas por la ciudad. ¡Así se inició el primer análisis didáctico! (JONES, 1961, TII,  p. 377)

 

En el inicio del psicoanálisis, Freud era el único psicoanalista que formaba a los futuros analistas. En una noche de miércoles de 1902, Freud invitó a cuatro médicos vieneses para una reunión en una sala de su consultorio: Kahane, Reitler, Stekel y Adler, con los cuales dio inicio a lo que se conoció como “Sociedad Psicológica de los Miércoles”. En 1908, ya con un número mayor de participantes, el trabajo del grupo fue rebautizado como “Sociedad Psicoanalítica de Viena”, como es llamada hasta hoy.

En 1907, un grupo restringido, llamado “Grupo Freud”, se formó en Zúrich, denominándose después “Sociedad Freud”, seguido de “Sociedad Psicoanalítica de Berlín”. En 1908, fue el primer congreso privado de psicoanálisis en Salzburgo, con la presencia de cuarenta y dos personas, cuya mitad ya eran psicoanalistas o estaban haciendo formación en psicoanálisis. En ese congreso, Freud presentó el trabajo conocido como “El hombre de las ratas”. El movimiento trajo nuevos adeptos y ante ese crecimiento, Freud juzgó necesario crear un organismo que determinase un ámbito para el campo y la práctica del psicoanálisis. Así, dos años después, en el Congreso de Núremberg, fue creada la International de Psicoanálisis (IPA). Freud diría más tarde, al escribir “La historia del movimiento psicoanalítico”: 

 

Yo juzgaba necesaria la forma de una asociación oficial porque temía el abuso de que sería objeto el psicoanálisis tan pronto como alcanzase popularidad. Entonces se requeriría de un centro capaz de emitir esta declaración: “El análisis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoanálisis”. En las sesiones de los grupos locales que compondrían la asociación internacional debía enseñarse el modo de cultivar el psicoanálisis, y ahí hallarían su formación médicos cuya actividad podría prestarse una suerte de garantía. (Freud, 1914, p. 42)

 

Después, en 1913, otros dos grupo fueron fundados y aceptados como organizaciones filiales a la IPA: la Sociedad de Budapest y la de Londres. Todas las asociaciones tenían periódicos/revistas de psicoanálisis con publicaciones regulares bajo la orientación científica de Freud. Se produjo entonces, en varios lugares,  la formación de institutos de psicoanálisis afiliados a la IPA y las reglas de formación eran dictadas por dicha Asociación. Fue en 1922, en el Congreso de la IPA, dos años después de la fundación del Instituto de Psicoanálisis de Berlín, que se presentó la exigencia de análisis didáctico para todo candidato a analista (LAPLANCHE & PONTALIS, 1982, p. 24). En el Congreso de Bad-Homburg, en 1925, el análisis didáctico, junto a la supervisión, se convirtieron en obligatorias para todas las sociedades psicoanalíticas. Fue el inicio de la burocratización de la IPA. 

 

¿CÓMO PENSÓ LACAN LA FORMACIÓN? 

Freud atendía amigos, familias, en su consultorio, caminando con sus pacientes por la ciudad o por el campo, actitud que, más tarde, fue olvidada por los post-freudianos, quienes burocratizaron el proceso. Los protocolos del análisis didáctico se volvieron cada vez más rígidos. 

Lacan no aceptaba ese cambio. ¿Por qué los discípulos de Freud transformaron el rigor, algo tan cuidado por Freud, en rigidez? Para responder a esta pregunta debemos retroceder al verano de 1923, cuando el descubrimiento de un cáncer en Freud causó pánico en sus discípulos. El miedo de que el profesor los dejase sin que legitimase un protocolo de formación permitió que las reglas de formación se rigidizaran cada vez más. 

El miedo de que no saber lidiar con lo singular, con el caso por caso, los colocó en una posición defensiva y dogmática. El encuentro con lo Real, en vez de producir una invención, produjo un retroceso. Freud se asombraba que los psicoanalistas no notaran la elasticidad de las convenciones y prefirieran someterse a ellas como a reglamentos tabús (DIDIER-WEILL et al., 2001, p. 14)

Es interesante notar que Freud vivió quince años más, bastante productivos, no obstante las reglas creadas por sus discípulos en la inminencia de su muerte continúan vigentes hasta hoy. 

La gran escisión de Lacan con la IPA aconteció en 1963, cuando la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP), a la cual pertenecía Lacan, pidió su filiación a la IPA. La IPA impuso a la SFP 13 condiciones para su admisión. La 13a condición era tachar los nombres de Jacques Lacan y Françoise Dolto de su lista de analistas didactas. La mayoría de los miembros de la SFP votó a favor de esas condiciones, muchos de ellos eran analizandos de Lacan. Fue así que Lacan rompió con ellos y fue expulsado de la IPA. Ello permite ver como la función de analista didacta era usada como embate de poder. 

En una palabra, para Lacan, “formar un analista” era, encima de todo, dar las oportunidades para que algo del orden del analista se realizara. O, por decirlo de otra manera, para que algo se atenuara no tanto de su narcisismo, como dicen repetidamente, sino de las certezas que el yo toma de su fantasía fundamental (DIDIER-WEILL & SAFOUAN, 2009, p. 88)[2]

Ya en la década de 1950, en el artículo “Situación del psicoanálisis y la formación del psicoanalista en 1956”, Lacan había dejado claro que no aceptaba los protocolos de formación del analista, vigentes en la IPA. No hay una justa medida, no hay garantías. Lacan se preocupaba por el rigor, más eso no coincidía con un saber estandarizado, formateado -hay un real en juego en la propia formación del analista, afirmaba él al anunciar en 1967, un principio: el analista solo se autoriza de sí mismo (Lacan, 1967). Lacan reencuentra Freud al dar peso a la formación del analista a través de su análisis personal, de su formación cultural y de la relación transferencial, quitando de la institución el poder de autorizar un analista. 

Pero ¿qué significa esa frase de Lacan de que el analista solo se autoriza de sí  mismo? Siguiendo a Jacques-Alain Miller, esa frase es una proposición multifacética: bajo una faceta puede querer decir que “el analista, si existiese, sería un sujeto no sugestionable”; en una segunda faceta sugiere que “el analista no existe”, que él debe ser considerado “uno por uno” y que en psicoanálisis no existe patrón; una tercera posibilidad es que se trata de “un slogan subversivo e irónico, perfectamente afinado con él espíritu de la época en que fue formulado, octubre de 1967 [...] Era decirles: señores, ustedes intentarán inútilmente, serán superados, no conseguirán hacer que los futuros psicoanalistas vengan a pedirles permiso para instalarse (MILLER, 2005, p. 204)[3]

Fuera de la dimensión provocativa hay una rigurosa organización, que Lacan muestra aún antes, en 1964, después de su excomunión de la IPA (él usaba el término excomunión en una alusión a que la comunidad  psicoanalítica era una iglesia) en el acto de fundación de su escuela. Lacan creó el significante Escuela en lugar de Asociación o Sociedad y tenía razones para ello. Los miembros de un Sociedad se juntan por una identificación común entre sí. Los miembros de una Escuela están ligados por la relación con el saber, con lo que se puede saber y transmitir del psicoanálisis, dice Jorge Forbes (1992). Una transmisión hecha por la transferencia, sin garantías, sin convertir el saber del psicoanálisis en saber del maestro.

 

1.      La formación: así, en el acto de la fundación de la Escuela Freudiana de Paris, el 21 de junio de 1964, Lacan describía un cuadro preciso de la formación, dividido en tres secciones: Sección de psicoanálisis pura, Sección de psicoanálisis aplicado y Sección de revisión del campo freudiano (LACAN, 1964b). La sección de psicoanálisis pura estaba compuesta de tres sub-secciones: Doctrina de psicoanálisis puro -la enseñanza de la teoría; Crítica interna de su práctica como formación- una crítica de la propia Escuela; y la Supervisión de los psicoanalistas en formación. Esa sección no era restringida a los médicos y daba las bases para la formación del analista. Podemos decir que ese es el trípode que continuó valiendo hasta hoy. La Sección de psicoanálisis aplicado era dirigida a los médicos, psicoanalistas o no, y se componía de tres sub-secciones: Doctrina de tratamiento y de sus variaciones; Casuística; e información psiquiátrica y prospección médica. La Sección de censo del campo freudiano debería mantener un comentario continuo del movimiento psicoanalítico; hacer la articulación con las ciencias afines y preservar la ética del psicoanálisis –que es la praxis de su teoría. Esta división, por más canónica que pueda parecer, no tiene más sentido hoy, en la perspectiva de una clínica de lo Real, no más pautada por las estructuras. Evoluciona para fusionar psicoanálisis aplicado y puro en una única sección. En una nota adjunta al acto de fundación, Lacan elaboró una guía del usuario con siete puntos, que son propuestas elementales y rigurosas, no basadas en una jerarquía institucional, sino en prácticas efectivas del psicoanálisis.

 

2.      El pase como dispositivo de valoración: volviendo al principio de que el analista se autoriza de sí mismo, retomo lo que Jacques-Alain Miller decía: la última faceta de ese principio tiene que ver con la inauguración de una legitimidad nueva, la de la Escuela de Lacan –sin estándares, más no sin principios, ni sin rigor. “La formación lacaniana, por no ser estandarizada, es muy exigente” (Miller, 2005, p. 205). Lacan creó un dispositivo de verificación, el pase, que después él mismo llamó “un fracaso”, en la disolución de la Escuela Freudiana de Paris en 1980.

 

El analista puede querer convertirse en psicoanalista por la propia experiencia y para eso Lacan crea dos categorías: la primera, el AME –analista, miembro de la Escuela -, constituido simplemente por el hecho de que la Escuela lo reconoce como psicoanalista que comprobó su capacidad, siendo así, un título recibido; y, la segunda categoría, el AE –analista de la Escuela-, es quien demanda formalmente ese reconocimiento, dando testimonio de su análisis; es un titulo solicitado. Por lo tanto, AME es un título que “depende de una competencia” y esa competencia es reconocida por sus pares; en cuanto el AE es un título que depende de un performance (DIDIER-WEILL & SAFOUAN, 2009, p. 42)[4]

El Analista de la Escuela debe analizar la experiencia de la Escuela y enriquecer la elaboración colectiva de la Escuela. Un AE se define por el pase: el candidato, llamado “pasante”, relata su experiencia analítica a dos “pasadores” –analizandos que aún no han llegado al final del análisis. El pase no garantiza la calidad del analista, ni es un modelo de comparación con un ideal. No es necesario pasar por ese dispositivo, es una elección.

Con la “Proposición del 67”, Lacan quiso ir en el sentido contrario de la IPA, que decía que un psicoanalista sólo podría ser nombrado si era aprobado por una institución a ella afiliada  –es un acto innovador, pues sale del registro de garantía y entra en el registro de consecuencia. El pase es una perspectiva de Escuelas, y no garantía de análisis personal. Es preciso ir más allá, salir del mutualismo y analizar la Escuela, si la elección fuera hacer el pase para ganar esa denominación.

            Para concluir al respecto de lo que significa la frase “el analista sólo se autoriza de sí mismo”, podemos traer aquí las palabras de Jorge Forbes:

 

Es una frase trampa. El sí mismo es diferente de yo mismo. Si la persona cree que sustentar una clínica es a partir del “yo mismo”, entonces no puede sustentar ninguna clínica, porque la clínica psicoanalítica no es una clínica egoica. El “sí mismo” es exactamente lo que la persona no sabe que es. (Forbes, 2009)

 

No solo en la base de la institución del pase se hacía sentir el rigor. Así como Freud tenía su grupo, Lacan tenía sus alumnos, que seguían sus seminarios, que lo acompañaban en la Escuela; y ser “alumno de Lacan” no era sin consecuencias. Era esperado que el “alumno” tuviese una sólida formación para hacer parte de este grupo, formado por personas de los más variados campos de conocimiento: juristas, matemáticos, filósofos, etnólogos y profesores, además de médicos. Eran personas que tenían un buen dominio de lenguas, de literatura, de filosofía y de historia. El propio Lacan tenía una formación envidiable, conocedor de Hegel, Spinoza, Kojève y Koyré, solo por citar algunos; era un gran orador, con un estilo propio y, como Freud, instauró una transmisión carismática a sus alumnos.

 

LACAN Y LA ENSEÑANA DE PSICOANÁLISIS EN VINCENNES

La formación del analista, la transmisión del psicoanálisis, continuó siendo de lo más importante para Lacan. Al final de 1974, fue invitado, como Director Científico, a hacer una propuesta para el Departamento de Psicoanálisis del Centro Universitario Experimental de Vincennes, Universidad que había sido fundada en octubre de 1968.

 “Peut-être à Vincennes” (LACAN, 1974): en este curso de psicoanálisis, Lacan lanza las bases de las enseñanzas de Freud por medio de las cuales un sujeto puede teorizar su propio análisis –la idea era que las enseñanzas ayudarían al analista a encarar las ganancias de su propio análisis;  saber, no tanto para lo que sirvió, sino de lo que se sirvió. En ese sentido, no se trataba de la enseñanza de Lacan propiamente, de sus seminarios, sino de ayudar al analista con las ciencias, de mostrar que esas ciencias se renuevan en el encuentro con el psicoanálisis. Las ciencias conexas con las enseñanzas psicoanalíticas eran: anti-filosofía, lingüística, lógica y topología.

Lacan pensó en una “teoría” que pudiese ayudar al analista en formación a pensar el psicoanálisis, a pensar su propio análisis:

 

1.      Antifilosofía: la idea de la anti-filosofía es el de una ciencia que sustituya al discurso universitario, como educativo. No es la historia de la ideas, sino llegar al núcleo de la filosofía, a su raíz indiscutible. En Aprender a vivir –filosofía para mentes jóvenes, Ferry (2006) sintetiza varias filosofías, que según él, son los diversos modos de enfrentamiento de la muerte, o en términos lacanianos, como dar cuenta de la “No existencia de la relación sexual”. Esa idea de algunas filosofías, de encontrar una salida universal, una regla con la cual se pueda pautar la vida para escapar de la muerte, no funciona, es un sueño del cual sólo es posible despertar uno a uno en lo particular.

2.      Lingüística: no interesaba estudiar la lingüística en sí, sino ver como ella se transforma con el psicoanálisis. El lenguaje (lo simbólico) hace un enlace entre lo imaginario y lo Real. Los estudios del lenguaje encuentran al psicoanálisis en dos puntos de convergencia, dice Lacan: 1) En la gramática, en cuanto ella “hace sierra del sentido”, esto es, recorta la dimensión directamente aprehensible del sentido, permite denunciar la ilusión de evidencia de un significado colado al significante; y 2) En el equívoco, esto es, exactamente en ese espacio de vacilación del sentido. Esas dos dimensiones interesan al psicoanalista porque es en la falla del sentido que él trabaja.

3.      Lógica: la lógica matemática es una ciencia de lo Real que, a través de presupuestos y de una racionalidad que escapa a las palabras, permite el acceso a lo imposible.  

4.      Topología: un área de la matemática que captura algo del Real. El nudo, la trama, la fibra, las conexiones, la compacidad - todas las formas en que hay fallo o superposición, las formas topológicas proporcionan al analista un apoyo que no sea por la metáfora, por el simbólico, sino por lo Real. Una propuesta propia a la clínica post-edípica, la clínica de lo Real.

 

LA FORMACIÓN DEL ANALISTA EN EL SIGLO XXI

Hacemos uso de metáforas para intentar, por medio del lenguaje, decir lo que sucede en un análisis. No obstante el lenguaje no siempre da cuenta, hay un indecible, falta una cosa. ¿Cómo describir el gesto de un analista? ¿Cómo decir lo que toca el cuerpo? Si Lacan convoca la antifilosofía, la lingüística, la lógica y la topología, no es por el saber constituido que ellas representan, sino como herramientas para que el psicoanálisis construya su propio campo teórico. Con la topología, Lacan se estaba aproximado a la  “monstración” – el gesto del analista, que escapa a las palabras, al sentido.

En la experiencia de nuestra Clínica de Psicoanálisis en el Centro de Estudios de Genoma Humano (CEGH) de la Universidad de São Paulo (USP), asistimos a entrevistas de pacientes con Jorge Forbes y Mayana Zatz. ¿Cómo describir el gesto del analista capturando el gozo del paciente? ¿Qué decir de la angustia del paciente al ser tocado? Es un ejercicio de “monstración”, uno de los pilares responsables de la formación de los analistas en el Instituto de Psicoanálisis Lacaniano (IPLA). Es por medio de la “monstración” que lanzamos el cuarto pilar de la formación del analista para el psicoanálisis del siglo XXI, que tiene su base más fuerte en el análisis personal. 

Un instituto de formación en psicoanálisis no se puede colocar como concesionaria o autorizada por Lacan; fue contra todo eso que Lacan luchó, en relación a la IPA, a la estandarización. Un instituto de formación tiene que formar al psicoanalista del siglo XXI, formación propia de la clínica de lo Real, del sentido a menos, del resonar, de la “monstracion”. Un psicoanálisis que no pretende más lograr una verdad escondida a través de la interpretación, sino tocar el cuerpo del sujeto por medio del acto analítico, la palabra es insuficiente para dar cuenta del acto. Por eso, el gesto del analista es un ejercicio de “monstración”. 

Entonces, ¿Qué es lo que diferencia la  formación del analista en tiempos de Freud a la de hoy? La base de la formación lacaniana continúa siendo el trípode análisis personal, estudio y supervisión. Añadimos a ese trípode la "monstración", propia de la clínica de lo Real.

De la misma forma, el analista interpreta e interfiere en la cultura. De ahí el psicoanalista ciudadano que, además de escuchar, también se coloca en las cuestiones del día a día, se posiciona en el mundo y legitima el futuro. El IPLA, implicado en la formación del analista ciudadano, lanzó, el 19 de octubre de 2012, el newsletter “O mundo visto pela psicanálise”[5], con textos de cuatro editoriales -Acontecer, Educación, Salud y Sociedad- escritos por psicoanalistas. Es una forma de mantener la virulencia del psicoanálisis, su difusión en el mundo, en la cultura. Es la responsabilidad que tenemos de honrar la herencia que recibimos de Freud -por ello el rigor, la entrega, la implicación. 

Regreso entonces a lo expuesto al inicio de este capítulo, a la diferencia radical de la formación de un analista y de cualquier otro profesional: la formación del analista es singular porque pasa por el diván, por la relación con su inconsciente y con su deseo, para después trabajar el deseo de otro y sustentar su posición. Lo que sustenta la posición del analista, además de su análisis personal y su deseo, es su deseo de analista, que es diferente al deseo de ser analista. El deseo de analista no es del orden de hacer, de curar; no es un deseo de cura. El deseo de analista es de transformar lo particular en singular, hacer al analizando descubrir aquello que lo hace diferente y responsabilizarse por esa diferencia. Llegar a la singularidad, a su diferencia absoluta, quebrando la expectativa de todo, de completitud.

El deseo del analista no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él. Sólo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir (Lacan, 1964a, p.284)

 

El analista pone de sí, pone su cuerpo y su deseo en la relación analítica. Él se interesa por sus analizandos con una curiosidad inagotable e infantil. Como dice Jacques-Alain Miller: 

Un analista continúa aprendiendo con su inconsciente. Ser analista no lo exonera de ese testimonio. Ser analista no es analizar a los demás; es, en principio, seguir analizándose, continua siendo analizando -es una lección de humildad. (MILLER, 2008, p. 28)[6]

Un analista conduce un análisis, de comienzo a fin. Y su formación nunca termina. Para finalizar, un decálogo de Jorge Forbes (1990): 

Ser analista 

1. Es valer más cuando no se es, que cuando se es. 

2. Es prestar palabra, cuerpo y ser para ser hecho lo que se desee. 

3. Es amar incondicionalmente, sin ninguna reciprocidad, en la pasión de la ignorancia.

4. Es llegar sin avisar, al lugar de la sorpresa o del asombro.

5. Es pasar por raro, mal educado,  aburrido, sin poder justificar.

6. Es, trabajando correctamente, llegar a tener horror de su acto.

7. Es poder ser paciente en el lugar del Otro.

8. Es no gobernar, ni educar.

9. Es saber lo que hace, cuando no sabe lo que dice.

10. Es tener nostalgia sin recuperar, cuando se llega al final.

 

 

Referencias bibliográficas

 

DIDIER-WEILL, Alain; WEISS, Emil & GRAVAS, Florence. (2001) Quartier Lacan. Rio de Janeiro: José Nazar/ Companhia de Freud, 2007.

DIDIER-WEILL, Alain & SAFOUAN, Moustapha. (2007) Trabalhando com Lacan. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2009.

FERRY, Luc. (2006) Aprender a vivir: filosofía para mentes jóvenes. Madrid. Taurus, 2006

FORBES, Jorge. Ser analista. In: Colóquio “Psicanálise: Identidade e Diferenças”, do Instituto de Estudos Avançados da USP, São Paulo, 1990. Excerto do trabalho apresentado no Colóquio “Psicanálise: Identidade e Diferenças”, do Instituto de Estudos Avançados da USP. Disponível em: http://www.jorgeforbes.com.br/br/avesso-do-avesso/ ser-analista-2.html. Acesso em 17 de dezembro de 2013.

 ______________. A escola de Lacan – Do conceito à prática e as condições de suaefetuação. In: A escola de Lacan: a formação do psicanalista e a transmissão da psicanálise. Coleção Biblioteca Freudiana. Campinas: Papirus, 1992.

______________. A mulher e o analista, fora da civilização. 27 de abril de 1996. Disponível em: http://www.jorgeforbes.com.br/assets/files/A-mulher-e-o-analista-fora-da-civilizacao.pdf. Acesso dem 17 de dezembro de 2013.

_____________. Para lembrar n. 1, n. 2 e n. 3. Sinopse de Teresa Genesini. In: Clínica-Escola com Jorge Forbes, São Paulo abr. 2009. Disponível em: http://www.jorgeforbes.com.br/br/cursos-e- conferencias/para-lembrar-1-clinica-escola-com-jorge-forbes.html. Acesso em 17 de dezembro de 2013.

FREUD, Sigmund. (1914) Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico.  En: Obras Completas de Sigmund Freud, T. XIV  Buenos Aires: Amorrortu, 2001, p. 42.

_______________. (1919) ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad? En: Obras Completas de Sigmund Freud, T. Buenos Aires: Amorrortu, 2001, p. .

_______________. (1926) ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? En: Obras Completas de Sigmund Freud, T. XX. Buenos Aires: Amorrortu, 2001, p. 205,213-214.

JONES, Ernest. (1961) Vida y obra de Sigmund Freud. Tomo I. Barcelona: Anagrama, 2003. Tomo I, pp. 157, Tomo II, 377.

 LACAN, Jacques. (1956) Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. En Escritos 1 México: Siglo XXI 1975. P. 441-472.

_____________. (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 2 México: Siglo XXI 1975.

 _______________. (1964a). El seminario.  Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2006.

 _______________. (1964b) Acto de fundación, en Otros Escritos, Buenos Aires: Paidós, 2012.

_______________. (1967) Proposição de 9 de outubro de 1967 sobre o psicanalista da Escola. In: Outros escritos. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2003. p. 248-64.

_______________. (1974). Peut-être à Vincennes. Disponível em: http://espace.freud.pagesperso-orange.fr/topos/psycha/psysem/ vincenne.htm. Acesso em 17 de dezembro de 2013.

LAPLANCHE, Jean & PONTALIS, Jean-Bertrand. (1982) Diccionario de psicoanálisis 2ª edición .Barcelona: Labor,  1994

MILLER, Jacques-Alain. (1996) O sobrinho de Lacan. Rio de Janeiro: Forense Universitária, 2005.

____________________. (2008) Perspectivas dos escritos e outros escritos de Lacan: entre desejo e gozo. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2011.

 



[1] Traducción por Camilo E. Ramírez con autorización del autor.  Texto original: Genesini, Teresa, Da vontade de ler o nome na placa ao desejo do analista: quais são as características da formação.  En Forbes, Jorge (ed.); Riolfi, Claudia (org.). Psicanálise: a clínica do Real. Barueri, SP: Manole, 2014., Cap. 29, p. 487-510.

* Psicoanalista brasileña. Graduada en Matemática, cursó estudios de Maestría en Estadística en la Universidad de Estatal de Campinhas (UNICAMP) en Campinas, Brasil. Es directora del Instituto de Psicanálise Lacaniana (IPLA) en São Paulo, Brasil.  http://www.ipla.com.br/ página personal: http://teresagenesini.blogspot.mx/

[2] La traducción al español  es nuestra (N. de T.)

[3] La traducción al español es nuestra (N. de T.)

[4] La traducción al español es nuestra (N. de T.)

[5] El mundo visto por el psicoanálisis, que puede consultarse en http://www.ipla.com.br/o-mundo.html  (N.deT.)

[6] La traducción al español es nuestra (N. de T.)